El Periódico - Castellano

Herrera y su aclamado debut con la Orquestra Simfònica de Barcelona

- PABLO MELÉNDEZHA­DDAD Pablo Meléndez-Haddad es crítico de música

FPor fin debutó en el Auditori, y junto a la Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Cataluña (OBC) , la mezzosopra­no canaria Nancy Fabiola Herrera, una de las cantantes españolas de mayor proyección internacio­nal. Lo hizo bajo la dirección de Vasily Petrenko interpreta­ndo el Lied der Waldtaube (la Canción de la paloma torcaz o del bosque, también conocida como de la tórtola), la versión reducida y para voz y orquesta de cámara (no la realizada para 16 instrument­os) de los monumental­es Gurre-Lieder de Arnold Schoenberg.

La breve obra se interpretó enmarcada en un curioso y coherente programa con el peso de la espiritual­idad como Leitmotiv que arrancó con una obra barroca revisitada por uno de los discípulos de Schoenberg, el Ricercare de la Musikalisc­hes Opfer (La ofrenda musical) de Johann Sebastian Bach, en la soberbia y colorista transcripc­ión de Anton Webern, un juego tímbrico y sinfónico que sirvió de espléndido preludio al postrománt­ico Lied. En su espectacul­ar y sentida intervenci­ón Nancy Fabiola Herrera aportó un canto mayúsculo, moldeado en un fraseo expresivo y clarificad­or, ya que esta pieza inmensa, que cierra la primera parte de los GurreLiede­r, representa el resumen dramático de toda la obra, casi como el Liebestod respecto del Tristan und Isolde wagneriano. Por eso se agradece el canto cargado de sentido de la mezzo española, entregado y pasional, principalm­ente centrado en la emoción. En espléndido estado

vocal, sus agudos brillaron tanto como los graves extremos, y eso que Petrenko no se cortó en decibelios. En momentos desgarrado­res como los que esconden las frases «Verstrickt in der Tiefe Tang» y «Helwigs Falke War’s, der grausam», Herrera supo transforma­r la poesía en pura emoción. Es de esperar que la cantante pueda regresar al curso de la OBC en futuras ocasiones interpreta­ndo, por ejemplo, a Mahler.

El programa se despidió con la pintoresca y poco programada Sinfonía N.º 5 en Re, La Reforma, Op.107 de Felix Mendelssoh­n, obra heredera de Bach y una auténtica exaltación del luteranism­o ofrecida en una versión extroverti­da y efectista a la que el conjunto catalán respondió con agilidad y seguridad, pero también con un sonido grandioso y brillante ya que Petrenko mantuvo las tintas siempre cargadas. Una auténtica ovación despidió la velada.

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