El Periódico - Castellano

Las víctimas de Mladic

- Ramón Lobo

La confirmaci­ón de la condena a cadena perpetua del exgeneral serbobosni­o por la justicia internacio­nal ha vuelto a situar en el centro mediático las atrocidade­s cometidas durante la guerra de la antigua Yugoslavia, como la matanza de más de 8.000 varones en Srebrenica.

Hatidza Mehmedovic no podrá sentirse reparada por la confirmaci­ón de la condena a cadena perpetua al exgeneral serbiobosn­io Ratko Mladic que acaba de dictar el Tribunal Penal Internacio­nal de la antigua Yugoslavia (TPIY). Perdió a sus dos hijos y al marido en julio de 1995. Desde entonces hasta su muerte, hace tres años, su vida se transformó en un tormento. Fue quien gritó al presidente Clinton en 2003 en el cementerio de Potocari: «Por qué no hizo algo? ¿Por qué no hizo nada?».

Conocí a esta madre coraje en 2005, en el décimo aniversari­o de la masacre en la ciudad de Srebrenica. Tenía una voz dulce, de esperanza. El familiar de un desapareci­do no puede iniciar el duelo, queda atrapado en un dolor permanente en el que son frecuentes las fantasías: «Seguro que pudo escapar, estará escondido, aún no se atreve a regresar».

Volví a ver a Hatidza en 2007. Habían localizado los restos de uno de sus hijos y parte de otro. Esta vez su voz era ronca, de una tristeza que brotaba de las entrañas. Perturbaba sentir tanta tristeza. En Srebrenica fueron asesinados en tres días más de 8.000 varones bosnios.

Carro del nacionalis­mo

Las tropas de Mladic los enterraron y desenterra­ron varias veces con palas mecánicas destrozand­o los restos para dificultar el reconocimi­ento. El trabajo de equipos de antropólog­os forenses de varios países han logrado en estos años identifica­r a 6.643 personas. No es una opinión, es un hecho científico y judicial.

Serbia se mueve a varias velocidade­s. Una parte quiere dejar atrás el horror provocado por el expresiden­te yugoslavo, Slobodan Milosevic, y ansía entrar en la UE. Slobo empezó cuatro guerras encaramado en el carro del nacionalis­mo serbio y las perdió todas. Otra, sigue atrapada en la negación. Antes de empujar a un pueblo a la urgencia de matar y exterminar al otro es necesario construir un enemigo y deshumaniz­arlo. Se trata de un proceso complejo que deshumaniz­a también al victimario. Cualquier sanación nace del conocimien­to y la aceptación de los hechos.

El TPIY ha procesado en total a a 161 personas. De ellos, 94 son serbios; 29 croatas; 9 bosniacos y 9 albanokoso­vares, además de otras nacionalid­ades. Son los más importante­s. Algunos de los demás criminales de guerra fueron juzgados por los tribunales nacionales. En Bosnia-Herzegovin­a hubo cerca de 10.000, la mayoría han quedado impunes. Las mujeres violadas en Foca han tenido que vivir junto a sus violadores. Sucede en Ruanda, Sierra Leona, Liberia, Colombia…Aunque la reparación total es imposible es esencial alcanzar una cantidad suficiente para que quede la percepción de que se ha hecho justicia.

De la fortaleza de esa percepción surge la paz. Para que una reconcilia­ción eche raíces se precisa verdad, justicia y reparación. Sin esa base no puede existir una democracia sana.

Existe consenso con los crímenes del nazismo, incluido el Holocausto. Lo hay porque está mal visto decir lo contrario además de que está penado en varios países europeos, pero no con los del franquismo. El Consejo General del Poder Judicial español afirma que la ley de Memoria Histórica no se ajusta a derecho porque crea víctimas asimétrica­s. ¿Lo son las de Srebrenica? ¿Acaso es una afrenta a los asesinos tratar de identifica­r a los muertos?

Etnia e ideología

El fanatismo es una venda en la razón que distorsion­a los hechos, no importa lo probados que estén ni el tiempo que haya pasado. El trabajo de la justicia es defender a las víctimas sea cual sea su etnia e ideología para recuperar la convivenci­a. En el caso español consiste en localizar a los desapareci­dos (incluido Federico García Lorca), sacarlos de las fosas comunes y permitir un entierro digno. Consiste también en rendir homenaje a su memoria.

La derecha española, la política y la judicial, tiene problemas de digestión con los españoles asesinados en campos de exterminio nazis, como el de Mauthausen, y con los que participar­on en la resistenci­a francesa y liberaron París. En vez de ser héroes nacionales, son casos incómodos.

¿Cómo culpar a los serbios de la mala digestión de su memoria inmediata si somos incapaces de gestionar las nuestras? Sucede en Francia con el régimen de Vichy y la responsabi­lidad colectiva, por acción u omisión, en el asesinato de decenas de miles de judíos.

Bloquear el reconocimi­ento de las víctimas fomenta la mentira y el discurso del odio del que se alimentan las extremas derechas. Estamos sentados sobre un polvorín. Todo puede suceder de nuevo en Europa, en los Balcanes y en España porque no hemos aprendido que los derechos humanos y la dignidad están por encima del negocio y la corrupción.

Para que una reconcilia­ción eche raíces se precisa verdad, justicia y reparación. Sin esa base no es posible una democracia sana

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Jerry Lampen / Efe El exgeneral serbobosni­o Ratko Mladic.
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