Con la fuerza de los mares en Pedralbes
Si a otros artistas, la pandemia los ha empequeñecido, acorralándolos en el set acústico y la banda recortada, en Raphael ha producido un efecto contrario: centelleante superproducción (con macropantalla de vídeo como telón de fondo), tropa de una quincena de músicos y coristas y, sobre todo, él mismo, genio y figura, dando un puñetazo sobre la mesa en cada estrofa. Abrió con Ave fénix, que le escribió Manuel Alejandro, y hacia el final hizo suya Resistiré, del Dúo Dinámico, así que ya vemos de qué clase de actitud estamos hablando. Seis meses después de sus pases en el Wizink Center, que tanto dieron que hablar, Raphael retomó en Pedralbes su gira de 60º aniversario de carrera rindiendo honores a su catálogo y deslizando algunos de los préstamos que integran su último disco, 6.0.
Piezas tomadas de otros cancioneros, como Vivir así es morir de amor (Camilo Sesto), Me olvidé de vivir (Julio Iglesias) o Frente a frente (Jeanette), que se ajustaron a sus intensidades expresivas. Material que se hizo notar en el primer bloque del recital, donde ya se coló un clásico del calibre de No vuelvas. Raphael tiene su lado de entertainer, pero lo suyo es concienzudo y pone a prueba la categoría de canción ligera. ¿Ligera, No puedo arrancarte de mí, donde parecía que le extirpaban una muela en cada tirón del sufrido estribillo? ¿O Cuando tú no estás, con su serpenteante desconsuelo por una vida sin aire, una vida «sin Laura»?
Zozobras del alma
Sí que hubo simpáticas ligerezas con ese Digan lo que digan con deriva electrónica dance, y el asalto a Mi gran noche, con «la la las» inducidos desde la pantalla de vídeo. Y en el indispensable
Escándalo insertado en los bises. Pero el corazón del concierto lo reservó Raphael a su cancionero
hardcore, con fidelidad a atmósferas y contornos instrumentales, con todo su repertorio de zozobras del alma. Embestidas líricas con chorro de voz y algunas dificultades en notas altas.
Relieves provechosos en el
medley espiritual que conformaron Ave María, Le llaman Jesús y Aleluya, con sus diálogos corales, y en piezas con firma alejandrina como Estuve enamorado, En carne viva y ese dardo contra las chafarderías llamado Qué sabe nadie. Y en esas dos que grabó primero Rocío Jurado y a las que él puso una impronta igualmente distintiva, Se nos rompió el amor y Como yo te amo, cierre esta de más de dos horas de sesión (27 canciones), avasallándonos a todos los presentes «con la fuerza de los mares» y «el ímpetu del viento».