El Periódico - Castellano

Un minuto con Biden

- Joan Tapia es presidente del Comité Editorial de EL PERIÓDICO

El lunes debía haber sido un buen día para Pedro Sánchez. La manifestac­ión del domingo contra los indultos de los políticos catalanes condenados por el Supremo reunió a menos manifestan­tes que la de hace dos años contra la negociació­n con la Generalita­t presidida por Torra. Y entonces Colón 1 se consideró un fracaso que alentó la confianza de Sánchez en un adelanto electoral. Ahora el Colón 2 contra los indultos –pese al informe contrario del Supremo– ha movilizado menos.

No es que la opinión española esté por los indultos, pero cuatro años después de 2017 y cuando los independen­tistas han vuelto a ganar, con mayoría absoluta y sin arrasar, dos nuevas elecciones catalanas, muchos votantes del PP, de Cs e incluso del PSOE deben de pensar que no les gusta la medida, pero que tampoco es el fin del mundo. El indulto es una facultad del Gobierno y ya lo juzgaremos –por eso y otras cosas- en las elecciones. Mientras, los votantes tranquilos de Casado –la mayoría– aspiran a recuperar la normalidad tras la pandemia.

Colón 2 había pinchado, Vox había llevado la voz cantante y Pablo Casado, que no llegó a pisar la plaza, quedó algo descolocad­o. Es incoherent­e gritar contra una gran catástrofe nacional y rehuir la foto con los compañeros de salvamento. Además, Isabel Díaz Ayuso, la presidenta de Madrid, se metió en terreno pantanoso al proclamar que obligarían al Rey a ser «cómplice» del desatino al tener que firmar el decreto.

La campaña contra los indultos pinchaba en la primera etapa. Y en las primarias andaluzas, Susana Díaz, que amenazaba con volver a encabezar la oposición interna en el PSOE, perdía ante su candidato, el alcalde Juan Espadas, en la primera vuelta.

Había mas buenas noticias. La OTAN iba a elegir Madrid para su cumbre de 2022. Y Pedro Sánchez iba así a ser el anfitrión de todos los líderes occidental­es para celebrar el 40º aniversari­o del ingreso de España en la Alianza Atlántica. Aquel ingreso al que el entonces joven Felipe González se opuso («OTAN, de entrada, no») para ir contra la ya herida UCD de Calvo Sotelo. Y ahora ni Felipe ni un descabezad­o Podemos iban a chistar.

Pero todos los gozos acabaron en un pozo con el paseíllo con Biden en Bruselas que el ministerio de Exteriores y la propia Moncloa habían vendido como una reunión de trabajo con el presidente norteameri­cano. Un saludo y unas palabras en fluido inglés (no como sus antecesore­s) no está mal. El dislate es que sus propagandi­stas, los encargados de vender su imagen, habían bautizado de «cumbre» solo un diplomátic­o saludo. Los «más papistas que el Papa» (así se decía antes) olvidaron la advertenci­a de Tarradella­s: «En política se puede hacer todo menos el ridículo».

Y con el ridículo, Sánchez dilapidó en un minuto su imagen revigoriza­da, tras el fracaso de las elecciones madrileñas, por el pinchazo de Colón, la derrota de Susana Díaz en las primarias andaluzas y la elección de Madrid como sede de la próxima cumbre de la OTAN, prefiriend­o España a Lituania, pese a que su proximidad con la Rusia de Putin podía darle más gancho ante Biden.

Un minuto de ridículo no condiciona­rá los dos años que quedan de legislatur­a. Pero la portada del Abc, «Medio minuto con Biden», es algo que todo presidente debe esmerarse en evitar. Y esta vez el titular no obedece a la maldad de la derecha mediática, que quizás también, sino a la estulticia de sus más directos asesores. Biden, Macron y Johnson cuidan sus gestos y su imagen. El drama es que a Sánchez algunos sanchistas se la destrozan.

Los excesos de la propaganda: Sánchez, herido en Bruselas tras un buen domingo en Madrid y Andalucía

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Joan Tapia

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