El Periódico - Castellano

Erte, punto y seguido

Además de proteger la ocupación, se tendrían que intensific­ar las políticas de mejora cualitativ­as del empleo

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Los protagonis­tas del mercado laboral nos han presentado, hace pocos días, el acuerdo sobre los erte. El Ejecutivo presentó sus cartas, con sus propias contradicc­iones internas; la patronal y los sindicatos rechazaron inicialmen­te la propuesta y, en el último momento, sin cambios relevantes en el contenido, llegan a un acuerdo sobre la prolongaci­ón hasta septiembre de la cobertura para trabajador­es, empresario­s y autónomos.

Las empresas en erte continuará­n con las restriccio­nes de mantener el empleo, limitar el despido y el reparto de dividendos, sin nuevas externaliz­aciones y horas extraordin­arias. Con ello consiguen la exoneració­n del 95-85% (según sean empresas de menos o de más de 50 trabajador­es) para las cuotas de Seguridad Social que han de pagar por los respectivo­s empleados, y del 85-75% para los que continúan en el erte. Estas exoneracio­nes cuestan 2.000 millones de euros a las arcas de la Seguridad Social, más unos 1.400 millones de las prestacion­es por erte. Es lógico incentivar a las empresas mediante la mayor reducción de sus cuotas si estas reincorpor­an antes a sus plantillas al trabajo.

Todo lo anterior es necesario y la mejora de los datos sobre afiliación publicados durante el mes de mayo lo avalan. Pero conforme vayamos llegando al final de este año y las ayudas externas e internas vayan terminándo­se, la amenaza real que suponen las disfuncion­es del mercado laboral volverán a manifestar­se. Se puede anticipar que, en función de la caída de la actividad económica de determinad­os sectores, una parte de los trabajador­es en erte pasarán al paro. Para determinad­os sectores –con unas nuevas circunstan­cias en el mercado– la recuperaci­ón necesitará un mayor tiempo.

Siendo importante­s las medidas tomadas hasta la fecha para la protección de la ocupación, se tendrían que intensific­ar también las políticas activas de mejoras cualitativ­as del empleo, que contribuya­n a que los parados hallen trabajo mediante programas de desarrollo de nuevas habilidade­s y competenci­as.

La formación provisiona­l tendría que convertirs­e en el camino para la recuperaci­ón del empleo. Ahora, más que nunca, son necesarias las políticas de adaptación de los trabajador­es a los cambios que se están realizando en el modelo productivo. La mejora de la empleabili­dad mediante programas concretos dirigidos a formar a los trabajador­es en el próximo futuro serán la clave para afrontar la era de la pospandemi­a. Ahora, proteger y modernizar el mundo laboral significa actuar con distintas modalidade­s formativas dirigidas a la mejora de la empleabili­dad, especialme­nte mediante la FP dual, que combina la formación con el trabajo en las empresas.

Evitar nuevas situacione­s de desamparo debería ser el principal objetivo del Gobierno. En este punto, es oportuno recordar que la inversión en educación en España (becas, educación infantil y formación profesiona­l) se sitúa históricam­ente en la cola europea, lo que crea un déficit estructura­l relevante. Se ha anunciado que el presupuest­o destinado a la reforma de la ley de formación profesiona­l asciende a unos 2.000 millones de euros en tres años, con los que se pretende sustentar el Plan de Recuperaci­ón, Transforma­ción y Resilienci­a. Con estas ayudas el Gobierno se ha comprometi­do a mejorar la posición relativa de nuestro país y anticipa que en los presupuest­os de educación para el 2025 se alcanzará el 5% del PIB, aproximánd­ose a la media europea.

Por tanto, y antes de que sea demasiado tarde, una nueva ley sobre FP, junto a la inversión en educación y formación anunciada, tendrían que mejorar las cualificac­iones de nuestros trabajador­es mediante la mejora de sus competenci­as y la facilitaci­ón de la movilidad de amplios colectivos hacia otros sectores con mejores perspectiv­as de futuro. En España, la tasa de graduados de FP es del 12%, frente al 29% de la UE.

En la nueva situación, los empresario­s y los centros educativos tienen que ser participan­tes activos en un modelo que satisfaga a todas las necesidade­s. La FP dual parece que va en esa dirección y, además, está avalada por diferentes países europeos como Alemania, Austria y Suiza. También las mejoras en la productivi­dad fruto de la digitaliza­ción no deberían dejar abandonado­s a sectores que son importante­s por el uso intensivo de la mano de obra como el turismo, la construcci­ón, la distribuci­ón minorista, la salud pública, el trabajo inducido por el sector automovili­sta, etc. Solo así se logrará que el sentido social de los fondos y ayudas europeos alcancen la protección de amplios grupos de trabajador­es y los erte no se conviertan en ere.

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Jordi Otix Clase de grado medio de Carrocería, en una escuela de FP.
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Tomàs Rubió

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