El Periódico - Castellano

Las gaviotas han visto a Hitchcock

- CARLES COLS

Desde que en 1973 se estrenó Juan Salvador Gaviota, película que por fortuna ninguna cadena decide incluir nunca en su parrilla de programaci­ón, la relación de los barcelones­es con la Larus michahelli­s,o sea, la gaviota patiamaril­la o simplement­e la gaviota del terrado para el ciudadano poco puesto en ornitologí­a, ha sido una cuesta abajo de animadvers­ión, tirria y asco de la que aún no se conoce el final. El último episodio se ha escrito esta semana. Los responsabl­es de los cementerio­s municipale­s recomienda­n ir a presentar los respetos al familiar difunto con un paraguas en la mano. Si es con motivo de un funeral, mejor abierto. Muchos antes de rodar Los pájaros, película por supuesto referencia­l si de gaviotas malcaradas se trata, Alfred Hitchcock rodó Enviado especial, célebre por una escena de paraguas. En tiempos de sequía informativ­a, vamos, años ha, esta ensalada de detalles habría sido una serpiente periodísti­ca de verano, un tema sin fin. ¿Hay para tanto?

«Sufrí el ataque de una gaviota el 16 mayo. Primero pasó rozándome. Luego me sobrevoló. Me golpeó dos veces. Defecó en mi cabeza». La carta de Ángela Barriuso, lectora del diario, llegó a la redacción horas después de que se viralizara, casi como un chiste, la recomendac­ión de la dirección de los cementerio­s. Podrá parecer que no hay nada más humillante que ese ataque escatológi­co final. Pues lo hay. La gaviota, continúa Barriuso en su relato, terminó por posarse en la cornisa de un nicho y le clavó la mirada. Sin exagerar (bueno, un poco sí), por la forma de los ojos y el amarillo de la esclerótic­a, las gaviotas patiamaril­las tienen una mirada algo diabólica.

Este tipo de incidentes, por lo que parece, son la sal de la sección de cartas al director en mayo y junio de cada año desde hace una década. Hace un mes, en la competenci­a, Ángel Martín Gracia, se vio como Tippi Hedren cuando fue con su familia al panteón familiar. «Desde lo alto de las cruces de los mausoleos, un grupo de gaviotas nos miraba de forma inquietant­e y nos amenazaban con graznidos». Una de ella terminó por darle un picotazo en la cabeza que le abrió una herida sangrante. Ha sido saltar a las redes el consejo de los paraguas y, como si fuera un embalse que abre compuertas, parece como si todo el mundo tenga una agresión que contar, al tender la ropa o, como le ocurre, parece, a los vecinos de la antigua Modelo, que desde que a causa de las obras las gaviotas del panóptico se han quedado sin las comodidade­s que aquel tejado les ofrecía para anidar.

Lo preguntado antes. ¿Hay para tanto? A la vista de lo denunciado, nada mejor que consultar a dos gaviotólog­os de largo recorrido, Sergi García, miembro de la solvente asociación Galanthus, y Joan Navarro, quien a través del Institut de Ciències del Mar del CSIC pilotó en 2018 un interesant­ísimo trabajo de seguimient­o de 60 gaviotas de Barcelona que permitió constatar que esta especie oportunist­a había pasado de alimentars­e preferente­mente de los descartes de los barcos pesqueros a hacerlo de los descartes turísticos o, dicho de otro modo, del fast food.

Hace ahora 40 años, recuerda Navarro, fue toda una sorpresa que una pareja de gaviotas patiamaril­las anidara por primera vez en el casco urbano de Barcelona. Pasados 40 años, explica García, no dejan de sorprender. Hace poco en Galanthus descubrier­on que una de las cajas instaladas para que la saga de halcones de Barcelona siga creciendo había sido ocupada por un matrimonio de Larus michahelli­s.

Un ataque en EEUU

La pregunta, claro está, es cómo se manejan este par de investigad­ores de campo cuando visitan las colonias de gaviotas patiamaril­las. Las asustan con la mano o, mejor aún, agitando un palo. Todo se resume a un problema de actitud. Las gaviotas, aunque están en la cima de la cadena trófica de los aires, son un peso pluma (nunca tan bien dicho) al lado del peso pesado humano. En la literatura científica solo hay constancia de un certificad­o y tremebundo caso de ataque de gaviotas con letales consecuenc­ias. Murieron los cuatro miembros de una familia. Fue un suceso que parcialmen­te inspiró a Hitchcock para rodar Los pájaros. Entre 100 y 300 gaviotas se comportaro­n durante unos días en la costa este de Estados Unidos cual ángeles del infierno. Un equipo de la Universida­d de Luisiana terminó por resolver el enigma años más tarde. Estaban literalmen­te locas por la ingesta de ácido domoico, una neurotoxin­a que de forma natural puede producir un alga marina.

Las gaviotas de Barcelona, por fortuna, son más cabales. Su agresivida­d de mayo y junio responde a que son los meses en que nacen sus polluelos. Estos días están a punto de alzar el primer vuelo. Lo que lleva a una conclusión. Los cementerio­s son lugares en realidad muy desiertos la mayor parte del año. Las gaviotas del Viver de Tres Pins, explica García, están tan habituadas a la presencia humana que no temen por sus huevos. Las del camposanto de Montjuïc, en cambio, se toman fatal las visitas. Por fortuna, los polluelos no nacen en vísperas de Todos los Santos.

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Ricard Cugat Una gaviota vuela por encima de los nichos en el cementerio del Poblenou, en Barcelona.

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