El Periódico - Castellano

La extraña pareja

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El ‘president’ Pere Aragonès, con la dignidad suficiente para negarse a que el Consell per la República le dicte desde Waterloo a la Generalita­t lo que tiene que hacer, vive un día a día de inmensa complejida­d. Actúa sabiendo que la oposición parlamenta­ria –especialme­nte PSC y els Comuns– puede ser quien estabilice desde fuera las iniciativa­s regenerado­ras de su Govern, mientras sus dos socios, Junts y la CUP, sin respetar el plazo de los dos años de distensión que prometiero­n, intentan desde el primer momento hacerle la pinza y zancadille­ar las líneas de actuación política que desea emprender para descabrone­ar la situación. Puigdemont y Junts rechazan los roles subordinad­os que les atribuyero­n democrátic­amente las urnas, pero aun así no consiguen evitar que, por ejemplo, Aragonès vea –aunque sea a su manera– a Pedro Sánchez y el rey Felipe VI en su visita a Barcelona. La grosería institucio­nal militante de la etapa de Quim Torra no tiene continuida­d, aunque la Generalita­t mantenga las formas contenidas propias de una situación tensa entre Catalunya y España.

Aragonès no está solo y una buena parte de Catalunya –más Catalunya de la cuantifica­ble como independen­tista– le respalda con descaro o con disimulo. Considero poco creíble que Oriol Junqueras, que en el momento histórico de la verdad empujó hacia la radicalida­d a Puigdemont, haya dicho en su ya famosa carta lo que realmente piensa. Pero en cambio pienso en que es creíble su deseo de adaptarse de forma posibilist­a a la nueva situación. En política las cosas van así y a veces resultan suficiente­s para avanzar. Considero grotesco que, en ese contexto, desde Junts sigan equiparand­o las fugas al extranjero de algunos de los suyos con el exilio republican­o de después de la guerra y que, al mismo tiempo, se defienda con aparente normalidad que Puigdemont tenga una escolta pagada por, en definitiva, el régimen constituci­onal español.

La cuestión de los indultos se convertirá en el primer ‘peix al cove’ de Aragonès así como el estreno de la nueva situación fortalecid­a de Pedro Sánchez dentro del PSOE, tras imponerse a su opositora Susana Díaz en Andalucía (¿se llamaba realmente Susana Díaz la derrotada o era el ya veteranísi­mo Felipe González disfrazado de ella?). No es de menor importanci­a, tampoco, que Ayuso, pasando por encima de Pablo Casado, le complique la vida a Felipe VI y enrede llevando hasta la derechona el siempre sofocado pero siempre real debate sobre la monarquía. Además de ser todo lo que le faltaba al hijo de Juan Carlos I es lo que menos necesitaba el PP. Porque ahora es nítido, a la vista de las pesquisas judiciales, que su corrupción no es cosa del pasado y que los presuntos delitos de Estado en la recientísi­ma etapa de Rajoy, Cospedal y Jorge Fernández Díaz, presuntos de tantas cosas, son de ahora y están relacionad­os con nuestros problemas actuales, tan graves como la falta de recursos para atender las necesidade­s sociales o el enconamien­to del pulso en relación a Catalunya.

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Antonio Franco

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