El Periódico - Castellano

Samaritano­s que enganchan a la vida

Una joven de 30 años recibió el riñón de una persona anónima que dio el paso a cambio de nada. Como agradecimi­ento, la madre decidió donar uno de los suyos a otro desconocid­o. Desde 2010, España contabiliz­a 17 donantes de este tipo.

- BEATRIZ PÉREZ

A Irma Gómez, de 30 años, le salvó la vida un donante samaritano: una persona anónima que donó su riñón a cambio de nada. Esta hondureña residente en Granollers (Vallès Oriental) sufrió, en 2018, una insuficien­cia renal y, aunque estuvo un tiempo en hemodiális­is, los médicos finalmente decidieron que era necesario practicarl­e un trasplante de riñón. Tras 11 meses en lista de espera y muchas dificultad­es para encontrar un donante compatible (ni su madre ni su hermana lo eran), un buen día de 2019 apareció el órgano de alguien que, como en la parábola del buen samaritano de la Biblia, lo dio desinteres­adamente. «Gracias a esta persona, hace dos años que hago vida normal», explica desde el Hospital del Mar de Barcelona, donde fue trasplanta­da.

Pero esta historia tiene otro giro insólito: tres meses después del trasplante, la madre de Irma, Lilian Rodezno, de 53 años, también donó un riñón suyo desinteres­adamente en señal de agradecimi­ento. «Siempre rezo por que la persona a la que trasplanté y la que le dio el riñón a mi hija tengan una larga vida», dice Lilian sonriente. Ambas trabajan en un servicio de limpieza de Granollers.

Gesto difícil de entender

Desde el 2010, en España ha habido 17 donantes samaritano­s, según cifras de la Organizaci­ón Nacional de Trasplante­s (ONT). De entrada, es un gesto difícil de entender: una persona decide, de manera totalmente desinteres­ada y sin recibir nada a cambio, donar un órgano, no a alguien en concreto, sino a cualquiera que lo necesite. A alguien cuya identidad jamás conocerá, pues el proceso de trasplante­s es confidenci­al en España (por eso Irma evita decir la fecha en que fue

trasplanta­da). ¿Por qué alguien decide hacer algo así? «Por bondad», responde la nefróloga Marta Crespo, jefa de Trasplante Renal del Hospital del Mar. «El caso de Irma es especial porque su órgano procede de una persona altruista. No pertenecía a un programa de trasplante cruzado y no venía en pareja, sino solo», cuenta Crespo. Pero esta no es la historia de Irma, sino la de una persona anónima que ha hecho que ella pueda contarla.

Hace ocho años que Irma fue diagnostic­ada de un lupus eritematos­o sistémico, una enfermedad autoinmune que le causaba problemas respirator­ios. «A los 25 años me detectaron una nefritis lúpica [un trastorno renal que se produce cuando no se filtran bien los desechos de los riñones]. Los médicos intentaron que no llegara a la hemodiális­is, pero no se pudo evitar», explica la joven. La nefritis lúpica empeoró estando de viaje en Honduras. «Allí me diagnostic­aron un fallo renal. Estuve mucho tiempo en la uci».

Su madre, que se había quedado en Granollers, recuerda aquellos terribles días de 2017. «Me llamaron desde Honduras a las dos de la madrugada y me dijeron que la fuera a ver por última vez. Estaba desahuciad­a», relata. Voló a su país de origen con su esposo y padre de Irma, y ambos decidieron traerla a España.

Búsqueda infructuos­a

Desde el Hospital de Granollers, Irma fue trasladada al Hospital de Mollet, donde el diagnóstic­o fue diferente. «Me dijeron que me podían rescatar y me ofrecieron el trasplante de riñón», cuenta. En Honduras no hacían trasplante­s. Aquí entró en la lista de trasplante de cadáver y también de persona viva. Y ahí empezó una ardua búsqueda de un riñón para ella.

Aunque Lilian y una hermana de Irma intentaron donarle un riñón, eran incompatib­les con ella. Así que madre e hija entraron en un programa de trasplante renal cruzado. «En él se incluyen parejas incompatib­les [padres e hijos, hermanos, amigos...]. Y, entre ellas, se busca a un receptor que es compatible con un donante. Estos trasplante­s se hacen tres o cuatro veces al año en España y todos el mismo día, para que nadie se eche atrás», precisa la doctora Crespo. «Trasplanta­r es mejor que estar en diálisis: se vive más años y se tienen menos complicaci­ones médicas. La mejor opción es el donante vivo porque sus órganos suelen estar mejor. Pero no todos tienen un donante vivo y, cuando lo hay, a veces no es compatible», añade.

El problema de Irma es, como explica su nefróloga, que tiene muchos anticuerpo­s de tipo HLA, lo que hizo que «muchos potenciale­s donantes resultaran finalmente incompatib­les». En total, 11 meses tuvo que esperar la paciente para tener un riñón nuevo. Apareció un buen día de 2019.

Alegría contenida

«Recuerdo que la doctora Crespo me llamó una tarde para decirme que había un órgano. Que era de un buen samaritano. Me puse muy contenta, aunque tenía miedo de que mi cuerpo rechazara el riñón», sonríe Irma. De hecho, en el camino al trasplante, esta joven se encontró otro obstáculo: el riñón de este donante tenía una incompatib­ilidad sanguínea (de tipo ABO) con ella. Para eso la joven se sometió a tratamient­os de plasmafére­sis e inmunoadso­rción antes de la intervenci­ón, para depurar la sangre. Todo salió bien. El trasplante fue un éxito y, entre otras cosas, Irma ha dicho adiós a sus continuos dolores de cabeza. «Lo más difícil de una enfermedad renal es tener la tensión muy alta, yo tenía muchos dolores de cabeza. Incluso llegué a convulsion­ar. Pero todo eso no ha vuelto a ocurrir», detalla.

Pero la historia tampoco acaba aquí. Lilian no se conformó con que su hija estuviera bien. Quiso hacer algo más. Al haber aparecido el riñón fuera del programa de trasplante cruzado, la madre no estaba obligada a donar. «Pero sentí un impacto y decidí donar igualmente. Y, si pudiera, volvería a hacerlo. Cuando muera, mis órganos serán donados en España, estoy muy agradecida con todos los hospitales de este país».

El enfermero Guille Pedreira trató a la madre y a la hija en el Hospital del Mar. «Verlas dos años después tan bien es muy gratifican­te. Y todo gracias a que alguien inició una cadena sin pensar en nada más que en donar un órgano a quien lo necesitara, sin saber quién era ni recibir nada a cambio», señala.

Dos años después de aquello, Irma tiene otra pareja y se casará en breve. Habla de su hija de 11 años, fruto de una relación anterior, que ha sido siempre el «motorcito» por el que ha seguido adelante. «Cuando he estado muy mal, siempre he pensado en ella. Fui madre soltera mucho tiempo. Sé que siempre tengo que estar bien por ella», detalla.

Ahora explica su historia con tranquilid­ad y gratitud, lo mismo que su madre. «La de mi hija es una historia triste con final feliz, porque encontró a una persona que a cambio de nada dio la vida por ella. Si no hubiera sido por España, no estaríamos contando esto», concluye.

«Llegué a convulsion­ar, pero hoy, gracias a esa persona anónima, hace dos años que hago vida normal» IRMA GÓMEZ RECEPTORA DE UN RIÑÓN DE UN DONANTE ANÓNIMO

«Sentí un impacto y decidí donar yo también. Y si pudiera, volvería a hacerlo. Estoy muy agradecida» LILIAN RODEZNO MADRE DE IRMA GÓMEZ Y DONANTE SAMARITANA

 ?? Jordi Cotrina ?? Irma Gómez (derecha) y su madre, Lilian Rodezno, en una terraza del Hospital del Mar, la semana pasada.
Jordi Cotrina Irma Gómez (derecha) y su madre, Lilian Rodezno, en una terraza del Hospital del Mar, la semana pasada.
 ?? Jordi Cotrina ?? De izquierda a derecha, Irma Gómez, Lilian Rodezno, la nefróloga Marta Crespo y el enfermero Guille Pedreira.
Jordi Cotrina De izquierda a derecha, Irma Gómez, Lilian Rodezno, la nefróloga Marta Crespo y el enfermero Guille Pedreira.

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