Bombarderos en el MNAC
El artista barcelonés Francesc Torres utiliza dos réplicas de tamaño real de aviones soviéticos que participaron en la Guerra Civil para su instalación ‘Aeronàutica [vol] interior’
Insólita e impactante resultará para cualquier visitante del MNAC la visión que se materializa ante sus ojos nada más cruzar la puerta de la imponente Sala Oval del museo. Del centro mismo del alto techo cuelga suspendido por la cola, con el morro hacia abajo y a un palmo de tierra, como si hubiera descendido en picado y a punto de estrellarse, un bombardero soviético Túpolev SB2, conocido como Katiuska -4.000 kilos, 12,22 metros de largo y 20,12 de ala a ala-, réplica a escala 1:1 de los que durante la Guerra Civil ayudaron a la causa de la República. A su derecha, un caza Polikárpov I16, el popular Mosca, este como si estuviera a punto de despegar, otra aeronave emblemática de las que se enfrentaron a los aviones de la Legión Cóndor, enviados por Alemania para su tácito aliado Franco. ¿Qué pintan esos dos aviones, no aptos para el vuelo real, en pleno Museu Nacional d’Art de Catalunya? La respuesta la da el artista barcelonés Francesc Torres, que los ha utilizado para crear la instalación Aeronàutica [vol] interior. «Un avión que no vuela no es un avión, es una escultura, una obra de arte», opina.
Aquí, Torres se pregunta por «la guerra, algo horroroso y despreciable, para lo que nunca ha faltado material humano, que llega a dimensiones inimaginables y que se repite con demasiada asiduidad», uno de esos temas, dice, «que no logra entender». Admite el artista que, aunque nació en 1948, le marcó cómo su familia sufrió la Guerra Civil (un abuelo y un tío abuelo murieron en la batalla del Ebro) y por ello ha hecho varias obras sobre el tema durante su carrera.
Y ahora la explora desde el impacto que la guerra desde el aire supuso dentro del conflicto bélico y desde «el importantísimo aspecto sacrificial» que significa en la defensa de unas ideas, a la vez que plantea una analogía con el sacrificio por la fe religiosa: la imagen de un bombardero cayendo en picado le evocó «una cruz invertida y los lazos con la tradición cristiana». Ello le permitía jugar con la iconografía del retablo del siglo XIV que luce en la sala del gótico del MNAC y en el que el maestro Pere Serra pintó el martirio de san Pedro, crucificado boca abajo: el bombardero republicano parece a punto de estrellarse contra un enorme fragmento que reproduce ese retablo gótico, cuyos trozos quedan diseminados por la Sala Oval.
La instalación de Torres -hasta el 26 de septiembre- forma parte de los proyectos que el MNAC está impulsando este 2021 ligados a la Guerra Civil, desde la exposición temporal La guerra infinita, con las fotos inéditas de Antoni Campañà, a las inminentes nuevas salas dedicadas al arte de este periodo y la muestra ¡Museo en peligro! Salvaguarda del patrimonio artístico catalán (1936-1939).
La semilla de Aeronàutica [vol] interior, explica el artista, se remonta a un viaje que hizo a La Sénia, en la comarca del Montsià (Tarragona), donde descubrió el estratégico campo de aviación militar construido por el Gobierno de la República al inicio de la guerra, y que en abril de 1938 pasó a manos del Ejército nacional, convirtiéndose en base de la Legión Cóndor. También visitó el anexo Centre d’Aviació Històrica de La Sénia, creado y dirigido por José Ramón Bellaubí, alcalde de la localidad, que a base de voluntad, afición y fines
«Un avión que no vuela no es un avión, es una escultura, una obra de arte»