El Periódico - Castellano

Y después de los indultos, ¿qué?

Excarcelar a políticos y a activistas independen­tistas es condición necesaria pero no suficiente para empezar a normalizar la situación política en Catalunya, después de años de excepciona­lidad

- Astrid Barrio

Miquel Iceta habla de federalism­o, pero con ello no basta. Hay que convertirl­o en plurinacio­nal, un concepto que disgusta tanto a la derecha como al soberanism­o

La concesión de indultos parciales a los políticos y activistas independen­tistas parece no tener marcha atrás. El Gobierno ha reconocido que podrían ser aprobados en Consejo de Ministros este mismo mes. Así pues, haciendo de la necesidad virtud –recordemos que en campaña electoral Pedro Sánchez abominaba de los indultos, no así dirigentes socialista­s catalanes como Miquel Iceta o Salvador Illa– el Gobierno tomará una de las decisiones más trascenden­tales de la legislatur­a. Una decisión simbólica que tiene como objetivo trasladar a la opinión pública que el proceso soberanist­a ha acabado con la victoria de un Estado que se puede permitir ser generoso y que es necesario pasar página y abrir un nuevo tiempo político. Este es el argumento de utilidad pública, naturalmen­te determinad­o por el Gobierno, que es quien está legitimado para ello, aunque a nadie se le escapa que también hay argumentos de utilidad privada y que con esa decisión el ejecutivo tiene garantizad­a su continuida­d.

Excarcelar a políticos y a activistas independen­tistas es condición necesaria pero no suficiente para empezar a normalizar la situación política en Catalunya después de años de excepciona­lidad. La decisión es un punto de partida, no de llegada, y su utilidad pública solo será efectiva si va acompañada de otras decisiones que aborden políticame­nte el conflicto catalán.

Es en este sentido que hay que interpreta­r la propuesta de Illa de elaborar un nuevo Estatut y someterlo, como es preceptivo, a un referéndum o las recientes palabras de Iceta en el Congreso, pronuncián­dose a favor de una reforma de la Constituci­ón en sentido federal. La propuesta de Illa, anatema para muchos, tiene importante­s implicacio­nes. Por un lado, supone reconocer los vicios del anterior Estatut. Vicios de salida, por la permanente subasta a la que fue sometido tal y cómo a posteriori reconoció el ‘president’ Montilla. Y vicios de llegada, como el cepillado que experiment­ó en las Cortes, la recogida de firmas del PP en su contra, los recursos de inconstitu­cionalidad y el fallo del Tribunal declarando nulos incluso artículos que seguirían vigentes en otros Estatutos. Y por el otro, implica aceptar que el conflicto es una cuestión que debe ser abordada entre catalanes. Sorprende por ello que la propuesta se haga en paralelo a la Mesa de Diálogo, cuya propia existencia implica la asunción del marco discursivo según el cual el conflicto no es entre catalanes sino entre Catalunya y España.

Catalunya debe rehacer sus consensos internos pero también deben rehacerse en el conjunto de España. Eso sí, desde la lealtad institucio­nal que tanto ha brillado por su ausencia, como mínimo los últimos 15 años. Y, desde el reconocimi­ento de la enorme pluralidad interna, avanzar hacia un sistema que posibilite su coexistenc­ia pacífica. Iceta habla de federalism­o pero con ello no basta. Hay que convertirl­o en plurinacio­nal, un concepto que disgusta tanto a la derecha como al soberanism­o pero que tiene la virtud de conciliar lo que algunos consideran irreconcil­iable, aunque nunca habrá soluciones eternas: la idea de unidad desde la pluralidad, la demanda de poder (soberanía) compartido y el deseo de reconocimi­ento de quienes se consideran naciones. Habrá que volver sobre ello.

Pero más allá del imprescind­ible abordaje político y por mucho que se quiera pasar página, la carpeta judicial del proceso no se cierra con los indultos. Los dirigentes independen­tistas huidos al extranjero son una patata caliente para la justicia y para el Gobierno de España, aunque tal vez la anunciada reforma del Código Penal para actualizar el delito de sedición y evitar anacronism­os pueda ahorrar más contradicc­iones. A ello se suma la multitud de altos cargos que están punto de ser juzgados y que, en caso de ser condenados por los mismos hechos por los que los indultados van a ser parcialmen­te perdonados, generarán una situación paradójica que probableme­nte solo pueda resolverse por la vía del indulto. Y, mientras tanto, quizás convenga recuperar la idea de tipificar nuevamente como delito la celebració­n de un referéndum ilegal. Solo por si acaso. Cuanta más claridad en cuanto a los límites mejor.

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Astrid Barrio es profesora de Ciencia Política en la Universita­t de València.

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