El aeródromo republicano que hizo suyo la Legión Cóndor
Base de La Sénia
Para construir el aeródromo de La Sénia, a mediados de 1937, el Gobierno de la II República expropió 90 hectáreas de terreno y taló los 9.000 olivos que eran una de las fuentes de vida de la localidad, hoy conocida por su industria del mueble. Pronto sus ciudadanos vieron cómo se convertía en una base aérea con tres pistas cruzadas de tierra dura, sin hangares pero con un edificio para los oficiales y un burdel.
Pero en abril de 1938, el campo de aviación cayó en manos del Ejército franquista, que lo convirtió en base para la germana Legión Cóndor, siendo un enclave crucial por su cercanía a la zona de la Batalla del Ebro. Los nuevos mandos alemanes contrataron a mujeres de La Sénia para labores de limpieza y cocina pero también a prostitutas para el burdel que habían heredado de los republicanos, a las que dotaron de servicio médico.
Muchos de los soldados de Hitler, según muestran numerosas fotos, algunas, como las que los muestra comiendo sonrientes bajo los olivos, en la instalación de Torres, se tomaron aquella guerra como «unas vacaciones exóticas en el Mediterráneo». Las imágenes recuerdan también a dos pilotos a los mandos de un Katiuska, uno, Francisco Gómez, muerto en el bombardeo al aeródromo de diciembre de 1938, y Leocadio Mendiola, que participó en aquel ataque, casi suicida, y en el que realizó contra el acorazado nazi Deutschland. de semana lleva años reconstruyendo estos aviones con la dificultad de hallar piezas originales. «Cuando quedaban obsoletos, solían desmantelarlos para chatarra», apunta Bellaubí antes de explicar que para el bombardero pidió al presidente Putin, vía embajador ruso, un par de los neumáticos que llevaban los katiuskas: «¡A los tres meses llegaban por baliza diplomática!». También son originales de La Sénia tres bidones de combustible que Torres ha utilizado en la instalación.
No faltan las anécdotas de un proyecto que el director del MNAC, Pepe Serra, califica de «esfuerzo titánico» que ha costado 145.000 euros. Bellaubí revela cómo trajeron los aviones desmontados en cuatro y cinco partes, pero a un centímetro literal estuvo el caza de no pasar por la puerta de la Sala Oval. Un ingeniero dio con la solución: suspenderlo en el aire y entrarlo en diagonal.
La idea del sacrificio sobrevuela la instalación. Para construir el aeródromo de La Sénia, los republicanos talaron 9.000 olivos, «un acto radical para la economía del pueblo». Tres de estos árboles ya resecos, también están en la sala. Y recuerda además «el sacrificio de las mujeres reclutadas para el burdel de la base», que siguieron allí al llegar la Legión Cóndor. En un lateral, una gran foto de una prostituta semidesnuda sentada sobre un soldado alemán da fe del ambiente relajado de los que se sabían vencedores. «Me gustó porque rompe con la imagen iconográfica de la mujer miliciana durante la guerra».
Y, claro, el sacrificio bélico. Fue un Katiuska el protagonista del último bombardeo republicano sobre La Sénia, el 16 de diciembre de 1938. Murieron el piloto y el ametrallador. «Solo se salvó el observador, pero los alemanes se ensañaron con él porque sus bombas se habían cargado el burdel».