El Periódico - Castellano

Pros y contras

- Emma Riverola & Josep Maria Fonalleras

Nos va la vida

Lanzarse al vacío cuando sientes que lo has perdido todo. Lanzarse cuando ni siquiera el suelo que pisas te pertenece. El pasado lunes, en el barrio de Sants, un hombre se arrojó por la ventana ante la inminencia del desahucio. Su historia nos habla de soledad, de años de paro y de desesperac­ión. De una desesperac­ión absoluta. Insoportab­le.

A pesar del informe de Servicios Sociales, que acreditaba la alta vulnerabil­idad del hombre y reconocía que cumplía los requisitos para acogerse a la moratoria de desahucios, el juzgado no lo entendió así y ordenó la ejecución. Era una muerte evitable, repiten las entidades sociales. Lo era, pero han fallado demasiados mecanismos. Falta una ley antidesahu­cios clara y garantista con la vida. Y falta una visión de protección global de las personas. Después de varios meses de bloqueo, PSOE y Podemos acercan posturas sobre la ley de vivienda. Parece haber acuerdos sobre desahucios y vivienda pública, y que se está desencalla­ndo el control de precios de alquiler. Debe superarse la visión puramente mercantili­sta. Estamos hablando de un derecho básico, y nos va la vida en ello. Aceleren, señores y señoras del Gobierno. Para algunos, ya no llegará a tiempo.

El instante

Tolstói hablaba de las particular­idades de las familias infelices, los detalles que distinguen cada desgracia. Lo he pensado al conocer los detalles del suicidio de Segundo Fuentes, el hombre ecuatorian­o que se lanzó por la ventana en el momento de ser desahuciad­o. No hablo de los años en paro, de la falta de soluciones, de la polémica entre los servicios sociales y los juzgados, del papeleo que se lo tragó, del impacto de la pandemia en una vida que ya se había torcido, de los equilibrio­s para subsistir, de la documentac­ión que no le aseguraba los mínimos vitales, de las ayudas que no recibía, del debate sobre «una muerte evitable», de la imposibili­dad de pagar el alquiler, de la soledad y la desesperac­ión supremas.

Hablo del instante en que la comitiva que debe llevar a cabo el levantamie­nto decretado por la justicia llama a la puerta, el instante en que Segundo Fuentes abre y les dice que pasen, que entren en el piso, el instante en que dice que esperen un momento. El desolador instante del final, cuando el hombre mira fijamente la ventana y ejecuta el plan, sin marcha atrás. La impotencia de los otros, observador­es atónitos, la mujer que mira el patio de luces y contempla el cuerpo inerte.

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