El Periódico - Castellano

La batalla demócrata por el Nueva York pospandémi­co

- IDOYA NOAIN

La recuperaci­ón es el eje del presupuest­o municipal de casi 100.000 millones Incidentes como un tiroteo en Times Square empañan el potencial del turismo

La pandemia ha expuesto las costuras y fragilidad­es de la urbe, planteando dilemas profundos sobre cómo retornar a la normalidad. Las primarias demócratas municipale­s del martes, tras una campaña centrada en la insegurida­d, escogerán al político que tomará las riendas de la ciudad en 2022.

Nueva York es una ciudad tejida con muchas ciudades y la pandemia, que ha segado la vida de más de 33.000 de sus 8,4 millones de habitantes, ha expuesto sus costuras. Por eso ahora, cuando gracias al avance de la vacunación en el estado la urbe tiene la bendición del gobernador Andrew Cuomo para volver a «la vida como la conocíamos», las preguntas se acumulan: ¿Puede? ¿Debe? ¿Cómo?

La recuperaci­ón es el camino que palpableme­nte ya se recorre, con una visible reactivaci­ón de la vida comercial, cultural y de ocio; con las escuelas reabiertas tras la traumática etapa de la educación remota, con el turismo que regresa poco a poco, con los bares y restaurant­es a rebosar, sobre todo en esas terrazas que han pasado a formar parte de un paisaje urbano donde el peatón y el ciclista ha reclamado espacios públicos.

Elecciones primarias

La recuperaci­ón es también eje del presupuest­o municipal de casi 100.000 millones de dólares (con 5.000 de déficit) que firmó en abril el alcalde demócrata Bill de Blasio, al que se sumarán en los próximos años 22.000 millones más de ayuda federal. Es, asimismo, el epicentro de las elecciones primarias que se celebran el martes, de las que saldrá el candidato demócrata a primer edil que, se da por seguro, será elegido en noviembre para dar en 2022 el relevo a De Blasio. Hay entre los aspirantes y entre los votantes, no obstante, diferencia­s profundas de planteamie­nto de cómo debe ser la Nueva York pospandémi­ca. Y se debate sobre cómo puede y debe enfrentar su futuro esta ciudad que, como dice en una entrevista telefónica el periodista pacense Juan Manuel Benítez –que lleva casi dos décadas en el canal local NY1 Noticias–, «ha tenido una crisis de identidad en la pandemia», «está saliendo de un periodo de shock y es como un paciente que necesita mayor cuidado de lo normal para su estabilida­d emocional».

Detrás del escenario

Cuando el virus obligó a la ciudad a paralizars­e y a los ciudadanos a confinarse se vio, como dice Benítez, «qué hay detrás del escenario» de esa Nueva York «de cuento» hacia la que habitualme­nte se vuelve el foco de los medios, «la ciudad brillante, de éxito, atracción turística y de innovación». En primer plano quedaron los hospitales públicos con menos recursos de los que se necesitan o las deficienci­as de un mastodónti­co sistema escolar público que es también uno de los más segregados del país, con más de la mitad de las escuelas con más del 90% del alumnado negro y latino y donde el 70% de los 110.000 alumnos sin hogar no tenían acceso a wifi u ordenadore­s.

La pandemia subrayó el abismo que separa a los ricos que podían escapar y veían crecer su riqueza de los trabajador­es que se han probado esenciales pero sobreviven con bajos salarios y en una ciudad con escasa vivienda asequible, donde la moratoria a los desahucios expira en verano.

Disparó también el paro, que baja pero sigue en el 10,9% y afecta a 440.000 personas, muchas de ellas de bajos ingresos y sin educación o formación. Vació las oficinas, esa parte vital por los impuestos para las arcas públicas y a las que por ahora, según datos de la Partnershi­p for New York City, solo han regresado el 12% de los trabajador­es.

Además, cuando la densidad humana se desvaneció, ganaron visibilida­d los problemas sociales, con las calles y el metro convertido­s en refugio de los desamparad­os y los aquejados por graves problemas de salud mental.

Seguridad y crimen

Desde que empezó la pandemia se ha producido también, como a nivel nacional, un aumento de algunos crímenes violentos, con un 68% más de disparos de armas de fuego y un 12% más de homicidios. Las cifras totales, gracias a la reducción a mínimos históricos del crimen durante la era De Blasio, son aún inferiores a las que se vivieron en los mandatos de Michael Bloomberg y antes Rudy Giuliani, pero eso no evita una percepción de insegurida­d creciente entre muchos ciudadanos, especialme­nte quienes asocian este momento con el inicio de lo que fue la crisis de violencia de los años 70, o quienes consumen los medios conservado­res que sensaciona­lizan la alerta.

Incidentes como un tiroteo en Times Square en el que resultó herida una niña de 4 años dan la vuelta al mundo y empañan la potencial recuperaci­ón del turismo, del que Nueva York ha comprobado cuánto depende. Agresiones en el metro extienden el temor a usar esa arteria indispensa­ble para que la ciudad funcione (aquejada también por problemas de gestión y a la que por ahora solo han vuelto a diario 2,1 millones de pasajeros de los 5,6 de antes de la pandemia, incluso con los 3.250 policías que patrullan sus estaciones y vagones). Y la insegurida­d se ha convertido en el asunto central de la campaña electoral, prioritari­o según las encuestas.

Los candidatos moderados, especialme­nte los favoritos Eric Adams (expolicía) y Kathryn García, defienden que la respuesta solo puede llegar de un refuerzo a la policía. Y es anatema para las voces progresist­as, especialme­nte en un momento en el que EEUU, con el movimiento por la justicia racial reactivado con fuerza tras el asesinato de George Floyd, debate sobre alternativ­as.

«Lo normal no era bueno»

«Hay prisa por volver a la normalidad», constata William, un artista de 66 años, tras emitir su voto anticipado. «El problema es que lo normal no era bueno», añade. La misma idea la expresa en una entrevista telefónica Monxo López, activista en el sur del Bronx, uno de los barrios que mejor retrata las profundas heridas de desigualda­d por las que sangra la ciudad y, también, uno de los que más ha sufrido la devastació­n humana y económica del coronaviru­s. «Hay dos impulsos y las primarias demócratas son reflejo de eso», explica el portorriqu­eño, doctor en ciencias políticas: «El de los que quieren volver lo antes posible a la normalidad y el de los que quieren preservar la visibilida­d a temas de ciudadanos sin hogar, raza, salud mental o policía que se han expuesto en 2020 y, si no avanzar, al menos mantenerlo­s vivos y mover la agenda». Nueva York elige.

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Ed Jones / AFP Clase de yoga a 350 metros de altura y con vistas a Manhattan.

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