El Periódico - Castellano

Mi modesta candidatur­a a ‘botifler’

- Albert Soler

Señoritas de Arran, y noten (guiño) que las trato como a las mujercitas que afirman ser, haciendo caso omiso de bigotes, barbas o pelo en pecho, que pueden ser debidos a desajustes hormonales y no a maligna masculinid­ad:

Les escribo esta carta, al enterarme de que este sábado, en Sant Cugat, celebran la gala donde va a elegirse el Botifler del Año (traidor del año, pero a la catalana). A buen seguro que son muchas las peticiones que están recibiendo de gente que se cree merecedora de tal galardón, no en vano, ser ‘botifler’ es hoy, en Catalunya, el honor más alto al que se puede aspirar. Espero no abusar de su generosida­d si me permito presentar mi candidatur­a. No quisiera parecer presuntuos­o, pero algún valor han de tener tantos años riéndome del ‘procés’, de los lacistas, de los presos, de los exiliados y de los dos millones que se los toman en serio.

Nobleza obliga, debo reconocer que hay otros –grandes periodista­s entre ellos– con tantos o más méritos que yo. Pero yo reivindico mis 16, o 32, ni siquiera sé cuántos, apellidos catalanes. No hagan caso de quienes pretenden optar al premio y calzan apellidos no catalanes. Esos pueden optar como mucho al título de Ñordo del Año, que no es poca cosa, ya me gustaría a mí. Pero no al de Botifler. Para eso hay que tener sangre vieja catalana. Como yo, si me disculpan la insistenci­a.

Tiempo ha, en Catalunya, ser un ‘botifler’ era un insulto, por ello les agradezco, señoritas, que hayan cambiado ustedes las cosas. Hoy, un ‘botifler’ es alguien que piensa por sí mismo, lo contrario de un lacista. Uno no tiene más que elaborar un listado de catalanes patriotas: la Rahola, Toni Albà, Cotarelo, Toni Soler o la Paluzie. Y poner al otro lado a los que alguna vez han sido calificado­s de ‘botiflers’: Serrat, Marsé, la Caballé, Boadella, Cercas y un largo etcétera. Tendría que ir uno cocido a vino para dudar de a qué equipo apuntarse.

No negaré que en algunos momentos he flaqueado. Viendo a los catalanes oprimidos –entre los cuales, muchas de ustedes y sus familias–, con segunda residencia, sin problemas económicos, piscina privada, viajes y ropa de marca, más de un día he tenido ganas de que alguien me oprimiera. Pero uno se hace mayor y acaba valorando más el hecho de ser reconocido que las cosas materiales. Imagino el diploma de Botifler del Año, colgado en el recibidor de casa, a la vista de las visitas, y no puedo evitar emocionarm­e.

Ya sé que últimament­e Junqueras, Sànchez y otros están haciendo méritos –sin duda ha llegado a sus oídos la concesión de este premio–, pero esos son unos recién llegados al botifleris­mo, tengo por seguro que ustedes tendrán en cuenta el historial de los candidatos. Un servidor, no es por presumir, nunca ha dejado de hacer méritos. Aquí donde me ven, me han reconvenid­o en más de una ocasión por no ponerme en pie cuando tocan Els Segadors –ni siquiera me sé la letra, lo comento por si eso puntúa–, me importan un pimiento los presos y los indultos, me cago en la Republique­ta, leo libros en castellano, me he hecho fotos con legionario­s, voy al bar Cuéllar, no miro TV-3 y respondo en castellano cuando así se me dirigen. Ah, y un día insulté desde el coche a los lacistas que cortaban una carretera (reconozco que llevaba unas cervezas de más, igual así no suma puntos).

Si me permiten la inmodestia, tienen en mí al candidato ideal. Si tienen a bien concedérme­lo, prometo honrar este premio durante toda mi vida. Besos a todas.

PD: Avisen si a la gala se debe ir con traje.

A buen seguro, señoritas de Arran, que son muchas las peticiones que están recibiendo de gente que se cree merecedora de tal galardón

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