Janet Malcolm, periodista de, por y para la verdad
La escritora estadounidense, una de las firmas más reconocidas del ‘New Yorker’, fallecida el pasado jueves víctima de un cáncer de pulmón, tiene en su haber dos obras maestras de la literatura periodística como ‘El periodista y el asesino’ y ‘La mujer en
«Todo periodista que no sea demasiado estúpido o demasiado engreído para no advertir lo que entraña su actividad sabe que lo que hace es moralmente indefendible. El periodista es una especie de hombre de confianza que explota la vanidad, la ignorancia o la soledad de las personas, que se gana la confianza de estas para luego traicionarlas sin remordimiento alguno». Con este famosísimo aforismo se inicia una de las obras más conocidas de la gran periodista norteamericana Janet Malcolm, El periodista y el asesino, (Gedisa). Malcolm falleció el pasado jueves en Nueva York a los 86 años.
En el momento de su publicación original en 1990 esta obra que analiza la labor de un colega, el reportero Joe McGinnis, y del sujeto de su reportaje, Jeffrey MacDonald,
un médico acusado del asesinato de su mujer y sus dos hijas, volvió a sacar a la palestra el viejo dilema deontológico entre la búsqueda de la verdad y los peligros de embellecer esta a golpe de literatura periodística. Es sabido que el nuevo periodismo echa a andar con la novela-crónica A sangre fría, basada en la engañosa confianza que Truman Capote se ganó por parte de uno de los criminales reales de la historia: el asesinato despiadado de una familia en Kansas. Capote necesitaba que el criminal fuera ajusticiado antes de que apareciera la novela para que nadie desdijera su versión. Una relación similar se estableció entre McGinnis y el asesino, aunque en este caso el autor hizo del objeto de su reportaje alguien más interesante de lo que realmente era.
Desde entonces, el cínico adagio «no dejes que la realidad te estropee un buen artículo» tuvo en Malcolm a su principal detractora y con su proverbial carácter autocrítico su trabajo abrió la puerta a una estricta verificación de datos con la que el periodismo del siglo XXI se enfrenta a las fake news. Aunque en su momento la profesión se dividió entre detractores y defensores de la autora –entre estos Nora Ephron y Gore Vidal–, El periodista y el asesino hoy es considerado un libro fundamental para la formación de los jóvenes periodistas en Estados Unidos.
Sin temor a la polémica
Así, los reflexivos reportajes de Malcolm, en los que ella se muestra en el centro de la historia como opinadora y analítica narradora de base psicoanalítica, le atrajeron numerosas críticas con los mismos argumentos que también podrían aplicarse igualmente a sus colegas masculinos, como Gay Talese o Thomas Wolfe, sin que a ellos nadie les reprochase nada de esto. La periodista no temía a la polémica ni a desenmascarar verdades oficiales y establecidas . Ella sabía muy bien que el periodismo cuenta una verdad que siempre está teñida de incertidumbre.
De ese convencimiento surge uno de sus mejores trabajos, el fascinante reportaje La mujer en silencio (Gedisa), que persigue el mito de la poeta suicida Sylvia Plath desbrozándolo de todo el ruido que arrastran las interpretaciones de su figura como víctima o como vengadora neurasténica tras el abandono de su marido, Ted Hughes. Lo mejor de este trabajo es que no exige un interés especial por parte de Plath. Su investigación puede seguirse como una novela policiaca, mientras quedamos atrapados por los vericuetos de las pesquisas e indagaciones.
A mediados de los años 80 se dio a conocer con un reportaje aparecido en el New Yorker, que acabaría siendo su casa habitual, y que se titulaba In the Freud Archives. Ahí ella misma no se libró de la polémica cuando el psicoanalista que protagonizaba el reportaje la acusó de haberse inventado citas textuales. Uno de sus autores de cabeceras fue Chéjov.
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