La isla de los turistas y los subsaharianos
Muchos italianos han sustituido Formentera por Lampedusa, la islita situada 205 kilómetros al sur de Sicilia y a 113 de Túnez que ha llegado a recibir este verano a más de 700 inmigrantes en un solo día.
Los italianos han cambiado este año su destino de vacaciones al sustituir Formentera por Lampedusa, ahora doblemente saturada. Tras recibir a centenares de inmigrantes, esta pequeñísima isla situada 205 kilómetros al sur de Sicilia y a 113 de Túnez debe hacer frente a una enorme ola de visitantes que no vienen por mar, sino por aire: la llegada de numerosos turistas italianos coincide con la de hasta 700 subsaharianos en barcas en un solo día.
Este verano, los aproximadamente 6.300 habitantes de Lampedusa acogen de forma continuada a más de 25.000 visitantes por ocio provenientes de la península italiana. Mientras tanto, un millar largo de personas originarias de Libia y Túnez permanecen en la isla hasta que son trasladadas a tierra más firme, en Nápoles o Palermo, para permitir de esta manera la llegada de más inmigrantes a la zona.
El fenómeno en Italia se generaliza. Tras la dura situación sanitaria vivida en el último año y medio por la pandemia de coronavirus, los italianos prefieren quedarse este año en su país para gastar sus ahorros en él, en vez de hacerlo en sus destinos habituales, como Formentera y el balneario egipcio de Sharm el-Sheij, uno de sus preferidos. Afirman que se sienten, de esta manera, más protegidos y tutelados.
No es una excepción
De hecho, la pequeña isla de Lampedusa no es la única que está recibiendo de manera excepcional más visitantes de lo habitual: los Alpes también han sido invadidos por ciudadanos provenientes de Milán, Roma y Bolonia. No obstante, aunque prefieran Lampedusa como destino y se sientan más protegidos en ella, el hospital más próximo está en Túnez y eso les comporta una doble preocupación en cuanto a multitudes y contagios de covid. Es más, al no haber ningún centro sanitario en la isla, hasta las embarazadas deben de ir a Palermo semanas antes del parto.
Lampedusa destila simplicidad, no existen villas puramente turísticas ni animación nocturna. Tiene uno de los mares más bellos del mundo y el aire es puro. Es una propuesta irresistible para su rango de clientes. El fondo de mar es de un tono turquesa claro, pero está en serio peligro con esta nueva masificación de sus playas: en 2020, la contratación de alojamientos cayó a menos de la mitad, pero este año han doblado el número de reservas de 2019. Una verdadera locura que amenaza con desbordar la isla. Los precios para una semana, vuelo y estancia incluidos, oscilan entre los 500 y los 800 euro por persona, dependiendo de la distancia con la playa más cercana.
Sin contacto directo
Todos estos nuevos turistas seguramente son conscientes de la gran masificación de ciudadanos que, como ellos, han preferido visitar este año Lampedusa antes que otro destino. Incluso así, lo más seguro es que ninguno se haya fijado en la cantidad de barcas de inmigrantes y refugiados que llegan día tras día.
Salvatore Totó Martello es el equivalente al alcalde de Lampedusa y Linosa, un islote aún más minúsculo al norte. Explica que a los inmigrantes que llegan hasta estas tierras se les sella un documento, pasan un reconocimiento médico y acaban en el barco de cuarentena. De esta manera no tienen ningún tipo de contacto con los visitantes de ocio. Martello quiere evitar que los nuevos turistas que aún están por llegar teman contagiarse de covid y cancelen sus reservas para este verano.
La isla dispone de un Loran-C, un centro de comunicaciones actualmente en desuso reconvertido en un centro de acogida para las mujeres y los niños arribados a la isla. Pese a ello, los habitantes permanentes hablan de cordadas humanas hechas para rescatar a náufragos y de su seria candidatura al Premio Nobel de la Paz en 2016, entre otros prestigiosos galardones, pero al final muestran el cansancio por la deficiente gestión de las masivas llegadas de inmigrantes y refugiados.
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