El Periódico - Castellano

La mirada femenina del cine de terror

La Palma de Oro conseguida por la directora francesa Julia Ducournau con su impactante película ‘Titane’ pone de relieve el imparable auge del cine de género realizado por mujeres en los últimos años.

- BEATRIZ MARTÍNEZ

Julia Ducournau ha hecho historia en el Festival de Cannes gracias a su segunda película, Titane. Por primera vez una mujer ha ganado en solitario la Palma de Oro (Jane Campion la ganó por El piano ex

aequo junto a Chen Kaige en 1993) y lo ha hecho a golpe de poderío y radicalida­d, con una película que utiliza los mecanismos del género para hablar de la ruptura de los arquetipos de la identidad y de la violencia que se ejerce sobre las mujeres, todo ello a través de una estética tan arrollador­a como impactante.

Este premio es importante por muchas razones. Durante los últimos años el cine de terror dirigido por mujeres se ha convertido en un poderoso territorio de exploració­n que entronca con las reivindica­ciones de la nueva ola feminista surgida tras el #MeToo. Una nueva generación de directoras se ha encargado de renovar el terror contemporá­neo para imponer por fin su visión del mundo por encima de la mirada heteropatr­iarcal que había dominado hasta el momento, para liberarse de todas las convencion­es represivas y reivindica­r que la mujer no está dispuesta a ser un objeto pasivo, sino un arma de subversión y renovación preparada para romper con todos los tabús heredados.

Así, la Palma de Oro a Titane no supone la legitimaci­ón de un fenómeno ni su culminació­n, sino un gesto icónico sobre el que sustentar las bases del futuro. Ya no se trata de excepcione­s esporádica­s, como ocurría en la década de los 60, con personalid­ades iconoclast­as como las de Stephanie Rothman o Barbara Peeters, outsiders al margen de la industria que contribuye­ron a aportar cierta conciencia de género dentro de la explotatio­n de la factoría Corman. Ya se ha superado esa barrera y estamos hablando de una auténtica armada invencible que abarca desde las propuestas más autorales al cine mainstream.

El camino no ha sido fácil, pues la falta de referentes hasta hace muy poco resultaba flagrante. La mayor parte de las mujeres que dirigían terror terminaban absorbidas por la industria y no volvían a dejar su impronta nunca más. Hemos asistido a varios fenómenos esporádico­s, como el de Mary Harron adaptando la controvert­ida novela de Bret Easton Ellis American Psycho (2000) y a supervivie­ntes de largo recorrido que han sabido adaptarse a los nuevos tiempos, como Karyn Kusama, que en

Jennifer’s body firmó una provocador­a coming-of-age en la que los clichés del cine de instituto y las hormonas revueltas adquirían una dimensión inesperada, para seguir evoluciona­ndo en parábolas sociales tan incómodas y turbadoras como La invitación, ganadora del Festival de Sitges en 2015.

El germen, en las márgenes

Pero el germen de toda esta nueva hornada habría que buscarlo en los márgenes, que es donde se encuentran siempre las propuestas más libres y rompedoras, en películas como American Mary, de las gemelas Jen y Sylvia Soska, que aplicaron su fascinació­n por la subcultura de la modificaci­ón corporal para componer una sátira perversa y gore en torno a la deshumaniz­ación de la mujer como objeto sexual. O The love witch, de Anna Biller, una exuberante fantasía camp que reinterpre­ta la iconografí­a de la brujería desde un punto de vista feminista. También en directoras como Jovanka Vuckovik y Roxanne Benjamin.

A partir de ahí, muchas autoras han buscado su propio espacio para hablar de muchos de los miedos asociados a la condición femenina que hasta el momento habían sido utilizados por los hombres para generar un espacio de sometimien­to. Así, en Prevenge, Alice Lowe le daba la vuelta a la imagen de la embarazada feliz para convertirl­a en algo más impredecib­le y amenazador, convirtien­do la maternidad en una caja de resonancia­s de todos los males de la sociedad. Algo parecido ocurre en Babadook, de Jennifer Kent, en la que el duelo, la pérdida y el miedo a no saber gestionar la relación entre madre e hijo terminarán materializ­ándose en una criatura que se nutre de los traumas de la protagonis­ta para intentar amenazar su estabilida­d mental, otra de las cuestiones que los hombres han utilizado históricam­ente para desacredit­ar a las mujeres.

En Relic, de Natalie Erika James, se ponía de manifiesto de qué manera la herencia genética y familiar

El gran triunfo de ‘Titane’ es un gesto icónico en el que sustentar las bases del futuro

puede constituir una fuente de terror y de cómo las mujeres perpetúan el rol de cuidadoras hasta asfixiarla­s y anularlas. También el matrimonio puede ser una forma de abducción. Es lo que pone de manifiesto Honeymoon, de Leigh Janiak, que acaba de dar el salto a Netflix a través de la trilogía La calle del terror.

Se trata de relatos que adquieren un tono más simbólico y cotidiano, como si el elemento fantástico que las sustenta se diluyera para establecer una relación más íntima y auténtica con la propia naturaleza monstruosa, dándole un nuevo y revelador sentido. Hemos asistido a nuevas reinvencio­nes del cine de vampiros de la mano de Ana Lily Amipour en Una chica vuelve a casa sola de noche, del rape & revenge en cintas como Revenge de Coralie Fargeat y del canibalism­o en Crudo, la ópera prima de Ducournau que ya ponía de manifiesto uno de los leit motiv de esta nueva corriente: el cuerpo de la mujer como prisión que se convierte en espacio para la transforma­ción, para la liberación.

La New French Extremity

Se ha hablado mucho de la vinculació­n de Ducournau con el cine de David Cronenberg, pero sus referencia­s también tienen mucho que ver con otros trabajos dirigidos por mujeres dentro del ámbito francés en lo que se llamó a principios de los 2000 la New French Extremity. Entre sus miembros se encontraba una nómina de auténticas francotira­doras como Virginie Despentes y Coralie Trinh Thi (Fóllame), Catherine Breillant (Romance X) y, sobre todo, Claire Denis con Trouble everyday y Marina de Van con En mi piel, dos auténticos tratados sobre las necesidade­s primarias del cuerpo femenino que ponían de manifiesto los binomios tortura/placer, sexo/muerte desde una óptica visceral y convulsa que también está presente en el trabajo de Ducournau, solo que en este caso adaptado a las nuevas formas de expresión femenina de nuestro presente en el que las cuestiones de género también se someten a una nueva revisión teórica.

La nómina de mujeres que abordan el cine de terror desde perspectiv­as inéditas, tanto formales como narrativas, no para de crecer. El año pasado asistimos a la revelación de Rose Glass gracias a Saint Maud, que utiliza la religión como mecanismo represivo para generar culpa y castigo, y de Amy Seimeitz, que en She dies tomorrow conectaba directamen­te con los terrores pandémicos a través de una historia sobre la paranoia que genera el sentimient­o de alienación. n

 ?? Christophe Simon / AFP ?? La directora francesa Julia Ducournau, después de haber conquistad­o la Palma de Oro en Cannes, el domingo pasado, con su película ‘Titane’.
Christophe Simon / AFP La directora francesa Julia Ducournau, después de haber conquistad­o la Palma de Oro en Cannes, el domingo pasado, con su película ‘Titane’.
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Amy Seimetz, directora de ‘She dies tomorrow’.
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Karyn Kusama. directora de ‘La invitación’.
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Rose Glass, directora de ‘Saint Maud’.
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Jennifer Kent, directora de ‘The Babadook’.

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