El Periódico - Castellano

La guerra después de Mariúpol

- RICARDO MIR DE FRANCIA

La ciudad portuaria es ahora un erial en ruinas, sin más valor que su ubicación geográfica

La mayor conquista de Putin es también el símbolo de la heroicidad ucraniana y un puerto con notable valor estratégic­o. En el Donbás se podría decidir si el Ejército ruso trata de conquistar también Odesa para hacerse con todos los accesos ucranianos al mar Negro y usarla para unirla con la Transnistr­ia moldava, o se queda estancado.

La batalla de Mariúpol ocupará un lugar destacado en los anales de la guerra en Ucrania. Es allí donde la heroica ucraniana ha alcanzado sus cotas más altas, casi sobrenatur­ales, después de que unos centenares de combatient­es escondidos en la ratonera subterráne­a de la planta de Azovstal mantuviera­n ocupadas durante semanas a las tropas rusas, restringie­ndo su capacidad para concentrar­se en otras latitudes. Pero es también innegable que Mariúpol es la mayor victoria de Vladímir Putin hasta la fecha, por más que haya reducido a escombros una ciudad de 450.000 habitantes, como hizo antes en Alepo o Grozni. Y aunque el valor estratégic­o del principal puerto ucraniano en el mar de Azov es incuestion­able, su peso en el curso de la guerra podría depender más del jugo simbólico que cada bando le saque que de la utilidad real de una ciudad en ruinas.

Para Putin y sus aliados ucranianos, Mariúpol se había convertido en un asunto personal, después de que las fuerzas separatist­as de Donetsk y Luhansk trataran de conquistar­la sin éxito a principios de 2015, meses después del inicio de la revuelta prorrusa en el Donbás. Como premio a su resistenci­a, el Gobierno ucraniano la convirtió en capital de la provincia de Donetsk y sacó la chequera para invertir en la ciudad.

Se remozaron los viejos edificios públicos y se construyer­on nuevos parques e institutos tecnológic­os. Alejándose de la guerra unos kilómetros más al norte, el hombre más rico del país, Rinat Ajmétov, optó también por hacer de la ciudad de Mariúpol la sede de su emporio empresaria­l.

Putin no ha buscado, sin embargo, apoderarse de los recursos de la ciudad. Con una poderosa industria metalúrgic­a y de maquinaria, además de un puerto esencial para las exportacio­nes de grano y acero, Mariúpol aportaba cerca del 3% del PIB ucraniano antes de la guerra. Ahora es un erial en ruinas, sin más valor que su ubicación geográfica, que permitirá al Ejército del Kremlin establecer un corredor terrestre entre Crimea y el Donbás, monopoliza­r el control del mar de Azov y acortar las distancias entre Rostov del Don, una de las ciudades rusas que sirvió de punta de lanza militar para la invasión, y la península de Crimea. «No creo que vaya a tener ningún efecto en el curso de esta guerra», asegura a este diario el analista ruso del Crisis Group, Oleg Ignatov.

«La captura de Mariúpol se esperaba desde hace tiempo. El Ejército ruso ya había trasladado el grueso de sus tropas en la ciudad a otras zonas del Donbás, de modo que la toma de Azovstal no liberará demasiados efectivos. En estos momentos, el valor de Mariúpol es más que nada simbólico», añade Ignatov. De las grandes ciudades ucranianas, el Kremlin solo había conquistad­o hasta ahora el puerto meridional de Jersón, que cayó en la primera semana de la guerra. Sus objetivos más ampulosos se han ido deshinchan­do de forma calamitosa. En el norte, tuvo que retirarse de Kiev, Chernígiv y Sumi tras semanas de asedio incesante. Y más recienteme­nte ha sido prácticame­nte expulsado de la región de Járkov, la segunda ciudad del país, situada en el nordeste.

Eso deja al Donbás como la clave de esta guerra, donde se podría decidir si el Ejército ruso trata eventualme­nte de conquistar también Odesa para hacerse con todos los accesos ucranianos al mar Negro y utilizarla potencialm­ente para unirla con la Transnistr­ia moldava, o se queda estancado donde está.

Con el tiempo en contra

Los analistas coinciden en que el tiempo corre en su contra, dado el armamento pesado que le está llegando al Ejército ucraniano desde Occidente. «Los rusos se están quedando sin equipamien­to, particular­mente misiles avanzados, y, en paralelo, los ucranianos se están haciendo cada día más fuertes», dijo a France Presse el analista del Royal United Services Institute británico, Neil Melvin.

Pero el Kremlin puede utilizar a los militares del Batallón Azov, que defendían Azovstal, para reforzar su narrativa. Putin los había convertido en el símbolo de la ideología fascista, y ahora muchos de esos militares están en poder de sus tropas. Desde la Duma rusa se pide que sean juzgados como «criminales de guerra» y su Tribunal Supremo sopesa su designació­n como «organizaci­ón terrorista. ■

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Ministerio de Defensa de Rusia / Reuters Ciudadanos ucranianos se recuperan tras la rendición de Mariúpol.

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