El Periódico - Castellano

El Giro vuela a 47 por hora sin Girmay tras hacer historia

El ciclista eritreo, primer corredor negro en ganar una etapa de una gran vuelta, abandonó por culpa del impacto del corcho de la botella de vino del podio.

- SERGI LÓPEZ-EGEA

Fue una tremenda injusticia y ayer, sin querer y sobre todo sin estar en carrera, Biniam Girmay siguió siendo el protagonis­ta de un Giro que voló a 47 kilómetros por hora para acabar con un esprint anunciado y la primera victoria italiana gracias a Alberto Dainese, compañero de Romain Bardet en el DSM alemán.

El esprint era la única opción en una jornada llana como la mano, con 203 kilómetros que no invitaban a ninguna emoción pero al menos con el viento a favor para evitar un retraso considerab­le. Richard Carapaz estuvo muy atento y restó tres segundos en una meta volante. Empató a tiempos con Joâo Almeida, ambos, ahora, a 12 segundos de la maglia rosa que Juanpe López sigue paseando con gallardía por las carreteras italianas.

Ha tenido que producirse un accidente grave con un tapón de vino espumoso para que la dirección del Giro hiciera algo tan sencillo como dar las botellas abiertas a los ciclistas. Ellos son deportista­s y difícilmen­te expertos en el arte vinícola. Pero es que resulta imposible por el peso abrir sin estar en el suelo una botella de vino de tres litros. Con el líquido caliente el gas actúa con mayor rapidez por lo que no resultó extraño que el tapón de corcho impactase en el ojo izquierdo de Girmay, que acabó en el hospital y quien no pudo tomar la salida en la 11ª etapa del Giro.

Y hubo que esperar a que el vino espumoso, Prosseco por más señas, dañase a un corredor para entregar las botellas abiertas, tal como han hecho organizaci­ones de otras carreras. Porque Mathieu van der Poel ya recibió un golpe con el corcho en su cara y Juanpe (el líder también dispone de botellón) tuvo que apartarse para esquivar el tapón. Hace unos años Superman sufrió igualmente los efectos del corcho en el Giro.

A su casa de San Marino

Girmay, primer ciclista negro en ganar una etapa en una gran vuelta, ya se fue ayer a su casa de San Marino, país donde reside, sin un objetivo claro en lo que queda de temporada, en un 2022 en el que había centrado todas sus ilusiones en destacar, como ciertament­e ha hecho, en el Giro de su debut.

El corredor eritreo ya ha entrado en las páginas de la historia ciclista, la que buena parte del siglo XX solo estaba reservada a corredores franceses, italianos, belgas, españoles, neerlandes­es y luxemburgu­eses. Hasta 1971, con la victoria en el Giro del olvidado Gösta Pettersson, un sueco que se movía a las mil maravillas en las contrarrel­ojes, no se contabiliz­ó ningún triunfo que no fuera de corredores de las nacionalid­ades tradiciona­les. Y en el Tour la hegemonía europea la rompió en Greg Lemond en 1986, un año antes de la victoria de Lucho Herrera, en el nombre de Colombia, y en la Vuelta.

Girmay ya es una realidad, aunque por el accidente se haya perdido la posibilida­d de seguir sumando algún otro triunfo en Italia, con varias opciones por el camino antes de los Dolomitas. ■

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Efe / Maurizio Brambatti Dainese, con una botella como la del accidente de Girmay, en el podio.

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