¿Qué hace una película rusa en la competición?
Tchaikovsky’s wife es una película rusa. Por ese motivo, horas antes de que fuera presentada ayer a competición en Cannes, miembros de la Agencia Estatal Cinematográfica Ucraniana (USFA) exigieron sin éxito que fuera retirada de la programación. Y también por ese motivo el director del certamen, Thierry Frémaux, se vio obligado a dar explicaciones durante su encuentro con la prensa este pasado lunes.
Considerando que el festival francés anunció su boicot a cualquier profesional de la industria conectado con el Gobierno ruso, ¿qué hace en su competición una película entre cuyos productores figura el oligarca ruso Roman Abramovich? La respuesta –«La incluimos porque fue rodada antes de la guerra y las consiguientes sanciones contra Rusia»– no convenció a casi nadie.
Desafío al Kremlin
En cualquier caso, Tchaikovsky’s wife funciona de varias maneras como cuestionamiento de la idea del boicot a todo lo ruso. Su director es Kirill Serebrennikov, firme opositor del régimen de Vladímir Putin que en su día pasó una larga temporada en situación de arresto domiciliario a causa de sus opiniones –sus dos ficciones inmediatamente anteriores a esta, Leto (2018) y Petrov’s flu (2021), fueron presentadas aquí sin su presencia–; es una obra cinematográfica que desafía la propaganda del Kremlin, que trató de ocultar la homosexualidad del más famoso compositor ruso con el fin de convertirlo en icono de la ideología soviética; y, además de todo ello, es una película magnífica.
Centrada en la mujer inocente y obsesiva con la que Tchaikovsky accedió a casarse con el fin de esconder su condición sexual al público, y a la que destruyó psicológicamente con su desinterés, es una apabullante tragedia romántica sobre un amour fou convertido en obsesión fatal, una reflexión sobre los monstruos que la represión genera y un sutil alegato en contra de la idolatría ciega; como
Leto y Petrov’s Flu, pues, cine político disfrazado de drama de época.
Visualmente cautivadora
También es una obra visualmente cautivadora, que exhibe un clasicismo y una elegancia hasta ahora inéditos en la filmografía de su director, y que aun así confirma su talento para alternar atmósferas y hasta transitar entre el mundo real y los confines del delirio con un simple movimiento de cámara. Este año, Serebrennikov sí ha viajado a Cannes. «Mi patria ha destruido otro país. Es muy doloroso, muy triste, una catástrofe para todos, para Europa, para ambos bandos», afirmó ayer. Por si alguien necesitaba más pistas sobre su postura frente a la guerra desatada por Rusia.