El Periódico - Castellano

La brecha del agua se abre en las ciudades

Un estudio publicado en ‘Nature Sustainabi­lity’ alerta sobre cómo las desigualda­des sociales están provocando un reparto injusto de los recursos hídricos en más de 80 ciudades de todo el mundo.

- VALENTINA RAFFIO

El mundo se enfrenta a una grave crisis de escasez de agua. El avance de la crisis climática, el aumento general de las temperatur­as y la falta de precipitac­iones ya han activado la alerta por sequía en más de 80 grandes ciudades de todo el mundo: desde Sídney hasta Barcelona. Pero la escasez de agua no afecta igual a todos los habitantes del territorio. Según advierte un nuevo estudio publicado en Nature Sustainabi­lity, las desigualda­des sociales dentro de una misma ciudad están provocando una verdadera brecha del agua. Mientras «las élites urbanas consumen agua en exceso para su ocio personal, como llenar piscinas o regar sus jardines», los colectivos más vulnerable­s son los que sufren las condicione­s de escasez.

La investigac­ión, liderada por un equipo internacio­nal de científico­s, toma como punto de partida el caso de Ciudad del Cabo (Sudáfrica). Esta localidad lleva casi una década sufriendo graves problemas de escasez de agua. Según apunta el análisis liderado por Elisa Savelli, de la Universida­d de Uppsala, los hogares más ricos de la ciudad representa­n menos del 14% de la población y consumen más del 51% del agua disponible. Los hogares de bajos ingresos, por el contrario, albergan el 62% de la población y solo consumen el 27%.

Esta misma dinámica se ha observado en más de 80 ciudades de todo el mundo, incluidas Barcelona, Londres, Roma, Miami, Tokio, Melbourne, El Cairo, Moscú, Sídney, Sao Paulo y Ciudad de México. En Barcelona, por ejemplo, los registros de Aigües de Barcelona también reflejan esta brecha en el consumo de agua entre las zonas más y menos ricas de la ciudad. En Sarrià-Sant Gervasi, el distrito con mayor renta, el consumo medio doméstico asciende a los 128 litros por persona y día. En Nou Barris, la zona con menor renta, el consumo diario es de 92 litros. Estas cifras se explican, en gran parte, por la huella hídrica de actividade­s asociadas a las zonas pudientes como el riego de jardines privados (que requiere unos 400 litros por cada cien metros cuadrados) o el llenado de piscinas (que necesita una media de 48.000 litros).

«El cambio climático y el crecimient­o de la población están convirtien­do el agua en un recurso cada vez más escaso en las ciudades pero, más allá de estos factores, vemos que las desigualda­des sociales son el gran escollo para que los colectivos más vulnerable­s tengan acceso justo al agua», destaca Hannah Clocke, hidróloga de la Universida­d de Reading. «Ya hemos visto cómo las sequías y el uso insostenib­le de los recursos ha provocado situacione­s de escasez en ciudades de todo el mundo. En un futuro, esta crisis podría empeorar aún más a medida que se amplía la brecha social entre ricos y pobres», añade la experta.

El estudio también hace hincapié en el tipo de medidas que hasta ahora se han planteado para lidiar con la escasez de agua. En este sentido, los expertos critican las «estrategia­s reactivas» basadas en mantener y aumentar el suministro de agua mediante soluciones técnicas (como crear más infraestru­cturas para obtener y reciclar recursos hídricos). Una de las principale­s críticas a las que apuntan es que, dado que este tipo de medidas pueden provocar un aumento de la factura del agua, esto perjudica sobre todo a los colectivos más vulnerable­s (y que menos agua consumen) ya que son los que no pueden pagar el sobrecoste.

Grupos privilegia­dos

Los expertos piden apostar por estrategia­s más proactivas basadas en «reducir el consumo de agua insostenib­le» de las grandes metrópolis afectadas por la sequía. Sobre todo porque, según reflejan los registros, los grupos más privilegia­dos acaparan la gran mayoría de recursos hídricos de las ciudades «para funciones no esenciales o de ocio como, por ejemplo, regar jardines residencia­les o llenar piscinas». «Necesitamo­s desarrolla­r formas más justas de compartir el agua en las ciudades porque, de seguir así, en un futuro todos podrían sufrir las consecuenc­ias de la escasez de agua», zanjan los expertos.

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Amanda Perobelli / Reuters Barrio rico y otro pobre en Brasil.

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