Entre la pedofilia y la conspiranoia
El escritor, fallecido ayer a los 86 años, orquestó una vida excéntrica habitada por el abuso a menores, el misticismo, la exhibición erótica y las teorías de la conspiración. En los últimos años acabó convirtiéndose en el intelectual de cabecera de Santi
Polémico, criticado, discutido, contradictorio... Estos y muchos otros adjetivos se pueden aplicar al currículo profesional y personal de Fernando Sánchez Dragó, un escritor y comunicador sin filtro que protagonizó momentos hilarantes.
1 Infancia angélica . Niño bien del barrio de Salamanca, hijo de periodista republicano asesinado durante la Guerra Civil aunque la familia fuera poderosamente conservadora, cultivó desde sus primeros años una imagen excéntrica. De pequeño, tuvo un amigo invisible, pero no uno cualquiera sino un ángel de la guarda al que llamaba Jai, cuyas andanzas explicaba con mucho detalle para pasmo de los suyos, quienes reafirmaron con admiración su ya poderoso ego. Estaba claro que le gustaba llamar la atención.
2 Estudiante díscolo. Fue alumno aplicado en el Colegio del Pilar, fábrica de prohombres del momento, aunque su rebeldía le condujo a conseguir un carnet del PCE, lo que le llevó tres veces a prisión y, en 1964, a un exilio más bien dorado que lo paseó por media Europa y sobre todo por Asia, una de sus grandes querencias. Con el tiempo, rechazó la ideología comunista por demasiado gregaria y propugnó un anarquismo individualista.
3 A orillas del Ganges. En 1968, en las escaleras hacia el río en Benarés, bebido y drogado, sufrió una epifanía, una caída del caballo que lo transformó en un hombre espiritual. Sus creencias eran un batiburrillo de religiones orientales que usó para crear el libro que lo convirtió en el bicho raro más famoso del tardofranquismo: Gárgoris y Habidis.
4 Negacionismo vocacional. De vuelta a España, convertirse en un personaje televisivo le ayudó a popularizar una figura con la que básicamente se dedicó a jugar a la contra con un punto de cinismo, sin importar que aquello se aviniera mal con su espiritualidad. Lo que importaba era llamar la atención. Defensor de la tauromaquia, opositor del progreso tecnológico y el aborto, y partidario de mil y una teorías de la conspiración, incluso se negó a creer –más bien para epatar– que el hombre hubiera llegado a la Luna. Pero el gran momento de su trayectoria como presentador para la memoria popular está ligado al impagable programa de RTVE El mundo por montera, sobre toda la entrega en la que invitó a un Fernando Arrabal beodo desatado a hablar sobre el fin del mundo.
5 «Mi verga es mi patria». En realidad la frase no tiene el menor interés pero fue una de las favoritas del autor, padre de cuatro hijos de cuatro mujeres diferentes, que llegó a jactarse de haber tenido sexo con dos niñas japonesas de 13 años. Lo contó en un libro coescrito con Albert Boadella en 2010, fecha en la que una confesión de este calibre apenas suscitó leves repulsas. Cumplir años no rebajó su exhibicionismo erótico hasta convertirlo casi en un chiste: a los 81 años grabó como protagonista un cortometraje con escenas pornográficas y de sadomasoquismo para el festival de Los Bonobos. Su última partenaire sexual tenía 28 años.
6 El amigo de Vox. ¿Qué mejor forma de situarse a la contra que apoyando a Vox? Cuando sus proezas sexuales dejaron de interesar, logró regresar al candelero, esta vez de la redes sociales, volviendo a la casilla de salida de la fe política. Haber apoyado a José María Aznar durante años le pareció demasiado tibio, por lo que extremó más su querencia convirtiéndose en el intelectual de cabecera de Santiago Abascal. Al parecer fue él quien tuvo la idea de que Ramón Tamames defendiera la moción de censura contra Pedro Sánchez y quien orquestó en la sombra la surrealista jugada. ■