El Periódico - Castellano

Macron intenta pasar página del pulso por la reforma de las pensiones

▶ El presidente francés promete concentrar­se en trabajo, servicios públicos, ecología, seguridad y lucha contra la inmigració­n clandestin­a

- ENRIC BONET

Cambio en las formas, pero no en el fondo. Un poco de autocrític­a por la indignació­n suscitada por su reforma de las pensiones, pero ninguna variación significat­iva en sus políticas. El presidente francés, Emmanuel Macron, hizo ayer su primera intervenci­ón pública tras la promulgaci­ón el pasado fin de semana de la impopular subida de la edad mínima de jubilación de 62 a 64 años. Un discurso destinado a pasar página de una de las peores crisis de su presidenci­a. ¿Lo conseguirá? No está nada claro, teniendo en cuenta la firme voluntad del dirigente centrista de mantener su contestada línea política.

Macron reconoció que la reforma generó el rechazo de la mayor parte de la ciudadanía de su país. «¿Esta reforma ha sido aceptada? Es una evidencia que no», aseguró el presidente en un discurso televisivo desde el Elíseo. Eran sus primeras palabras en público después de que el equivalent­e francés del Tribunal Constituci­onal validara el viernes por la tarde la polémica subida de la edad legal de jubilación. Afirmó que «nadie puede ser sordo» ante la «cólera» de los franceses. A diferencia de su entrevista del 23 de marzo, esta vez se mostró menos desafiante y más conciliado­r. Pero en el fondo insistió en el mismo mensaje: aplicar su proyecto y no modificarl­o en función de las protestas.

El dirigente centrista no parece dispuesto a hacer concesione­s significat­ivas ante la indignació­n liderada por los sindicatos, como sí hizo durante la revuelta de los chalecos amarillos hace cuatro años, cuyas protestas fueron menos multitudin­arias, pero más violentas. Esta vez, juega con la ventaja de que no se enfrentará a corto plazo al examen de las urnas –las próximas elecciones previstas en Francia son las europeas del año que viene–. Tampoco está en juego su reelección, puesto que no podrá presentars­e en las presidenci­ales de 2027 debido a la limitación constituci­onal de dos mandatos. Pero el presidente quiere pasar página de este trimestre anti-Macron que se ha vivido en Francia. Quiere recuperar la iniciativa, aunque no le resultará fácil.

Falta de credibilid­ad

Para ello, prometió que su Gobierno se concentrar­á en los próximos meses en una nueva reforma laboral, en «anuncios fuertes» en la lucha contra la insegurida­d y la «inmigració­n clandestin­a» –por ejemplo, con la contrataci­ón de 10.000 magistrado­s o agentes o la creación de 200 brigadas de policía– o la presentaci­ón de medidas sobre la «planificac­ión ecológica». También hizo promesas nobles, pero poco concretas, sobre la necesidad de convertir la educación pública en

«Nadie puede ser sordo» ante la «cólera» de los franceses, aseguró el dirigente centrista

«una de las mejores de Europa» o que los servicios de urgencias en los hospitales «dejen de estar saturados antes de finales de año».

Antes de su intervenci­ón, ya no había una gran expectació­n en la opinión pública de que sirviera para calmar los ánimos. Un 90% de los franceses no creían que las palabras del presidente servirían para apaciguar las tensiones, según un sondeo de BFM TV. Tras el pulso por las pensiones, casi un abismo separa al presidente de una parte considerab­le de los franceses. ■

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Stephanie Lecocq / Reuters Incidentes en París tras el discurso de Macron, ayer.

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