El Periódico - Castellano

Una terapia llamada Barcelona

- CARLOS MÁRQUEZ DANIEL

Ocho personalid­ades comparten retales íntimos de su vida en un espectácul­o tan honesto como cercano y con la gran ciudad como paisaje y fuente de inspiració­n. Personajes como Joan Carulla, Gerard Quintana, Anabel Lorente, Estela Martí o Maria Picassó explican en el Romea su relación vital con la capital catalana.

Lo bueno del actor nervioso es que, con el calor de los focos cegadores, no se da cuenta de que delante tiene decenas o centenares de personas que le están escuchando. Quizá así, alienado de todos esos ojos, es como consigue abrirse más y mejor y meterse en el personaje. O interpreta­rse a sí mismo, como sucedió ayer en el Teatre Romea, de la mano de la fundación homónima, con el espectácul­o Visca Barcelonas, producido por Diario Vivo, en el que ocho narradores compartier­on retales de su vida. Que hablaban de su pasado, y también de su futuro; en un ejercicio tan inédito como necesario. De una Barcelona que es paisaje y escenario, pañuelo e inspiració­n.

Dos horas después, el respetable salió quizá algo más liberado, interpelad­o por vivencias que resultan tan familiares. Como cuando la diseñadora de moda Estela Martí contó su carrera frustrada como bailarina, que se esfumó cuando su rodilla se rompió en mil pedazos. «Nunca he dejado de bailar, nunca he bailado sola», desgranó, en homenaje a la fantasía cumplida de modelar ropajes que se abrió paso tras una vocación que no tenía que ser.

Pidió paso la Barcelona de los que vienen de cerca aunque les parezca muy lejos. Como el dramaturgo de Vilafranca Jordi Casanovas, que viajó para estudiar telecos y terminó en Bellas Artes, en un salto de siglo que para él fue una liberación que alcanzó el clímax cuando se fue a la calle de Tallers para teñirse el pelo de rubio. «Con una gorra en la mochila, por si era un desastre». Porque el buen barcelonés se atreve, pero también es celoso de sus ridículos y es precavido. Le pasó lo mismo a la dibujante Maria Picassó, que desde Manresa contaba los días para bajar a Barcelona. Los museos, las atraccione­s, «las horas en El Corte Inglés». Tanto la quería que se vino a vivir. Y tanto trabajaba que se olvidó de disfrutarl­a. Hasta que una psicóloga le recetó paseos por la ciudad, y ella, por aquello de no dejar de trazar, marcaba en un mapa las calles por las que pasaba «para no repetir». Una urbe imprevisib­le, «con bombonas de butano, plantitas y baldosas de cerámica en las que se lee: Aquí viu un del Barça». «Lo inesperado no tenía por qué ser peligroso, y lo desconocid­o podía ser inspirador».

Del norte arribó Gerard Quintana, que primero encontró la vocalizaci­ón en la música y más tarde buscó el equilibrio en los 15 barrios de Barcelona en los que ha vivido. «Me pareció una ciudad más dura que Girona, pero también un lugar en el que podías ser invisible». Como también lo fue la pedagoga Anabel Lorente, que tras degustar las mieles de la fama internauta, tocó fondo con una depresión que primero la abofeteó y luego la liberó: «Mi lucha no ha terminado, pero como otros en esta ciudad, acabo de nuevo invisibili­zada».

Ninguneada. Así se siente Monica Rikić en su Barcelona de 2050, cuando su asistente virtual la ha abandonado y se ve en busca de cierta autonomía en tiempos de inteligenc­ia artificial. Lo suyo, más que una metáfora, ha sido un aviso ante la imbecilida­d tecnológic­a que se nos echa encima. «Estoy buscando una nueva actualizac­ión de mí misma», remachó. Menos complicado ha sido el relato del agricultor urbano Joan Carulla, que en mayo cumple 100 años. De él valió todo la pena: «Vivo queriendo mucho a la vida, por eso no se me va». A esa edad aspira a llegar Isabel Vidal, directora general de Focus. Con un noble objetivo: «Cuando sea mayor quiero estar cerca de la belleza». O sea, de la cultura. Con Barcelona al fondo, por supuesto. ■

 ?? Jordi Otix ?? Joan Carulla, en primer plano, agradece los aplausos ante el resto de participan­tes en el acto de ayer.
Jordi Otix Joan Carulla, en primer plano, agradece los aplausos ante el resto de participan­tes en el acto de ayer.

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