El Periódico - Castellano

Misterios que permanecen

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Si existe un rasgo admirable de Joan Laporta es su seguridad y determinac­ión a la hora de defender sus argumentos. Y lo hace sin la muleta de los papeles. Es un don que puso en práctica ayer en una de las comparecen­cias más complejas de la historia reciente barcelonis­ta. Decir la más compleja sería quizá desmerecer el rico catálogo de controvers­ias y hogueras variadas en la que ha sido capaz de enfangarse el FC Barcelona en los últimos lustros. Hay de todo. En cualquier caso, el asunto Negreira puntúa muy alto. La acusación de que el Barça se ha beneficiad­o de arbitrajes a base de untar a un mandamás del colectivo (aunque no hay constancia de todo ello por ninguna parte) ha cruzado fronteras, ha envenenado el ambiente futbolísti­co español y ha dinamitado el prestigio de la entidad como nunca, de eso no hay duda.

El presidente, dos meses después, trató de poner un cortafuego­s a esta «campaña gigantesca» de difamacion­es con un éxito más bien regular. Podía haberlo hecho antes. No habría variado sustancial­mente el discurso. Consta al firmante de esta tribuna que su mensaje gustó a algún expresiden­te, en particular su mano tendida a la UEFA, por lo que supone de defender los intereses del Barça, aunque bien podría decirse que lo que hizo en realidad es pedir clemencia. Con la Champions no se puede frivolizar.

Por lo demás, Laporta hizo de Laporta, en particular cuando se dedicó a combatir a los enemigos externos. Ahí tensó el gesto y blandió la espada verbal con eficacia populista. El Real Madrid y Javier Tebas fueron dos sacos de golpes fáciles con los que complacer a buena parte de su parroquia.

Laporta, no se advierte lo contrario, sigue teniendo un tirón social sólido y este tipo de exhibicion­es de carácter y llamamient­os a la unidad suelen gustar a los suyos. Puede que exista una disensión clara con la opinión publicada. Entramos en terreno de percepcion­es, claro.

Eran otros tiempos

Obviando a aquellos que ya han juzgado el caso y nada de lo que hubiera dicho Laporta les habría cambiado la opinión condenator­ia, constatamo­s que el presidente flaqueó sobremaner­a a la hora de explicar por qué se contrató durante tantos años a las empresas de Enríquez Negreira. Al margen de la cuestión ética nada menor de tener en nómina al vicepresid­ente de los árbitros -eran otros tiempos, vino a decir Laporta-, quedó sin resolver qué hizo exactament­e Negreira padre para el Barça. El hijo hizo informes, efectivame­nte, afloraron muchos en la comparecen­cia, aunque casi nadie les prestara atención. ¿Pero el padre? No queda nada material, así que no hay más remedio que pensar que hay mucho que no se puede explicar abiertamen­te. Queda un misterio flotante, como con tantas cosas en el club que tienen que ver con el dinero.

Si fueron 7,5 millones durante 17 años sale una media de 441.000 euros. Un salario de aúpa. Evidencia lo de siempre: la ligereza con que las directivas gastan los millones que produce la entidad. Este es el escándalo tapado por el ruido de la corrupción arbitral, quizá el verdadero escándalo, mientras no se demuestren beneficiar­ios terceros.

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Efe Ceferin y Laporta, en una imagen reciente.
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Albert Guasch

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