El Periódico - Castellano

Laporta mira el dedo en lugar de la Luna

Joan Laporta y el Barça en su conjunto perdieron una gran oportunida­d de convencer a los que dudan y, sobre todo, considerar poco ético el comportami­ento del ‘més que un club’. Laporta hizo populismo, victimismo y un nuevo chute de anestesia al ‘soci’.

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Hace más de 2.500 años, Confucio, un gran pensador chino procedente de una familia arruinada, comentó que «cuando el sabio señala la Luna; el necio mira el dedo». Enseñanza: olvidamos lo importante para centrarnos en tonterías. Más: hay personas que se quedan en lo superficia­l, perdiendo la esencia de las cosas.

En las últimas 24 horas, curiosamen­te, el momento deportivo más triunfal del Barça, cuando está liderando todas las Ligas de todos los deportes profesiona­les en los que compite, tanto su presidente, Joan Laporta, como su entrenador más importante, Xavi Hernández, han decidido, ante el asombro general pero el visto bueno del soci, de la masa social culé, mirar el dedo en lugar de la Luna.

El presidente hablando de campañas orquestada­s, persecució­n, victimismo, capacidad del poder centralist­a para acorralar, someter y acabar con el més que un club, acoso y derribo y, sobre todo, «nos acusan por lo que somos y representa­mos», más que del auténtico problema: cómo es posible que el club que dice defender los valores del juego limpio, el señorío, «que es una referencia mundial», no se plantee que su comportami­ento en el caso Negreira, como poco, no ha sido ético. Laporta ni siquiera pidió ayer perdón porque alguien que se denomina, que es (¿de verdad sigue siéndolo?), més que un club, haya tenido, a lo largo de casi 20 años, un comportami­ento poco ético.

Más incendiari­o que clarificad­or

No diré (o sí, ¡que caray!) que los argumentos de Laporta para defenderse, para defender al Barça, para sacarse de encima la crisis reputacion­al que vive el club y que, sin duda, irá en aumento a lo largo de las próximas semanas porque el discurso del presidente azulgrana ha sido mucho más incendiari­o que clarificad­or, sean tan parecidos (lo son, sí) a los utilizados por Xavi para justificar el tercer empate seguido, 270 minutos sin marcar y la pérdida de credibilid­ad en el juego azulgrana: el césped estaba seco, se había dejado crecer hasta el límite autorizado y, encima, hacia sol y nosotros no estamos acostumbra­dos a jugar con sol.

En serio ¿qué parte de la pregunta del millón de dólares (perdón de los 8,5 millones de euros que acabó costándole la broma al Barça por el añadido y reclamado millón de Hacienda) no ha entendido, no ha querido, no podía, responder Laporta sobre el caso Negreira? ¿Por qué pagaron ustedes al segundo de los árbitros?

La tesis, repetida mil veces pero no por ello cierta (o creíble), de que Negreira no tenía influencia alguna en los árbitros se cae por su propio peso al dejar de pagarle, justo al día siguiente de abandonar la vicepresid­encia de los árbitros. Esa pregunta, por cierto, no la realizó ninguno de los 70 periodista­s presentes en la sala. No es crítica, por favor, es constatar que nadie le preguntó que, si no influía, ¿por qué dejan ustedes de pagarle al día siguiente de irse a su casa?

Laporta se ha abrazado a un discurso populista, culé, político, muy político, intentando demostrar que el Barça no ha hecho ninguna ilegalidad (eso está por demostrars­e, claro), no ha comprado partidos, competició­n, ni árbitro alguno (de eso se podrían quejar los socios: nos hemos gastado 8,5 millones de euros y, encima, no hemos comprado un solo partido) y, por descontado, el presidente, que ha vuelto a poner por delante su pecho y el de todos sus directivos para parar las balas, ha trabajado, hablado y contestado solo con un objetivo clarísimo: contentar al soci, que es el único que podría cuestionar todo lo ocurrido, no solo en el Buzón de Avisos de la web, sino con alguna que otra pancarta o pitos en el Camp Nou. ¡Hasta en castellano gritó Laporta la unión del barcelonis­mo mundial ante la campaña de acoso y derribo!

Eso sí, sabedor de que UEFA y FIFA observan con detenimien­to el caso Negreira porque ellos sí creen que el comportami­ento del Barça, de todo el Barça, ha sido poco ético y dañino para la imagen del fútbol, Laporta ha tratado de meterse a sus presidente­s, Aleksander Ceferin y Gianni Infantino, en el bolsillo elogiando que esperen el juicio final para tomar una decisión y, por tanto, como contrapart­ida ha buscado dos enemigos locales que sí se han hecho eco de forma dañina del caso Negreira, caso, por cierto, que Laporta (en qué estaría yo pensando) llegó a denominar caso Texeira, el otro lío culé, el de Neymar.

Y para abrazar a Ceferin e Infantino (y para seguir provocando la adhesión del soci, que está totalmente entregado a la causa de «nos persiguen, nos odian, nos temen, nos quieren hundir y quitarnos la propiedad del Barça»), Laporta ha destrozado, una vez más, a Javier Tebas, presidente de la patronal futbolísti­ca, donde el miércoles se explicará el propio Laporta, en vivo y en directo, y ha añadido (ahí ha estado muy hábil, aunque veremos qué consecuenc­ias acaba teniendo la vomitada sobre el inmaculado e intocable escudo del Real Madrid, conocido el poder interminab­le, en todos los sentidos, de Florentino Pérez) con unas palabras contundent­es y despreciat­ivas asegurando que si alguien no puede abrir la boca es el club blanco que, durante 70 años, ha designado a los máximos mandatario­s del arbitraje español.

De nuevo mirando el dedo, de nuevo olvidándos­e de la Luna. No habló, no, Laporta de que el Real Madrid lleva 70 años dominando el arbitraje cuando Florentino le dijo que no firmase con CVC, cuando Florentino le puso en la cola de la Superliga para enfrentars­e a la UEFA, cuando Florentino le ofreció la ayuda de sus asesores financiero­s para negociar las palancas… ha hablado contra Florentino cuando el soci le ha pedido y exigido que, para defenderse del caso Negreira, recordase que el Madrid había hecho eso «toda la vida, como todos sabemos»… pero sin dejar rastro.

Me temo, de verdad, que, como ocurre en el contencios­o Shakira-Piqué, también en el asunto Laporta-Florentino, los dos presidente­s lo tengan todo, todo, pactado. «Está hablado», se le llegó a escapar al mandatario culé. «Es la economía, estúpido», que le dijo Bill Clinton, en 1992, a George H. W. Bush (padre), que estaba mirando el dedo cuando Clinton le señalaba la Luna. ■

Laporta no convenció a nadie, pero inyectó autoestima al ‘soci’ para desafiar a todos

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Valentí Enrich Laporta se toma una fotografía ayer durante su visita torneo de tenis de Barcelona.
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Emilio Pérez de Rozas

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