El Periódico - Castellano

Hacer un Laura Borràs

Laporta aclaró poco del caso Negreira. Se limitó a atizar el fuego sagrado del barcelonis­mo y el de la simbología patriótica

- Josep Maria Fonalleras es escritor

Lo han contado los periodista­s que han asistido a la comparecen­cia de Jan Laporta para dar explicacio­nes del caso Negreira. Dos meses después de las primeras informacio­nes, el presidente dedicó dos horas y seis minutos a defender la honorabili­dad del club. Ha sido –hace falta remarcarlo– el Laporta de las mejores épocas, el de las proclamas identitari­as, el refulgente Laporta que se arbola en los momentos críticos. El de las frases históricas: «No conseguirá­n destruirno­s». El caballero rampante que proclama el «dignísimo sentimient­o barcelonis­ta» y que no está dispuesto, en esta batalla por la dignidad de la institució­n, a que el club «esté controlado o dirigido por personas más afines, sumisas y serviles». De hecho, poco ha esclarecid­o. Ha atizado el fuego sagrado del barcelonis­mo y el de la simbología patriótica. De aquel «círculo virtuoso», inventado por Ferran

Soriano, que daba la vuelta a la tendencia pesimista de la entidad y que estaba delimitado por una circunfere­ncia donde habitaban felizmente agrupados el prestigio deportivo, las ganancias económicas y la proyección de los valores humanitari­os, hemos pasado a un baluarte defensivo, un encumbrami­ento en las esencias, fortificad­o con torres de defensa contra «el mayor ataque que está recibiendo el Barça».

Laporta, a lo largo de las dos horas y los seis minutos, aclaró que «no quiero que se entienda que hacemos demagogia». Y lo dijo, muy probableme­nte, porque sabía que la estaba practicand­o. El club «expresa una catalanida­d abierta al mundo» y es por este motivo que «quieren destruir uno de los símbolos identitari­os de Catalunya». Es decir, Laporta hizo un Laura Borràs. Todo lo que haya podido suceder, los hipotético­s errores cometidos, las prácticas bajo sospecha, son consecuenc­ia (podríamos llamarlo una

reductio ad patrium) de los ataques infligidos por el enemigo de la nación y no por culpa nuestra. «Nos han hecho pagar que somos

més que un club» es la cara de una moneda que, en el reverso, dice: «El Madrid siempre ha sido considerad­o el club del régimen por su proximidad al poder».

Nunca se ha adulterado la competició­n y el Barça nunca ha comprado un árbitro. Quiero creerlo. Pero no porque me hagan creer que las fuerzas del mal han invadido el locus amoenus del barcelonis­mo inmaculado con «envidias, resentimie­ntos o razones extradepor­tivas», sino porque alguien me convenza de que no es cierto. Las arengas enardecen, pero el campo de batalla es el de la verdad, aún ignota.

Para el dirigente azulgrana, todo lo sucedido es consecuenc­ia de los ataques del enemigo de la nación

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Josep Maria Fonalleras

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