«Los protocolos no acaban de funcionar»
Su hermano, de 55 años, lleva 30 conviviendo con una esquizofrenia paranoide que se agravó cuando empezó a tener adicciones.
«Los enfermos llegan a estar dos días atados, sin valorar sus emociones y la humillación que eso supone»
Los trastornos de salud mental con frecuencia generan sufrimiento y dolor no solo en la persona que tiene el diagnóstico, sino también en sus familias, que a menudo se sienten impotentes cuando su ser querido recibe un trato inadecuado por parte del sistema. Es el caso de Vicenç Mateo, un vecino de Martorell (Barcelona), de 50 años, cuyo hermano (de 55) lleva 30 conviviendo con una esquizofrenia paranoide que se agravó cuando empezó a tener adicciones. En el momento en que Vicenç habla con este diario, el hermano está ingresado por una crisis. «Ha sufrido muchísimas vulneraciones desde hace años. Por ejemplo, hace dos años y medio su psiquiatra en el Hospital Sagrat Cor de Martorell le dio de alta pese a que estaba teniendo alucinaciones: se pensaba que era guarda forestal, cuando llevaba 25 años sin trabajar. Actualmente es pensionista», cuenta Vicenç.
Este alta improcedente casi le cuesta la vida a su hermano. «Como estaba convencido de que era guarda, se fue al bosque. Estuvo una semana desaparecido, pusimos una denuncia a los Mossos. Lo encontraron semidesnudo, sin ropa, ni documentación, ni mochila, con una gran degradación física y psicológica. No reconocía prácticamente a nadie», cuenta. Cuando la familia preguntó a la asistenta social del hospital por qué le habían dado el alta, la respuesta fue que el psiquiatra consideraba que «estaba bien».
Estas situaciones cree Vicenç que se producen porque el sistema sanitario está «saturado». Según él, las vulneraciones también se deben a la «falta de formación y sensibilización» de los profesionales, y a que los protocolos «no acaban de funcionar». «Y este también es un termómetro que refleja la madurez democrática de la sociedad y de sus estructuras», apunta.
«Mi hipótesis, pero es solo una hipótesis, es que necesitaban camas y pretendían que siguiera la rehabilitación en casa. Las entrevistas con los psiquiatras son apenas de 15 minutos. Mi error y mi culpa fue no poner entonces una denuncia», reflexiona. Ya ha puesto, eso sí, dos quejas al Síndic de Greuges. Le dio miedo denunciar por las «represalias», la «falta
de confianza» en un «sistema poco efectivo» y la «vergüenza», como les ocurre a muchas familias.
Inmovilizado
En algunos de sus ingresos hospitalarios (su hermano ingresa y es dado de alta recurrentemente), el hombre, sin estar emocionalmente estable, fue atado más de una vez a la cama. Es lo que se denomina una contención mecánica. «Entiendo que los inmovilizan porque [en el hospital] no tienen personal. Pero llegan a estar dos días atados, sin tener en cuenta sus emociones y la humillación que eso es», asegura Vicenç. Más vulneraciones: el hermano, que vive en pareja cuando no está en el hospital, toma toda una medicación que afecta a su sexualidad. «No puede ser que lo primero que diga el médico sea ‘lo importante es tu salud mental’ cuando mi hermano manifiesta que la medicación afecta a su sexualidad. La sexualidad es parte de la recuperación de una persona», insiste.
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