MOVILIDAD Una ronda invadida de buses
El ayuntamiento sopesa trasladar a la plaza de la Universitat los autocares que aparcan en la calle colindante. La acera ampliada en 2021 ha servido para que los viajeros tengan más andén, denuncian los vecinos.
Del mismo modo que los vecinos de Collserola han normalizado la presencia de jabalís en su rutina diaria, en la ronda de la Universitat también llegó un punto en el que los residentes asumieron como natural la convivencia con centenares de autocares llegados desde toda la geografía catalana. Pero una cosa son unos animales vagueando en su hábitat y otra, muy distinta, que una calle se convierta en la principal terminal de autocares de Barcelona.
Este lugar, que ya es Eixample pero destila aroma de Ciutat Vella, concentra uno de los principales desafíos de la ciudad, es decir, el equilibrio entre las comodidades de los que vienen de fuera y las necesidades de los nativos. En 2021, el consistorio alivió mucho la situación, pero los moradores siguen quejándose, porque salen del portal y todavía tienen una hilera de autocares delante de casa. Reclaman que las líneas que quedan se muevan a la plaza de la Universitat, idea que el consistorio no ve mal y promete estudiar.
«No nos ampliaron las aceras, hicieron los andenes más anchos». La cita deben atribuírsela a Màrius Armengou, que llegó a la ronda de la Universitat a los seis años, en 1952, y ahora es un afable jubilado. Cita a este diario en el Bracafé, un clásico del lado montaña. Al salir para dar una vuelta, una banda de palomas devoran los restos de hamburguesa y patatas que unos turistas han dejado en la terraza de una conocida cadena de fast food. Son seis palomas y comen en orden, sin peleas, nada que ver con los picotazos al cuello y a la cabeza que suelen asestarse las gaviotas. Detrás del festín, un autocar, el L95, que une Castelldefels y Barcelona.
No era ni es normal
Màrius es crítico con la situación, peo también es un hombre agradecido. «El ayuntamiento nos ha ayudado mucho con el tema de los pisos turísticos, y también las reformas urbanísticas de 2021 aliviaron el malestar en la calle». Pero ahora que han abierto los ojos, y aunque hay muchos menos autocares, se han dado cuenta de que lo suyo no era ni es normal, que no puede ser que la capital catalana tenga tan poca infraestructura para este tipo de vehículos que transportan a diario a miles de personas.
Durante las obras de transformación de la arteria, las paradas de bus se trasladaron al lado mar de la plaza de la Universitat, donde ahora hay unas plazas de carga y descarga y aparcamiento para motos. «Todo funcionó bien, nadie se quejó. Lo que pedimos es que los autocares que vienen de fuera paren ahí y no en la ronda». Tiene lógica, porque es la parte interior de la plaza, donde no hay vecinos; el espacio es más ancho, y al lado hay una parada de metro y una gran estación del Bicing. El templo de la intermodalidad. Así se lo expresó Màrius al concejal del Eixample, Pau González, que se acercó hace un par de semanas a la ronda para conocer la situación de primera mano. «Lo que se le trasladó –señala un portavoz municipal– es que vemos razonable explorar la propuesta». Veremos...
Ese cambio de paradas se produjo el 8 de febrero de 2021, con 11 líneas que tenían origen y final en la ronda de la Universitat y que se mudaron a otros puntos cercanos del barrio. ¿A estaciones de autocar? No... Una sí se fue a Sants, pero el resto están por aquí cerca, en Gran Via o paseo de Gràcia, o sea, siguen en la calzada. Se marcharon los autocares de Lleida-Berga-Puigcerdà (una línea), OlesaManresa (tres líneas), Castelldefels-Port Ginesta (una línea), las del Maresme que no son exprés (tres líneas) y otros tres itinerarios del Garraf. Se han quedado en la arteria las dos líneas que van a
Castelldefels (más sus dos variantes nocturnas), dos exprés que vienen de Mataró (ahora más ágiles que nunca gracias al carril bus en la C-32 que penetra hasta el corazón de la ciudad) y los nocturnos de Sant Sadurní d’Anoia y Martorell.
Operadores privados
Con esta maniobra, según cifras municipales, se reducía casi un 60% el número de operaciones diarias, que era de unas 400 con 8.000 viajeros. Es decir, que todavía hay algo más de 180 autocares que cada día pasan por esta calle que tiempo atrás fue de doble dirección. A esto hay que sumarle tres líneas de la red ortogonal (D50, H16 y V13), otras tres regulares (55, 59 y 67) y 11 buses nocturnos (N1, N2, N3, N6, N7, N8, N12, N15, N17, N18 y N28). Hay que añadir también los autocares de operadores privados que conocen el lugar y vienen para desencochar a turistas, cosa que sucede muy a menudo. Solo tienen dos minutos para resulta fácil comprobar que superan de largo ese tiempo.
La opción de mover los buses a la plaza de la Universitat no es una decisión que pueda tomar el consistorio de manera unilateral. Como sucedió con las 11 líneas que ya emigraron, será necesario pactar con el Govern (titular del servicio de bus intermunicipal), los operadores privados que explotan las distintas rutas y los ayuntamiento de los municipios de origen de estos autocares, que algo tendrán que decir sobre cuál es el mejor lugar en el que deben desembarcar sus ciudadanos cuando vienen a la gran ciudad.
Hay un riesgo importante sobre la mesa: los usuarios del bus interurbano valoran mucho poder llegar al corazón de la ciudad, y si esto se pierde, la tentación del vehículo privado asoma por la ventana. Un equilibrio muy complicado entre la sostenibilidad territorial y ambiental, la promoción del transporte público y la convivencia urbana. Todo, con un dato de fondo inquietante: el 85% de las operaciones de estos buses se hacen en la calzada y no en las terminales construidas para tal efecto.
«Cansado de discutir»
Robert, un vecino del lado montaña, relata su día a día con cierto hastío. «Estoy cansado de discutir con los conductores para que apaguen los motores mientras están parados y todavía hay días en los que es complicado moverte por la acera por la cantidad de gente que espera el bus o por los turistas que acaban de llegar para visitar la ciudad». La excusa de los chóferes es que, con el motor en marcha, así pueden tener puesta la refrigeración o la calefacción. Por el viajero, lo que haga falta.
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Los vecinos tienen una hilera de autocares delante de casa, a veces con el motor en marcha