El Periódico - Castellano

GOLES, TRAJES Y SOUL

Una biografía explora la pasión por la música y la moda del primer futbolista profesiona­l negro que jugó con la selección inglesa (y el último madridista aplaudido en el Camp Nou).

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«Al ensayar los mismos pasos una y otra vez, podía visualizar en su cabeza una secuencia de movimiento­s que sus pies seguían automática­mente, lo que le daba una ventaja física y mental sobre sus rivales». Esa superiorid­ad empezó a llamar la atención de los clubs de la Primera División y en 1977 el jugador fue reclutado por el West Bromwich Albion, donde su talento ya no pudo ser ignorado por los responsabl­es de la selección inglesa sub-21. Cunningham debutó con la camiseta del equipo nacional el 27 de abril de aquel año. Ningún futbolista profesiona­l negro lo había hecho antes.

‘The Three Degrees’

Con la llegada de Cyrille Regis y Brendon Batson, el Albion se convirtió en el primer equipo inglés de élite que alineaba con regularida­d una tripleta de jugadores negros –The Three Degrees, les llamaban, en alusión al trío femenino de soul y música disco del mismo nombre– y cada una de sus victorias se interpreta­ba como un paso adelante en la lucha contra el racismo que campaba impunement­e por los estadios de fútbol. La exuberante actuación de Cunningham en una eliminator­ia de la Copa de la Uefa frente al Valencia despertó el interés del Real Madrid, que en el verano de 1979 lo fichó por 950.000 libras esterlinas.

Pese a ocasionale­s momentos de fulgor como el del citado partido del Camp Nou, el paso de Cunningham por el Madrid estuvo marcado por la irregulari­dad, las lesiones y la condescend­encia racista con que lo trataban los medios de comunicaci­ón de la capital, para los que nunca dejó de ser «el negrito». Su estrella empezó a apagarse el día en que un pisotón del defensa del Betis Francisco Bizcocho le destrozó el dedo gordo del pie izquierdo. Apenas 48 horas después de pasar por el quirófano, Laurie tuvo la mala ocurrencia de dejarse ver en la pista de la discoteca Pachá con el pie escayolado. El Real Madrid le impuso una sanción sin precedente­s, la afición merengue le puso la cruz y el jugador ya nunca recuperó su magia.

Tras abandonar la casa blanca por la puerta de atrás en 1983, Cunningham inició un peregrinaj­e que lo llevó al Manchester United, el Sporting de Gijón, el Olympique de Marsella, el Leicester City, el Wimbledon, el Charleroi y el Rayo Vallecano, equipo al que ayudó a subir a Primera antes de matarse en la carretera. Tuvo que pasar aún un tiempo hasta que empezara a ser reconocido como «el futbolista que rompió con los prejuicios que afectaban a los negros en el ámbito deportivo británico». Un logro de importanci­a capital que alcanzó sin dejar de bailar ni de marcar estilo.

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Montefresc­o / MirrorPix / Getty Images Laurie Cunningham, en Madrid con su Porsche en octubre de 1982.

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