Sin agua ni claridad
Han ido pasando los meses y la sequía se ha vuelto una terrible realidad. Es una desgracia recurrente en la cuenca mediterránea que se agrava con el cambio climático. Todo lo que está pasando se podía prever. Solo era cuestión de tiempo. Si hoy todavía en el área de metropolitana no sufrimos restricciones para el consumo de boca es gracias a la desalinizadora del Llobregat, que se inauguró en 2009, en tiempos del tripartito, bajo la presidencia de José Montilla. Desde entonces no se ha hecho nada. Los sucesivos gobiernos independentistas (de Artur Mas, Carles Puigdemont y Quim Torra) se han dedicado a otras cosas. Tampoco el de Pere Aragonès, que preside la Generalitat desde 2021. La inacción de la Agència Catalana de l’Aigua (ACA) es palmaria. Ahora ERC desvía señalando la responsabilidad de los ayuntamientos y criticando el cierre del canal de Urgell, competencia de la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE), que depende del Gobierno de España, donde la Generalitat también participa. Pero una cosa es el canal, que se debería cubrir para evitar pérdidas por evaporación, como propone el Govern, y otra la infraestructura de regadío agrícola, de competencia autonómica, que no se ha modernizado. Los campos se siguen inundando como antaño y se desperdicia muchísima agua.
Del resto de cuencas hidrográficas, la responsabilidad es exclusivamente autonómica, y aquí tampoco se ha hecho nada. El 76% de los pozos están contaminados. 450 hm3 no son aprovechables por la ineficacia del Departament d’Acció Climàtica, que dirige la ‘consellera’ Teresa Jordà, y de la ACA. Había inversiones previstas que no se han ejecutado para la descontaminación de los acuíferos, para la conexión de afluentes o para la mejora de la capacidad hidráulica del colector general de la cuenca del Llobregat. La ACA ha dejado sin ejecutar 300 millones en los últimos cinco años lo que hubiera permitido añadir 375 hm3. Y frente a la sequía, cero patatero en reutilización del agua. Y así, suma y sigue. Entre tanto, Aragonès sigue dándonos la tabarra con el referéndum, ahora con el señuelo de una falsa claridad. ■