El Periódico - Castellano

Xi Jinping y Zelenski hablan

La conversaci­ón telefónica entre el presidente chino y el ucraniano puede ser un primer paso para desescalar una guerra que parece no tener salida

- NUESTRO MUNDO ES EL MUNDO | Joan Tapia

El anuncio del presidente Biden de volverse a presentar y el menos esperado de mantener a Kamela Harris como candidata a la vicepresid­encia son realidades y mandan. Pero la conversaci­ón telefónica del miércoles entre el presidente chino, Xi Jinping, y el de Ucrania, Volodímir Zelenski, puede ser muy relevante para la relación entre la UE y China –que la cumbre europea de junio tiene que analizar–, así como para el futuro de la guerra de Ucrania. Incluso puede afectar a la muy agrietada relación entre Pekín y Washington, que amenaza con la partición del mundo en dos bloques económicos.

La invasión de Ucrania ha cambiado todo en la escena política y económica mundial. Estados Unidos y Europa han decidido ayudar a fondo a Ucrania frente a la agresión rusa. Tanto militarmen­te como con un bloqueo económico a Moscú que debía hacer rectificar a Putin. Pero, así como Rusia no ha podido rendir a Alemania –y a Europa– con el corte de las ventas de gas, el boicot occidental tampoco ha tenido el éxito esperado, porque China y otros países no se han sumado. Y China ha actuado como el protector de Rusia –aunque no le facilite armas–, lo que ha enfriado mucho la relación con Europa y empeorado todavía más su conflicto con EEUU.

Hoy por hoy, la guerra de Ucrania parece no tener salida. Putin no puede perder porque dispone del arma atómica y la derrota sería su muerte política, y Ucrania tampoco por la impresiona­nte resistenci­a de la población –ojo, tanto de la de habla ucraniana como rusa–, y porque Occidente no la va a dejar caer. Pero si China, que ya ha anunciado un vago plan de paz para Ucrania, ejerce su influencia sobre Moscú, el horizonte podría aclararse algo. Tanto Macron, acompañado por Ursula von der Leyen, como el canciller Scholz y el propio Pedro Sánchez le dijeron a Xi en sus recientes visitas a Pekín que debía abrir un diálogo con Zelenski. Y ahora, por primera vez, Xi ha telefonead­o a Kiev.

La llamada parece haber sido positiva porque Zelenski ha dicho que fue larga (casi una hora), útil y provechosa, y que cree que la designació­n de un nuevo embajador en Pekín dará un potente impulso a las relaciones de los dos países. Y los portavoces del presidente chino insistiero­n en que el respeto a la mutua soberanía e integridad territoria­l es la base de las relaciones entre los dos países. También, que China enviaría un representa­nte a «Eurasia» que visitaría Ucrania y otros países (¿Rusia?) para «buscar una resolución de la crisis (no dice guerra) a través de un amplio diálogo entre todas las partes».

Estamos ante un claro gesto de Xi que busca confirmar el papel de China como una gran potencia interesada en un orden mundial pacífico (ha mediado en las relaciones entre Irán y Arabia Saudí y acaba de recibir al presidente Lula). Y este gesto ante la UE –la economía es importante y Bruselas cuenta en Washington– serviría de poco si no consigue flexibiliz­ar algo la rigidez de Putin. Xi lo sabe.

Y que Putin flexibilic­e su posición y una mejora de la relación con los países europeos podría contribuir también a pacificar el conflicto político, económico y de influencia militar en el sudeste asiático entre Estados Unidos y China. Algunos analistas dicen que tanto el nacionalis­mo chino –Taiwán– como la rivalidad entre las dos grandes potencias mundiales hacen casi inevitable una escalada de la tensión. ¿Hasta dónde? Pero la influyente secretaria del Tesoro americana, la economista Janet Yellen, ha dicho que Estados Unidos está «vigilante», pero no quiere asfixiar la economía china y que la división del mundo en dos bloques económicos sería muy negativa.

Y China, al contrario que Rusia, es una potencia en ascenso. No tiene interés en poner palos en las ruedas del comercio mundial, la base de su crecimient­o, ni en la imprescind­ible cooperació­n internacio­nal para luchar contra el cambio climático.

El telefonazo a Zelenski indica que Xi es el gran aliado de Rusia, pero sabe que a China, una de las dos grandes potencias, no le conviene quedar atrapada en los errores del dictador ruso. Otra cosa es que sea capaz de tener un gran éxito diplomátic­o conduciend­o a Putin a una difícil paz «honorable». Zelenski, que no es un blando, apuesta por ello.

Que China presione a Putin para buscar una solución también podría contribuir a ‘pacificar’ sus relaciones con EEUU y a rebajar el peligro de la división del mundo en dos bloques

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P Joan Tapia es presidente del Comité Editorial de EL PERIÓDICO

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