Los García tumban a un Barça insulso
Perdió el Madrid en Montilivi. Perdió el líder en Vallecas. La diferencia sigue en los 11 puntos porque los azulgranas dejaron escapar otra ocasión de ampliarla, incómodos ante un atrevido y ordenado Rayo que lo estranguló en casa.
Aturdido entró el Barça en Vallecas, estadio de barrio, de orgulloso barrio donde se practica un fútbol moderno. Aturdido y hasta pitado Xavi cuando se dirigía al banquillo, transitando por el césped sin entender las causas de esa inesperada protesta después de que hubiera elogiado, y con razón, al Rayo, que castigó a un tímido líder gracias a los García. Álvaro y Fran sentenciaron en menos de una hora a un equipo que ni se rebeló ante la derrota. Perdió el Madrid en Montilivi, perdió el Barça , haciendo estéril el gol de Lewandowski.
Ya entrada la noche, los azulgranas aún seguían en el vestuario. Ni compareció en el partido porque sus interiores (Gavi y Pedri), que se reencontraban tras tres meses de ausencia juntos en el once inicial, no conectaban. A Frenkie de Jong le tocaba, además, asumir el rol del sancionado Busquets. Pero no fluía el juego. Ni existía amenaza sobre Dimitrievski, más allá de una vertiginosa transición ofensiva, culminada por un disparo de Lewandowski que topó en la cara del portero rayista. Minutos más tarde, el VAR determinó que existía fuera de juego en el tanto del polaco tras un quirúrgico pase de Pedri. No era legal.
Sin tensión
Todas esas acciones eran reacciones al gol de Álvaro García, un tanto que retrató la desidia de la estructura defensiva azulgrana. No basta con mirar al origen de la jugada, un mal pase de Ferran en la frontal del área del Rayo ni la tibieza defensiva de Gavi, que perdió el duelo con Camello. Ni tampoco a la comodidad con la que se movió el delantero del Rayo en el prólogo de su asistencia a Álvaro ante la mirada pasiva de Koundé, el encargado de tapar el flanco izquierdo del ataque de Iraola. El latigazo posterior fue imposible para Ter Stegen, quien ya había dejado una soberbia parada de su catálogo al repeler el disparo, lleno de veneno
y precisión, de Camello. Ese mal inicio le costó caro al Barça en la cerrada noche madrileña, ya de madrugada, con un césped impecable en Vallecas.
Cambios sin éxito
El problema estaba en que se jugó el partido a lo que quiso y cómo quiso el Rayo, guiado por ese talento que es Isi, ubicado en el costado derecho del ataque, además de comportarse con astucia para clausurar los espacios que requerían los azulgranas. Y le salió bien el plan de Iraola, al menos en los primeros 45 minutos que delataron los problemas ante el gol del Barça. En el descanso, mientras Xavi masticaba soluciones, el equipo se marchaba alcanzando una cifra que delataba su impotencia ofensiva: en los últimos 405 minutos solo había marcado un gol, el de Ferran al Atlético, luego mejorada por el tanto del polaco.
No tocó nada al inicio el técnico azulgrana, luego hizo una revolución. Se sentía incómodo el Barça en Vallecas. Algo que ha dejado de ser noticia desde hace años. Ni es noticia ni sirve como excusa. Menos aún como coartada. Se enfadó tanto Xavi con el 2-0, otro retrato de la desidia porque Fran García llegó con más agresividad a un balón dividido para rebañárselo a Frenkie de Jong.
Tanto se indignó el técnico que ordenó un doble cambio (Alba por Marcos y Ansu por Ferran) que era, en realidad, una declaración de intenciones. Situó a Balde de lateral derecho, devolvió a Koundé como central (en este caso zurdo) y envió a Alba al lateral. O sea, defensa nueva y centro del campo (Eric de Busi), mientras el ataque no se revitalizaba con Ansu. Ni de Kessié. El alma perteneció al Rayo, que le quitó hasta el balón, cantándose «¡olés, olés, olés!» en Vallecas. El gol de Lewandowski alimentó una tibia y tardía esperanza.