El Periódico - Castellano

La batalla de Barcelona

La jornada del 28M en la capital catalana puede condiciona­r cómo llegarán los partidos a las generales y determinar cuál será su papel en el sistema

- Astrid Barrio

A un mes exacto de las elecciones municipale­s y autonómica­s del 28 de mayo, la oferta política ya está definida y conocemos los cabezas de lista, la composició­n de las candidatur­as y las alianzas preelector­ales. A nivel autonómico, los partidos, en casi todos los casos, concurren bajo sus siglas, mientras que en la galaxia local la oferta, como suele ser habitual, está más diversific­ada y existe una enorme variedad de fórmulas preelector­ales. La capacidad de los partidos para presentar candidatur­as a nivel municipal es un indicador de su penetració­n territoria­l, y por ello suelen hacer muchos esfuerzos para estar presentes en el mayor número de municipios, razón por la cual abundan los casos de paracaidis­mo, es decir, de candidatos que ni residen ni tienen ninguna conexión previa con los municipios en los que se presentan. Pero también es un indicador de la fortaleza del partido, de su potencial para generar incentivos y de sus expectativ­as futuras. En Catalunya, por ejemplo, por primera vez ERC, coincidien­do con su posición como partido de gobierno en solitario, es la formación que presenta más candidatur­as, mientras que el conglomera­do pos-CiU, hasta hace poco hegemónico, pierde la primera plaza por su división interna y por su salida del Gobierno catalán. En el conjunto estatal, Ciudadanos, partido en franco retroceso, ha experiment­ado numerosas fugas, como Podemos en menor medida, y no ha sido capaz de mantener su presencia municipal.

Una elevada competitiv­idad

Y a pesar de que no todos los partidos compiten en todos los niveles de gobierno en juego, ya que no en todas las comunidade­s autónomas se celebran elecciones, lo que suceda el 28 de mayo tanto a nivel autonómico como a nivel local va a condiciona­r las expectativ­as con que los partidos acudirán a las elecciones generales de diciembre. No obstante, no todas las plazas están igual de disputadas, no todas tienen la misma importanci­a simbólica y no todos los partidos llegan en las mismas condicione­s. Según las encuestas, el PP, que experiment­ó un importante retroceso en los anteriores ciclos electorale­s, tiene unas perspectiv­as positivas, en especial desde que Alberto Núñez Feijóo sustituyó a Pablo Casado, revalidó las comunidade­s de Madrid y Andalucía sin dependenci­a y Castilla y León, aunque estas parecen haberse frenado al tiempo que el PSOE ha recuperado el pulso, de manera que hay unas zonas en disputa con una elevada competitiv­idad, en las que, hay que tenerlo en cuenta, también interviene­n otros actores. Esencialme­nte, se trata de la Comunidad Valenciana y la ciudad de València, de Aragón, las islas Baleares, Barcelona y, ya más alejadas del arco mediterrán­eo, las ciudades de Sevilla y posiblemen­te Madrid. Por tanto, de lo que se trata es de saber si alguno o todos los territorio­s de la antigua Corona de Aragón cambiarán de manos, siendo particular­mente relevante la batalla en la ciudad condal, ya que en ella confluyen las posibilida­des de todos los partidos, incluso las de alguno como Sumar, que no concurre a estas elecciones, y no solo a nivel electoral, sino que pueden determinar su destino.

En estos momentos, en Barcelona hay tres opciones con posibilida­des de ganar las elecciones. El PSC con Jaume Collboni, Junts per

Catalunya con Xavier Trias y Ada Colau por parte de los Comuns, aunque quien sea alcalde dependerá de las alianzas postelecto­rales. Para el PSOE, recuperar Barcelona sería un balón de oxígeno; para Junts, una estocada a ERC y posiblemen­te también al sector más radicaliza­do del partido –así como un incentivo para recuperar el viejo espíritu convergent­e y hacerlo valer tras las elecciones generales en clara competenci­a con los republican­os–, y a Colau le serviría no solo para avalar su controvert­ida obra de gobierno, sino muy particular­mente para proporcion­ar un trampolín a Yolanda Díaz. E incluso al PP, si sus votos son necesarios, le puede servir para mostrarse como un partido útil capaz de romper los bloques –como acaba de hacer con la ley del solo sí es sí– cuando la situación lo requiere. En Barcelona se juegan muchas batallas en una y puede ser un ensayo de lo que suceda en el futuro, condiciona­r cómo lleguen lo partidos a las generales y cuál será su papel en el sistema. En un mes salimos de dudas.

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