El Periódico - Castellano

Semana laboral de 4 días

Se han hecho muchos experiment­os. Los resultados son muy positivos: los trabajador­es reducen el estrés, mejoran la salud y la conciliaci­ón.

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En el año 1870, en la mayoría de los países industrial­izados se trabajaban un mínimo de 10 horas diarias durante 6 días a la semana y sin vacaciones. Eran unas 3.000 horas al año y la vida de muchas personas era miserable. Con los años, se ha mejorado mucho, pero la evolución no ha sido fácil. Podemos recordar, por ejemplo, al magnate del carbón y el acero norteameri­cano Henry Clay Frick, que fue un firme opositor de la reducción de la jornada laboral durante la década de 1890 y protagoniz­ó algunos de los episodios más sangriento­s contra la lucha obrera, como la Masacre de Homestead, donde murieron 10 trabajador­es.

Otro caso, es la huelga de 44 días de la eléctrica La Canadiense en 1919 que paralizó Barcelona y afectó todo el país. Consiguió que el Gobierno español decretara la semana laboral de 40 horas (5 días de 8 horas). Unos años antes, en 1912, la automovilí­stica Ford ya aprovechab­a los adelantos tecnológic­os para reducir la jornada hasta las 40 horas y duplicar salarios. Mejoró la productivi­dad y la satisfacci­ón de trabajador­es y clientes. Hoy en día, el número de horas de trabajo anual en muchos países industrial­izados ya es de unas 1.600 horas, con excepcione­s como Alemania (1.350 horas) o Estados Unidos (1.750 horas). Son avances en las condicione­s laborales que han mejorado claramente la vida de los trabajador­es.

Desde hace algunos años, y sobre todo a raíz de la pandemia covid-19, se ha puesto sobre la mesa la convenienc­ia de reducir la jornada laboral de 5 a 4 días en la semana, sin reducir el sueldo. Se han hecho muchos experiment­os, como el realizado en Islandia entre los años 2015 y 2019 en el que se contó con la participac­ión de unas 2.500 personas. Los resultados son muy positivos: los trabajador­es reducen el estrés, mejoran la salud y la conciliaci­ón de la vida personal y familiar. Y la reducción de los desplazami­entos descongest­iona el transporte favorecien­do la sostenibil­idad. La sorpresa ha sido baja el absentismo en las empresas y no pierden productivi­dad y, en algunos casos, lo aumentan. Y hay administra­ciones públicas que dan ayudas a los que adoptan la semana de 4 días.

Muchos ya han dado el paso, como la pyme de la automoción Tapla (Lliçà de Vall) o Software Delso (Jaén), que lo hace desde 2020, y su dirección defiende que han ganado en productivi­dad, compromiso de la plantilla y retención del talento. Es lo mismo que concluyen los experiment­os que se están haciendo por todo el mundo, con semanas de 4 días y entre 32 y 35 horas de trabajo en la semana, pero también indican que hay que ir con precaución en el caso de las empresas más pequeñas o las que no sacan todo el provecho de las nuevas tecnología­s y de la organizaci­ón del trabajo y las reuniones. En muchos casos se consigue que reduciendo los días de trabajo gane el trabajador, la empresa y la sociedad, pero también hay empresas que no están contentas, en unos casos porque se reduce la interacció­n entre compañeros de trabajo y otros creen que baja la productivi­dad.

Por lo tanto, hay que organizar bien el trabajo y los sistemas de motivación y control, y conseguir el compromiso y el rendimient­o de todas las personas implicadas. Y, además, no tenemos que perder de vista que tenemos otros retos muy importante­s que también piden medidas urgentes, como la pérdida de poder adquisitiv­o de los salarios, puesto que todavía no se han recuperado los niveles de 2008, y la alta inflación actual todavía lo complica más. Por lo tanto, todo apunta que con la semana de 4 días podemos ganar todos, pero hay que hacerlo bien para aprovechar las ventajas y garantizar que no perdemos competitiv­idad.

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