El epicentro de la sociovergencia
La Diputación de Barcelona es una plaza más discreta que los ayuntamientos, pero que tiene un peso importante en la vida diaria de los ciudadanos y de algunos políticos. El pacto entre PSC y Junts en este organismo se llevará al resto de administraciones si los resultados lo permiten.
Mientras todos los ojos están puestos en el Ayuntamiento de Barcelona, a la espera de los resultados de las elecciones municipales del 28 de mayo, en si seguirá o no Ada Colau como alcaldesa, otras miradas se centran en una plaza mucho más discreta, que vive a la sombra mediática pero que tiene un peso indiscutible en el día a día de muchos ciudadanos y de algunos políticos: la Diputación de Barcelona.
Hace tiempo que corre la teoría de que en ese flanco se dirimirán algunos puntos del presunto acuerdo que se está cocinando estas semanas, y que implicará, de confirmarse, una alianza entre el PSC y Junts para desalojar a Colau, con o sin el apoyo del alcaldable del PP, Daniel
Sirera, en función de si la aritmética lo precisa.
Como contrapartida, dicen testigos de esos pactos no escritos, o el alcaldable posconvergente, Xavier Trias, o el socialista, Jaume Collboni, el que logre más votos de los dos, se convertiría en alcalde, y el otro sería el presidente de la Diputación de Barcelona de 2023 a 2027.
Y ese reparto sería solo el principio de un amplio pacto que tras llevar la sociovergencia al consistorio barcelonés y a la Diputación (donde ya impera desde 2019), trataría de hacer lo mismo en muchos ayuntamientos y posteriormente en el Parlament, y el Gobierno catalán, para seguir ese camino hasta Madrid e instaurar también en el Congreso un nuevo entendimiento entre el socialismo catalán y español y Junts, que primero apartaría a Colau y después orillaría a ERC en todos los ámbitos. El guión de la película no es tímido, ciertamente. Falta ver si se llega a rodar.
Consultados cocineros con conocimiento de causa, de todo lo anterior lo único que cuestionan muy seriamente es que Collboni o Trias acaben presidiendo la Diputación de Barcelona, porque la tradición indica que la institución debe ser dirigida por un alcalde que no sea el de la capital catalana.
El tercer presupuesto catalán
La Diputación cuenta con el tercer presupuesto institucional de Catalunya, después del de la Generalitat (41.000 millones de euros para 2023) y el ayuntamiento barcelonés (3.600 millones). El de la Diputación de Barcelona asciende este año a 1.200 millones de euros que esencialmente sirven para que la administración atienda a los ayuntamientos de la provincia de forma decisiva: sin su asistencia, muchos no podrían pagar nóminas.
Su apoyo a los consistorios se materializa en bibliotecas, polideportivos. Gestiona parques naturales y emprende la instalación de fibra óptica. Cuando llegó el covid-19, la Diputación asumió una labor similar a la de otras administraciones, y algunos de sus integrantes defienden que fue la más eficiente en el reto de lograr mascarillas, test y otros elementos esenciales entonces.
Y al margen de esa labor concreta, el organismo cuenta con una estructura política que apenas aparece en los medios de comunicación, más allá del pacto inicial por el que se forma su gobierno, aunque no siempre es una noticia que tenga mucha repercusión.
Hace cuatro años fue más noticia que otras veces, porque Junts per Catalunya pactó con el PSC para gobernar la institución, que pasó a presidir la socialista Núria Marín, la alcaldesa de L’Hospitalet, y una de las caras más visibles del partido a estas alturas. La alianza sorprendió, porque en Junts estaba todavía muy viva el alma más reivindicativa del procés, y pactar con el PSC era entenderse con un partido constitucionalista.
Elección indirecta
La mayoría absoluta está fijada en 26 diputados, hay 51 en total, en la administración que ahora preside Marín. Le elección es indirecta, no en función del voto en un municipio, sino en partidos judiciales, que agrupan varios. En 2019, el PSC y ERC lograron 16 diputados cada uno, y Junts se quedó en siete. Barcelona en Comú obtuvo cinco, Ciutadans, seis; el PP, dos, y Tot per Terrassa, uno.
ERC y Junts podrían haber sumado esa mayoría de 23 –no absoluta pero suficiente– pero se impuso la sociovergencia. Y parece que ahora volverá a pasar lo mismo. La previsión es que el PSC vaya al alza, aunque no es fácil que llegue a los 26 diputados.
La cara menos amable de la Diputación de Barcelona es la de refugio de algunos políticos, convertidos en asesores, de los que a menudo poco asesoramiento puede atesorarse. «Los colocados no son muchos», afirma alguien que conoce la institución. Otro caso, añade, es el de tantos alcaldes y concejales que prefieren cobrar de la Diputación que la de su ayuntamiento, que así alivian mientras, cabe destacar, perciben un sueldo mayor del que tendrían cobrando de las arcas de su municipio.
Pero ahora, la Diputación de Barcelona está de moda por otra cuestión. Porque allí se intentará empezar un camino que por ahora tiene un final difícil de vaticinar. El camino hacia la sociovergencia global.
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Socialistas y posconvergentes parecen dispuestos a repetir el acuerdo alcanzado en 2019