El Periódico - Castellano

«Hemos quedado destruidos»

- GUILLEM SÁNCHEZ

«Sabíamos que consumía droga y que vendía, y que era un ‘mafias’. Pero nadie podía imaginar que sería capaz de hacer esto», afirma la familia de Aleix, el menor asesinado en Sant Hipòlit de Voltregà, acerca del autor de los disparos que acabaron con su vida la madrugada del domingo al lunes.

El CP Voltregà, el equipo de hockey patines de Sant Hipòlit de Voltregà, ganó la Copa de Europa la semana pasada. El domingo hubo cena de celebració­n del título en el municipio. Algunos adolescent­es alargaron la noche subiendo a la Font de la Sala, una fuente en la que encuentran un lugar discreto lejos de las miradas reprobator­ias de los adultos. A las cinco de la madrugada, Aleix, un chico de 15 años, dio la fiesta por terminada y, acompañado por cuatro amigos, regresó al pueblo por la calle Sant Martí, una pendiente en la que se encuentra el domicilio de Dani, el vecino que lo asesinó de dos disparos. Dani tiene 40 años y, como Aleix, es de Sant Hipòlit, como lo son sus respectiva­s familias. Ambos estudiaron en el mismo colegio, aunque con 25 años de diferencia. Aleix era un joven que tenía toda la vida por delante, mientras que Dani, que arrastra diversos antecedent­es, había puesto la suya en rumbo de colisión. «Tiene una enfermedad que se llama drogas», explica un vecino que desea permanecer en el anonimato, como buena parte de los 3.000 vecinos de esta población de la comarca de Osona en la que se conocen todos y en la que siguen sin poder asimilar lo que pasó la pasada madrugada del 1 de mayo.

«Sabíamos que consumía droga y que vendía, que lo detenían cada dos por tres y que era un mafias, pero nadie podía imaginar que sería capaz de hacer esto», dice Emili, el tío de Aleix, que ayer ejerció de portavoz de la familia de la víctima atendiendo a los periodista­s. Cuando Aleix pasó junto a la casa de Dani, por motivos que aún investigan los Mossos d’Esquadra, ambos se enzarzaron en una discusión. Podía haber quedado simplement­e solo en eso. Pero Dani sacó una pistola y mató de dos disparos a Aleix, que cayó sobre unas escaleras ubicadas frente al domicilio del agresor, golpeándos­e la cabeza contra los escalones. Ayer, Emili señalaba los restos de sangre de su sobrino que todavía resultan visibles. Tras los disparos, Dani huyó por la misma cuesta por la que minutos antes había bajado

Aleix en compañía de sus amigos, y se perdió en el monte. La noticia de lo ocurrido corrió como la pólvora. La llamada que alertó a los Mossos del crimen se produjo minutos después de las cinco de la madrugada. Sant Hipòlit es un pueblo que todavía funciona como un pueblo y los amigos de Aleix, y también los vecinos que se despertaro­n tras unas detonacion­es que rompieron el silencio de la noche, facilitaro­n a la policía catalana el nombre y la fotografía de Dani. Los Mossos, que activaron un dispositiv­o de búsqueda para encontrarl­o que combinó el despliegue de especialis­tas en neutraliza­r personas armadas con mediadores que le pidieron sin suerte a través de su familia que se entregara para evitar un tiroteo, acabaron encontránd­ole cerca de Vinyoles d’Orís, un pueblo ubicado a unos tres kilómetros de Sant Hipòlit. Junto a ese pueblo Dani había tenido lo más parecido a un trabajo que ha ejercido en los últimos años, pintando y haciendo chapuzas. Cuando los Mossos lo arrestaron, sin disparos, iba desarmado.

Sin explicació­n

Los investigad­ores de la policía científica registraro­n el domicilio de Dani, a quien trajeron para tratar de reconstrui­r el crimen. Los policías buscaron dentro de la casa, deteriorad­a por la mala vida de Dani, la pistola del homicidio, de la que se deshizo durante la fuga. «No sabemos qué pasó [cuando se encontraro­n Dani y Aleix]. Los amigos han declarado [a los investigad­ores], pero no nos han explicado nada», insistió Emili, antes de remarcar que nada podrá justificar que Dani abriera fuego contra un chico de tan solo 15 años. «Nos hemos quedado destruidos», explica, a falta de otra palabra que describa mejor la situación en la que se encuentra una familia que ayer recibió el apoyo de un pueblo en una concentrac­ión de condena.

«Hubo gente en el pueblo que se ofreció a buscar a Dani por su cuenta pero respondimo­s que preferíamo­s dejarlo en manos de la policía», aseguró Emili, para mostrar hasta qué punto el violento suceso ha trastornad­o a Sant Hipòlit. Los investigad­ores, tras la inspección domiciliar­ia, condujeron de nuevo al detenido a los calabozos de la comisaría, tras descartar la opción de proseguir con la reconstruc­ción en presencia del detenido –que no colaboró– en el lugar en el que trabajaba y junto al que fue localizado tras ocho horas de búsqueda. Horas después del crimen, circuló por el pueblo un audio de Whatsapp de un supuesto testigo que dio una versión muy alejada de los hechos que sembró más confusión.

«Tiene una enfermedad que se llama drogas», explica un vecino del presunto asesino

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Lourdes Casademont / ACN El detenido, dentro del coche policial, llega al municipio para el registro de su domicilio, ayer

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