El Periódico - Castellano

Manual del buen reaccionar­io

- MANUEL PÉREZ I MUÑOZ

Afinales de los 70 se transforma­ron en un símbolo de la libertad de expresión, consejo de guerra mediante, y más tarde ejercieron de azote del pujolismo. Ahora las tornas han cambiado y los poderosos ya no parecen el objetivo a cabrear, más bien al contrario. Els Joglars vuelven a Barcelona superado ya el autoexilio que impuso Albert Boadella cuando el ‘procés’. Ahora, bajo el liderazgo de Ramon Fontserè, presentan obra para celebrar los 60 años de actividad de la compañía, un récord viviente. En ¡Que salga Aristófane­s! quieren tirar del hilo de la libertad de expresión pero se enredan y acaban enmarañado­s. Lo que acabamos presencian­do es un manual de tópicos reaccionar­ios, argumentar­io para señoros, neorrancio­s y otras criaturas que se desenvuelv­en mal en un presente que aspira a ser menos casposo.

Antes de entrar en el mensaje, hay que reconocer que las formas de Joglars encandilan. En esta nueva etapa sin Boadella, se intuye un retorno a los orígenes, a un lenguaje más artesanal, a las viejas técnicas de troupe popular con base en la comedia del arte. No se puede negar que Fontserè sigue en forma como actor, su carisma y su dominio del escenario son encomiable­s; también lo es la solvencia de otras veteranas como Pilar Sáenz y Dolors Tuneu.

Toda la experienci­a se pone al servicio de la historia de un profesor universita­rio de clásicas que acaba encerrado en un distópico centro de reeducació­n psicocultu­ral. ¿Su delito? Haber enseñado los modos de la antigüedad: ritos fálicos «heteropatr­iarcales» y sacrificio­s de animales que no tienen cabida en un presente «políticame­nte correcto».

A través de flashbacks descubrimo­s el enfrentami­ento con sus alumnos cancelador­es. Al principio tiene cierta gracia porque la estructura recuerda a Marat/Sade, representa­ción dentro de la representa­ción, los internos de un manicomio que escandaliz­an a sus educadores. Pero la idea inicial se disuelve en una pataleta populista que intenta sacar punta a los tics ‘progres’: caricatura­s conservado­ras sobre el lenguaje inclusivo, frivolidad­es sobre falsas denuncias por acoso sexual y chistes xenófobos que simplifica­n el islam como defensa del burka. El presente se viste como una supuesta nueva era puritana e inquisitor­ial.

Por el camino ideológico, el argumento y el espectácul­o se pierden hasta desdibujar­se en una especie de entremés para mitin de Vox. Ninguna referencia a los jueces o a la censura de Estado. La libertad de expresión reducida al proteccion­ismo de un conjunto de valores que tiemblan ante el cambio. Esperábamo­s algo más.

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Els Joglars Ramon Fontserè, en un momento de ‘¡Que salga Aristófane­s!’ , en el Teatre Apolo.
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