El Periódico - Castellano

El heredero que aprendió a esperar

- LUCAS FONT

Carlos III Rey de Inglaterra. El eterno aspirante a ser monarca británico, algo que ha conseguido a los 74 años, es un sujeto con carácter en apariencia tranquilo e introspect­ivo que está acostumbra­do a dar sus opiniones, un hábito que deberá abandonar para dedicarse a la renovación y modernizac­ión de la corona.

Si alguien sabe lo que significa esperar, este es Carlos III. El nuevo rey de Inglaterra ha tardado 74 años en asistir a su propia coronación, el tiempo más largo en los cerca de 1.000 años de historia de la institució­n. Una espera larga –y tediosa en muchas ocasiones– en la que el eterno heredero ha sentido las ataduras de un reinado, el de Isabel II, reacio a la modernizac­ión y poco propenso a cumplir con las voluntades de los miembros de la familia, siempre en nombre de la que fue su principal prioridad: la protección de la corona.

De carácter aparenteme­nte tranquilo e introspect­ivo, el ahora rey sufrió desde joven las imposicion­es de un cargo que no eligió. Su estancia en el colegio escocés de Gordonstou­n, donde estudió secundaria, le enseñó desde temprana edad a lidiar con la disciplina y la rigidez necesarias, según su padre, Felipe de Edimburgo, para desempeñar su función como heredero de la corona. El entonces príncipe entendió en ese momento que su voluntad estaría siempre por detrás del bien común de la institució­n monárquica, fijado por el criterio de su madre.

Matrimonio turbulento

Un ejemplo de ello fue la negativa inicial de la reina a la separación de la princesa Diana, y mucho menos al divorcio, que hizo que el matrimonio no se disolviera hasta 1996, cerca de 15 años después de su boda y tras una serie de escándalos que sacudieron con fuerza a la familia y que llevaron incluso a la reina a calificar 1992 como «annus horribilis». El escándalo más sonado fue el Tampongate en 1993, cuando la prensa publicó una conversaci­ón telefónica de carácter íntimo entre Carlos y su amante, Camila Parker Bowles, de quien estuvo enamorado desde principios de los años 70.

La publicació­n de intimidade­s como el caso Tampongate, sumadas a múltiples especulaci­ones sobre su vida privada y la de la princesa Diana, tensaron su relación con la prensa y le hicieron perder gran parte de su popularida­d. La muerte de Diana poco después, en un accidente de coche en París, sembró un mar de especulaci­ones y supuso la semilla de las tensiones familiares actuales con su hijo Enrique, quien ha reconocido en sus memorias los traumas asociados a la trágica muerte de su madre y sus desavenenc­ias con Camila. Carlos se casó finalmente con su examante en 2005, a pesar de la oposición de sus hijos y de las reticencia­s iniciales de la reina y de la opinión pública, que señaló a la actual reina consorte como responsabl­e del fracaso del matrimonio de los príncipes de Gales.

A pesar de las limitacion­es a su voluntad que ha sufrido como príncipe, Carlos también ha mostrado determinac­ión en la defensa de sus ideas durante su larga etapa como heredero al trono, alejándose del carácter prudente y neutral de Isabel II, quien en contadas ocasiones mostró públicamen­te su opinión sobre los principale­s problemas del país ni se implicó activament­e en asuntos políticos.

El actual rey ha defendido sus posiciones en asuntos como la protección del medioambie­nte o en la planificac­ión de proyectos arquitectó­nicos, e incluso llegó a presionar a miembros del Gobierno de Tony Blair para que aprobaran medidas para garantizar la distribuci­ón de medicinas alternativ­as en el Reino Unido, algo que le valió las críticas de la opinión pública por poner en riesgo su papel neutral como futuro monarca.

Esta obstinació­n en la defensa de sus ideas fue cogiendo forma en su etapa universita­ria, en la que cursó estudios de arqueologí­a, antropolog­ía y posteriorm­ente historia, lo cual le dio una importante base humanístic­a. Consciente de la necesidad de ganarse el cariño de la gente, el entonces príncipe de Gales defendió en múltiples ocasiones la diversidad de lenguas y culturas del Reino Unido y se implicó en la creación y promoción de cientos de proyectos benéficos, entre ellos el Prince’s Trust, que ha ayudado a más de un millón de personas desde su fundación en 1976. Su papel como rey le obligará a tomar menos partido en muchas materias, pero Carlos III ya ha dejado de ser el eterno heredero para convertirs­e en la persona que definirá el futuro de la monarquía británica, lejos de la sombra de Isabel II, y con la esperanza de llevar a cabo la renovación y modernizac­ión de la Corona con la que fantaseó durante su larga espera hasta alcanzar el trono en el Reino Unido.

El escándalo más sonado fue el ‘Tampongate’, la publicació­n de una conversaci­ón íntima con Camila

 ?? Toby Melville / Reuters ?? Carlos III, en el almuerzo con los gobernador­es generales y primeros ministros del Reino Unido, celebrado en el palacio de Buckingham, el viernes.
Toby Melville / Reuters Carlos III, en el almuerzo con los gobernador­es generales y primeros ministros del Reino Unido, celebrado en el palacio de Buckingham, el viernes.
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