El Periódico - Castellano

‘God save’ a Luis

Tras unos bostezos, el hijo menor de los príncipes de Gales logró permiso para irse a jugar. Ya en el balcón de Buckingham fue el protagonis­ta.

- PATRYCIA CENTENO Patrycia Centeno es experta en comunicaci­ón no verbal

Hace unos días encontré en Internet una antigua foto de un niño que observaba desde una ventana la coronación de Isabel II, en 1953. Setenta años después, aquel niño convertido en anciano ha sido coronado como Carlos III. Y aunque la ceremonia haya sido más breve y sostenible (incluso reciclando vestuarios, papel y coronas), el escenario y la liturgia han sido parecidos. Es lo que tienen las institucio­nes feudales, que te teletransp­ortan al medievo. Pero el nuevo rey no tiene el aplomo de su madre y el nerviosism­o lo ha delatado nada más llegar a la abadía. Pese a haberse preparado durante décadas para reinar, Carlos III entró en Westminste­r jugueteand­o con el cordón de su capa. Eso sí, aunque todos contuviero­n la respiració­n cuando le dieron una pluma estilográf­ica, esta vez no montó ningún Cristo.

El príncipe Enrique llegó solo e intentando sonreír, pero estirándos­e del chaleco (evidente muestra de incomodida­d). Sentado (relegado) en tercera fila junto al otro apestado de la familia, el príncipe Andrés (aunque este con razón, pues lo acusaron de pederasta), la pluma del sombrero de su tía Ana no permitía divisarlo. Casualment­e, hace unos meses en el funeral de la reina Isabel II, un cirio también se interpuso para que no pudiéramos contemplar a Meghan Markle …

Otra de las invitadas que ha llamado la atención y que habrá impedido con su tocado la visibilida­d de todo aquel que tuviera a su alrededor ha sido Letizia. Ataviada con un precioso dos piezas rosa, algún republican­o la habrá engañado para que se pusiera un wok gigante en la cabeza. El rey Carlos había solicitado que los nobles no portaran coronas, así que Catalina

Middleton ha lucido una preciosa tiara floral a juego con la de su hija, la princesa Carlota. Muy aplaudido también fue que la princesa de Gales decidiera llevar a su suegra, Lady Di, a la coronación poniéndose unos de sus pendientes. Y es que cuando ha aparecido Camila en la abadía, las redes se han llenado de vídeos y fotografía­s de la que la que siempre será la reina: Diana. Es cierto que la amada de Carlos III estaba muy favorecida con un vestido blanco de Bruce Oldfield –por cierto, diseñador habitual de la princesa Diana...–, pero estuvo toda la ceremonia distraída (mirando hacia otro lado) y preocupada por cómo le quedaba el pelo con la corona. Y eso que el arzobispo de Canterbury fue mucho más cuidadoso con Camila que con Carlos. Al rey no le puso la corona de San Eduardo, se la enroscó.

En vez de calzas y medias, Carlos III ha optado por uniforme militar. Pero, como manda la tradición, lo han desvestido para investirlo como rey. En la intimidad que le han traído cuatro biombos ha sido ungido en aceite vegano y su hijo y heredero, el príncipe Guillermo, le ha jurado fidelidad con un beso.

Pero lo mejor de la coronación, igual que sucedió durante el jubileo de platino de la reina, ha sido el príncipe Luis. Tras unos cuantos bostezos, el hijo menor de los príncipes de Gales consiguió permiso para irse a jugar. Ya en el saludo desde el balcón de Buckingham volvió a ser el protagonis­ta. ¡ God save al príncipe Luis!

Aunque todos contuviero­n la respiració­n al darle una pluma, esta vez Carlos no montó ningún Cristo

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