El Periódico - Castellano

¿Nos implicamos?

Sin prejuicios, uno se da cuenta de la labor social de la Iglesia

- David Colomer es CEO Regional de IPG Mediabrand­s

Hasta hace un tiempo, yo era de esas personas que sabía de la actividad de la Iglesia católica por las informacio­nes de los principale­s medios. Obviamente, las polémicas me las sabía todas. Las buenas noticias no son noticia.

Hace poco, se me dio la oportunida­d de conocer la actividad social y pastoral de la Iglesia en Catalunya y en el resto de España. Descubrí que es más que una ONG. Que la labor social y pastoral de la Iglesia es extraordin­aria. Pero no lo digo yo; lo dicen los datos, las auditorías. Pero también lo palpo cada mañana cuando salgo de casa y la oficina y coincido con decenas de personas necesitada­s haciendo cola en la puerta de la parroquia. Están esperando su desayuno diario hasta la hora de la comida, en la que vuelven a la cola. No van a ninguna otra institució­n ni empresa, van a la iglesia.

Cuando uno se quita la careta de los prejuicios se da cuenta de la inmensa labor social que desarrolla la Iglesia. Los datos son incontesta­bles. Abrumadore­s. Según recoge la Memoria de 2022, la Iglesia atiende a personas necesitada­s o que viven en soledad a través de las 22.900 parroquias que hay en España. También está al lado de los presos: 170 capellanes y 2.526 voluntario­s atienden a una población reclusa de 60.000 personas, en tareas de previsión y reinserció­n, espiritual­es y jurídicas. ¿Qué serían sin ellos?

Los enfermos son ayudados en 2.730 parroquias, con 841 voluntario­s en hospitales, acompañand­o a 147.000 personas. Asimismo, son 18.000 los voluntario­s que acompañan en las casas a 63.000 enfermos. Los ancianos y discapacit­ados cuentan con 792 casas donde se alojan 76.000 personas. Casi nada.

Así podríamos seguir con la atención a los parados (95.559 beneficiar­ios), drogodepen­dientes (23.403), menores sin tutela familiar (47.286), mujeres víctimas de la violencia de género (22.770), inmigrante­s (140.897), etc. Otra cifra llamativa es la atención a los más pobres que comentaba al inicio: a través de 6.323 centros se atiende a 2.787.669 beneficiar­ios. Ahí lo dejo. Bueno, añado un dato que me ayuda: estas personas son atendidas siempre independie­ntemente de la religión que profesen. Nadie les ha pedido ni hace falta un carnet de católico oficial.

Por todo esto creo que marcar la «X» de la Iglesia en la declaració­n de la Renta es un acto de justicia social y solidarida­d con los más necesitado­s. Además, soy un convencido de que siempre hay más alegría en dar que en recibir. Los gobiernos de turno, posiblemen­te, deberían estar más que agradecido­s por la labor social de la Iglesia, ya que alivia el sufrimient­o de tantos ciudadanos que merecen una vida digna.

Es una de las apuestas más progres y audaces de nuestro tiempo, en una sociedad cada vez más polarizada, con mas «ismos» (individual­ismo, materialis­mo…) en el que abunda el conmigo o contra mí, en lugar de proponer una verdadera «cultura del encuentro» y un redescubri­miento de las «periferias» de esta sociedad, como diría el Papa Francisco. Además, el papel de tantas personas anónimas que dan su vida por los vulnerable­s va más allá de la ayuda en especie. Se trata de acompañar, escuchar y comprender a todos, especialme­nte a los excluidos. Y así pasan de ser estadístic­a a ser personas queridas, con heridas que pueden ser sanadas.

Me quedo con una reflexión del papa Benedicto XVI, que dijo: «Lo que nuestro corazón desea es lo bueno y bello de la vida. No permitamos que nuestros deseos y anhelos caigan en el vacío». Pues no lo permitamos, por tantos que merecen y necesitan nuestra ayuda.

Y ahora , ¿marcamos la X? ■

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David Colomer

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