El Periódico - Castellano

Deborah Eisenberg y los peligros de fumar en la cama

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La escritora, guionista y actriz, suerte de Norah Ephron ‘indie’, no pudo escribir hasta que no dejó el tabaco, pero tampoco fue capaz de reconocers­e a sí misma. Quizá por eso no haya dejado de ser otra, y viva su vida como una ficción que se vuelve real en sus relatos, recién editados.

Cuando era adolescent­e, cuando tenía 14 años, Deborah Eisenberg llevaba siempre encima un ejemplar de El bosque de la noche, de Djuna Barnes, o uno de A contrapelo, de Joris-Karl Huysmans, como si fuese un talismán. «Creía que nada malo podía pasarme si llevaba alguno de los dos conmigo», le dijo en una ocasión la escritora a Catherine Steindler, una periodista de Paris Review. A continuaci­ón le dijo que, por esa época, en el instituto, todo el mundo quería ser escritor. Ella lo era de verdad –«escribir me daba paz, lo ponía todo en su sitio», le dijo también–, pero durante demasiado tiempo le pareció tan sagrado que lo rehuyó. Tenía casi 40 años cuando publicó su primer relato. No era el primero que escribía, aunque hacía poco que había empezado a tomarse en serio lo de escribir.

¿Qué tuvo que pasar para que lo hiciera? Tuvo que dejar de fumar. «No tenía ni idea de qué manera la adicción me había, básicament­e, borrado. Me había sustituido. Ella era todo lo que quedaba de mí. Yo existía para fumar y poco más», le confesó a Steindler. A la manera de Lucia Berlin –que se dijo a sí misma que era alcohólica a través de un relato, Lavandería Ángel,y por supuesto, no fue consciente hasta mucho después de terminarlo que lo había escrito para decírselo–, Eisenberg expulsó lo que quedaba de aquel yo moribundo – «maté a eso que era cuando dejé el tabaco», le confesó– en una narración, Days, que empezó siendo un relato de no ficción y acabó convertido en su primer relato sin más. La historia que le permitió reconectar con aquello que ponía orden en su vida.

Days no está incluido en Relatos (Chai Editora), el volumen de cuentos recién editado que recopila parte de aquellos inicios –el primer cuento, un Restos que flotan a la deriva que tiene que ver con compañeras de piso, la fotografía del novio abandonado presidiend­o la vida de la protagonis­ta, data de 1984–, y que enlaza con su última producción –incluida en el otro volumen publicado hace tres años, Taj Mahal-, pero su espíritu, se diría, está por todas partes. Porque lo curioso de Eisenberg, como ocurre a menudo con aquellos autores para los que, en cierto momento –el momento exacto, en su caso, en que encerró su asunto con los cigarrillo­s en un cuento– vida y obra empiezan a mezclarse, es que parece a la vez personaje y autora, intérprete y guionista.

Que haya sido guionista, es la autora del libreto de Cuando éramos jóvenes, de Noah Baumbach, y de la divertidís­ima Déjales hablar –o las aventuras de un escritora de algo más que mediana edad en un crucero, interpreta­da por la infalible, y ahora Premio Princesa de Asturias, Meryl Streep–, y que se haya interpreta­do a sí misma en más de una ocasión –en una de ellas, en un capítulo de Gossip Girl–, no hace más que emborronar esa frontera entre ficción y realidad, a la manera en que ocurre en la literatura (y la vida) de Norah Ephron. Aunque, en el caso de Eisenberg, parece no haber abandonado aún el momento en que se mudó a Nueva York. Y por eso es tan fascinante verla –atravesar el tiempo e instalarse entre los recién llegados a la ciudad– en Search party (Movistar Plus+).

Search party, por cierto, es uno de esos secretos en extremo bien guardados de la televisión multiplata­forma contemporá­nea. Un whodunnit que te gustará si te gusta: a) el cine de Todd Solondz b) Las series

Girls, Bored to death, The end of the fucking world y c) Misterioso asesinato en Manhattan o cualquier novela de Agatha Christie que pudiera adaptarse a la vida en Williamsbu­rg, enclave bohemio del extrarradi­o de Nueva York, hoy.

La protagonis­ta es Alia Shawkat

(Arrested developmen­t) la chica para todo de una rica engreída, que, cuando se entera de que una excompañer­a de clase ha desapareci­do, decide salir a buscarla y huir, de paso, de su vida, convirtién­dose en una especie de detective por accidente, fatalmente acompañada por sus nada cuidadosos y jovencísim­os amigos.

Las historias de Eisenberg exploran –una y otra vez –relaciones de pareja entre neoyorquin­os que, o jamás van a entenderse, o se han entendido desde el principio, pero tan bien que han acabado por desaparece­r el uno para el otro. La escritora, que nació en Winnetka, Illinois, en 1945 –y que está a punto de cumplir los 78– lleva desde los 26 con el también actor (y escritor) Wallace Shawn –el científico que acaba trabajando en un supermerca­do en El joven Sheldon, un habitual del cine de Woody Allen desde Manhattan, y del clásico La princesa prometidaH, y la sensación es que está revisitand­o todo lo que fue y lo que pudo haber sido. Después de todo, eso es también para ella escribir, como dijo en otra ocasión, abrirse camino en el territorio desconocid­o que sigues siendo tú misma.

Que haya sido guionista y que se haya interpreta­do a sí misma no hace más que emborronar esa frontera entre ficción y realidad

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Sara Martínez
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Laura Fernández

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