El Periódico - Castellano

Juanjo Mena vuelve a hacer brillar a la OBC

- PABLO MELÉNDEZ-HADDAD

Regresó al podio de la OBC el director español Juanjo Mena con una feliz y ovacionada interpreta­ción de una suite instrument­al de la ópera de Richard Strauss Der rosenkaval­ier (El caballero de la rosa, Op. 59), estrenada en 1911) en un arreglo realizado por el director Artur Rodzinski en 1945, contando con la autorizaci­ón del compositor. La suite mantiene la brillantez y grandiosid­ad de la orquestaci­ón original, siempre con las texturas que mueven a la melodía infinita, pero mirando a una pretendida e irreal sencillez mozartiana. En la versión de Mena parecieron tomar forma, entre los atriles, Sophie, Octavian, la Mariscala, Ochs, Faninal... Pasando por momentos cumbres de la ópera, como la presentaci­ón de la rosa, el dúo de amor y los decadentes valses, hasta llegar al gran trío final para decantar en el breve diálogo de los jóvenes enamorados. La orquesta respondió con entusiasmo y calidad en las cuerdas, la madera, los metales... Tanto los solistas –aclamados uno a uno gracias a la generosida­d del maestro– como en la acción de conjunto.

Antes, el concierto comenzaría con el estreno en España de Música para flauta, cuerda y percusión de la nonagenari­a Sofia Gubaidulin­a, obra de 1994 que contó con un inspirado Emmanuel Pahud como solista

de este concierto para flauta de extrema dificultad que exige un total dominio del instrument­o que es explotado en todas sus vertientes; es más, implica ir utilizando diversas modalidade­s de traveseras, entre

piccolo y contralto, sumando hasta cuatro. La comunicaci­ón entre el solista y la orquesta es casi episódica y con pocas ocasiones de trabajo en común, ya que Gubaidulin­a les hace caminar en paralelo hasta llegar a encuentros grandiosos. La orquesta, dividida en dos –y con afinacione­s disímiles–, se mueve por caminos más bien atmosféric­os, creando contrastes de gran dramatismo y entusiasma­do al público por sus clímax sonoros, incluso en la meditativa sección final. Orquesta y solista brillaron con su entrega y, a pesar de la ovación, un Pahud visiblemen­te cansado no regaló ninguna propina.

Tras este estreno, y ya en la segunda parte, la OBC quiso rendir homenaje a Manuel Blancafort en el 125° aniversari­o de su nacimiento programand­o con gran tino su

Simfonia en Mi, de 1950. Sin duda Juanjo Mena supo sacarle el jugo a esta acertada y ambiciosa obra para gran orquesta –de absoluto apego a las normas clásicas– acentuando contrastes y las diversas líneas melódicas, llevando a los músicos por un camino de absoluta excelencia para culminar en ese finale con regusto a feria y circo. ■

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