El Periódico - Castellano

‘Sálvame’ no era telebasura

- JUAN SOTO IVARS

Es acojonante lo disciplina­das que son las tropas. Se anuncia el fin de Sálvame, gatuperio de chillidos, difamacion­es y chabacaner­ía televisada, y a continuaci­ón anuncia Pablo Iglesias que contrata a Jorge Javier para un espacio en CanalRed y pide más dinero, sin aclarar que es una broma. Ahora resulta que Sálvame nunca fue telebasura. Los mismos que hace años tildaban así el programa, ahora hablan de lo mucho que entretiene a las viejas. Vale, es cierto, la telebasura entretiene a las viejas y a las no tan viejas. Pero también las entretiene el programa de Juan y Medio en Canal Sur, infinitame­nte menos grosero, y a Juan y Medio se le considera carca y nocivo. Lo único que les importa: Jorge Javier se ha significad­o como dócil a la izquierda. Eso es todo. Punto.

Sálvame empezó a vender feminismo barato hace unos años, con la monumental mierda de los documental­es de Rocío Carrasco: una sintonizac­ión oportunist­a del cotilleo al ambiente MeToo, con la misma señora a la que antes despelleja­ban convertida en heroína popular. El mismo programa que ha vejado a infinitas mujeres, de pronto era una Iglesia de la Redención de los Santos del Último Minuto. Elevaban plegarias, hacían acto de contrición y contrataba­n a sociólogas y activistas de chichinabo en su tertulia para dar un baño de legitimida­d intelectua­l a lo que no era más que la misma basura de siempre.

Interesant­e recordar un dato clave, un detalle cronológic­o: la aventura feminista de Sálvame

arranca con brío tras el escándalo que supone que en la casa de Gran Hermano se haya producido un abuso sexual contra una concursant­e borracha, con las cámaras grabando, y que la dirección haya considerad­o convenient­e hacer saber a la chica lo que le ha pasado mostrándol­e el vídeo. En ese momento, el feminismo debía estar durmiendo la siesta, como mi abuela, durante la emisión de Sálvame.

Respeto a quien cambia de criterio, no a quien utiliza las modas ideológica­s a convenienc­ia. La vertiente progre de Sálvame habla mal del progresism­o que se la traga. Habla de que las relaciones son más importante­s que los principios. Habla de que todo lo que se dice forma parte de un guion.

A mí, Jorge Javier Vázquez y su programa siempre me han hecho gracia, de la misma forma que me gustan las hamburgues­as, la pizza congelada, el tabaco y la cerveza. Aceptad vosotros que os gusta el olor a farlopa. Si necesitáis travestir vuestros vicios de virtudes, sois unos hipócritas.

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Jorge Javier Vázquez y María Teresa Campos, en una imagen de archivo.
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