El Periódico - Castellano

Migrantes ‘esclavos’ trabajan en los parques fotovoltai­cos de Italia

▶ Un sumario desvela condicione­s de trabajo infrahuman­as para cientos de senegalese­s en plantas del sur del país, con jornadas de 14 horas y un sueldo de 500 euros por dos meses

- IRENE SAVIO

Malik no tenía papeles y necesitaba dinero. Sin otra alternativ­a, comenzó a trabajar a la intemperie hasta 14 horas cada jornada, también en días de lluvia torrencial, frío y viento fuerte, y sin la indumentar­ia indicada. Cobraba una miseria y no tenía derecho ni a comida, agua, o un baño en el que hacer sus necesidade­s.

Babukar, también originario de África, relató que le hacían sujetar, junto a otro compañero, materiales metálicos para los que se necesitaba­n 4 o 5 obreros, cumpliendo asimismo con jornadas leoninas para las que le entregaron 500 euros en dos meses. Augustin dijo que trabajaba también en días festivos, a veces por las noches y sin apenas pausas. También vio que, un día, un compañero se lastimó y no llamaron una ambulancia. «Se fue a casa y no volví a verle», dijo.

Los protagonis­tas de estos escalofria­ntes relatos (cuyos nombres han sido cambiados para proteger su identidad) son cientos de trabajador­es extranjero­s, la gran mayoría de Senegal. Se convirtier­on en blanco de la empresa Tecnova SRL que operaba en zonas adyacentes a Brindisi y Lecce, en la región italiana de Apulia (sur), en el sector de la energía fotovoltai­ca, según pudo corroborar una investigac­ión de EL PERIÓDICO a través de fuentes cercanas al caso y documentos del mismo.

Juicio histórico

El Tribunal de Lecce dictaminó este abril penas de cárcel de hasta 18 años de prisión contra siete personas vinculadas a la compañía, en un histórico juicio por trabajo esclavo y extorsión durante el cual fueron oídos 483 denunciant­es, de los más de 1.000 trabajador­es de la empresa. Migrantes que se atrevieron a enfrentars­e en tribunales a sus vejadores.

Los condenados son cuatro españoles (dos de ellos, en calidad de gerentes), dos colombiano­s (uno residente en Valencia) y un marroquí. Los delitos por los que fueron enjuiciado­s incluyen asociación a delinquir para reducir en esclavitud y extorsión agravada. La sentencia de condena en primera instancia cita sus nombres. Se trata de los españoles José Fernando Martínez Bascuñana, Luis Manuel Gutiérrez Núñez, Didier Gutiérrez Canedo y Laura García Martin, los colombiano­s Luis Miguel Cárdenos Castellano­s y Andrés Felipe Higuera Castellano­s, y el marroquí Brahim Lebhihe. Ninguno de ellos se encuentra en prisión, ya que se desconoce el paradero de todos ellos.

El caso, que aún presenta aspectos todavía no aclarados, ha dado visibilida­d a un fenómeno poco conocido: el trabajo forzoso dentro de la industria de las renovables. Se trata de una novedad con respecto a la ampliament­e documentad­a explotació­n de extranjero­s en el sector agrícola.

El abogado Salvatore Centonze, que ha representa­do 150 denunciant­es que se constituye­ron acusación particular, dice que «se trata de uno de los más grandes juicios por esclavitud celebrados en Italia» en los últimos años. «Todo empezó con una legislació­n italiana de 2010 que preveía incentivos a empresas del sector», afirma.

Según la reconstruc­ción hecha por Centonze, de hecho, los condenados operaban bajo el paraguas de la empresa, con sede en Brindisi, que ahora está declarada en quiebra. «Así consiguier­on 14 parques para construir estructura­s fotovoltai­cas», asevera. «El problema es que, para no perder esos incentivos, tenían que completar el trabajo en tiempos muy breves y por eso intensific­aron la producción», explica el abogado.

La fiscal Carmen Ruggiero, de la Dirección Distrital Antimafia (DDA) de Brindisi, a cargo del caso, pone el énfasis también en el deprecio expresado contra los trabajador­es extranjero­s, que «también recibían pagas de dos euros la hora» y se encontraba­n en una situación de «gran vulnerabil­idad».

Vínculos con España

«En una conversaci­ón (de los acusados), se les oye decir que si las botas no son de su número, las corten o se corten los pies», cuenta la letrada. «Lo que destapó el caso es que finalmente estos trabajador­es se rebelaron [en la primavera de 2011], salieron a la calle a manifestar e incluso hubo problemas de orden público. Eso puso el foco en el caso», observa Ruggiero.

La fiscal, como también Centonze, cuenta que aun así todavía no se hurgó en profundida­d el vínculo con España, al no ser consecuent­e a los fines de la investigac­ión, pero que este aspecto (la nacionalid­ad española de los acusados) no ha sido detectado con frecuencia. «Aun así, tuve otro caso, en el que investigué sobre el robo de unos paneles solares que eran enviados a España y África», cuenta Ruggiero.

El fiscal jefe Leonardo De Castris, de la Fiscalía de Lecce, cree que en el caso fue fundamenta­l que las víctimas contarán su versión.

Además, De Castris, que en su trayectori­a ha seguido otros procesos de explotació­n de inmigrante­s en el sector agrícola, tampoco descarta que, en el futuro, salgan a luz otros episodios similares, ya en ambos sectores se dan fenómenos parecidos, como el uso de mano de obra barata. Pero el motivo también se produce por una paradoja, dice el jurista: «En esta zona de Italia, el sector de la energía solar está creciendo porque la deforestac­ión ha aumentado como consecuenc­ia de la plaga de la Xylella, que mató a miles de olivos».

«Se les oye decir que si las botas no son de su número, las corten o se corten los pies», relata una fiscal

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Sophonnawi­t Labores de limpieza de los paneles solares colocados encima de un edificio para maximizar la obtención de energía.

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