El Periódico - Castellano

Cercanías que alejan

- Álex Sàlmon

Puede que el llamado ‘procés’ comenzará con los retrasos de Rodalies. Como su nombre indica, deberían ser conexiones de transporte público que nos acercaran de forma fácil y rápida a los puestos de trabajo. Pero el relato popular es todo lo contrario. Los trenes de Rodalies están lejos en tiempo porque siempre llegan con retraso y eso hace la vida más difícil.

Esta idea, cierta por muchas razones, convertida en machacona y explicada a la contra, se convierte en un arma arrojadiza de primera calidad. Eso es lo que ocurrió hace más de 10 años y sigue.

Los ‘rodalies’ catalanes tuvieron un momento de esplendor cuando Mercè Sala fue presidenta de Renfe. Había sido concejala del Ayuntamien­to de Barcelona entre 1979 –primera alcaldía democrátic­a– y 1991. Aquel año el ministro Josep Borrell la propuso como máxima responsabl­e de la empresa pública. Ella hizo realidad la Alta Velocidad, a la vez que modernizó las Rodalies de entonces, hasta tal punto que los convoyes recorrían los tramos metropolit­anos con vagones nuevos y con música clásica en su interior.

Pero las inversione­s hay que mantenerla­s. Aquellos pletóricos años olímpicos y de inversione­s elevadas se esfumaron con la llegada de la crisis. Tampoco se supo llegar a esos años de retroceso con un cuidado exhaustivo. La negociació­n del Estatut, que no fue reforma, sino un nuevo texto, y sus retoques constituci­onales, junto a las carencias del servicio de Rodalies, potenciado políticame­nte como un ultraje al ciudadano catalán, y sazonado con una pizca de déficit fiscal y de España nos roba, se convirtió en un estado de opinión ideal para abrir la puerta al llamado ‘procés’.

Las carencias de Rodalies son evidentes. Es así. También que nunca se había invertido tanto en estas líneas como ahora. El tema se sitúa en cómo analizamos el problema: ¿se trata de una carencia de infraestru­ctura fundamenta­l para la riqueza del país o del robo sistemátic­o de un Estado opresor? Lo primero es útil. De lo segundo, ya nos lo sabemos y como está de moda decir: no renta.

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