Túnez, nueva puerta a Europa
La ruta migratoria desde el país norteafricano hacia Italia es, desde hace unos meses, más popular que la de Libia, lo que está llevando el número de llegadas al país europeo a sus máximos históricos. Según el Ministerio del Interior italiano, en 2023 se han desembarcado ya a 45.000 migrantes.
Sus cuerpos hinchados, envueltos en algas y desfigurados por los días a la deriva en el mar, yacen en el Instituto Forense de Sfax, en la costa oriental de Túnez. Allí se acumulan a decenas, cada vez más, envueltos en telas blancas, en refrigeradores que ya no dan abasto. Es la primavera de 2023 y este es el más dramático epílogo de la nueva batalla que se libra en el Mediterráneo central entre traficantes de personas, gobiernos europeos y ahora, Túnez.
La ruta migratoria desde el país norteafricano hacia Italia es hoy la que más crece. El sorpasso con la de Libia ha ocurrido en los últimos meses y está llevando el número de llegadas al país europeo casi a sus máximos históricos; en lo que va del año, según el Ministerio del Interior italiano, ya se ha llegado a más de 45.000 migrantes desembarcados. Y de estos, unos 12.000 habían zarpado hasta marzo de las costas tunecinas, en un crecimiento impresionante comparado con los 1.300 llegados en el mismo periodo del año anterior.
La activista tunecina Najet
Zammouri, vicepresidenta de la Ligue Tunissienne pour la Défense des Droits de l’Homme (Liga Tunecina para los Derechos Humanos, LTDH), lo ve como el resultado de la situación económica de Túnez, pero también de los últimos movimientos de la placas tectónicas de la geopolítica internacional. Un cóctel explosivo que está empujando a cada vez más migrantes subsaharianos, pero también tunecinos, a emprender la peligrosa ruta.
Racismo y laxitud
Por una parte, «el actual presidente tunecino (Kaïs Saied) ha cambiado de política y dice que se niega a que Túnez sea uno de los guardianes de la migración que quiere llegar a Europa», afirma Zammouri. Se trata de «un discurso, con cierta aceptación entre los tunecinos, que posiblemente tiene como verdadero fin negociar acuerdos más ventajosos para el país, y que coincide en estos momentos con cierta laxitud (en el control de fronteras) de parte de las autoridades tunecinas», argumenta en una entrevista con EL PERIÓDICO desde la capital tunecina.
Este giro en la política de Túnez se evidenció en un discurso de febrero de Saied. En este, el presidente tunecino pidió a las fuerzas de seguridad «acabar rápidamente» con la inmigración irregular y describió a la población subsahariana como fuente de «violencia y crímenes» y una amenaza demográfica para la identidad árabe-musulmana de su país. Lo que ha dejado una herida (pese a una posterior parcial marcha atrás de Saied) de más largo alcance en Túnez: el clima de hostilidad que está empujando a los migrantes africanos allí presentes al mar.
Así, en los últimos meses del año pasado y este 2023, han aumentado las llegadas a Italia de personas originarias de África occidental, subraya la periodista italiana Annalisa Pacini, especializada en inmigración. «¿Qué nos dice esto? Que su situación ha empeorado mucho en Túnez, ha habido una campaña racista contra ellos, sustentada en las mismas teorías, como la del remplazo étnico, que circulan desde hace años en Europa», opina. «Todo coincide, además, con el creciente autoritarismo de Saied, un líder que ha incluso despojado al Parlamento de sus poderes», afirma Pacini, al sugerir que el mandatario también se escuda en estos argumentos para esquivar la crisis económica que afecta el país.
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El repunte se debe a un giro en la política migratoria del país africano y a cambios geopolíticos