Almodóvar y la mitología del ‘cowboy’
El director manchego presenta en Cannes su corto ‘Extraña forma de vida’, su primer acercamiento al género del wéstern en el que toma el léxico de ese género excepcionalmente viril para componer un arrebatado melodrama ‘queer’.
«En ninguna otra película del Oeste se ha visto nunca a dos hombres haciendo una cama», afirma Pedro Almodóvar al hablar de Extraña forma de vida. Y esa frase se basta para resumir a la perfección la idea conceptual sobre la que se construye su nuevo cortometraje, que es el primer wéstern de su filmografía y que ayer protagonizó su estreno mundial en el Festival de Cannes: tomar el léxico de ese género excepcionalmente viril y usarlo para componer un melodrama queer absolutamente arrebatado, un poco en la línea de lo que Nicholas Ray llevó a cabo en Johnny Guitar (1954); llevarse la mitología del cowboy a su terreno, pues, utilizando para ello estrategias como ese fado de Amalia Rodrigues cuya versión a cargo de Caetano Veloso es interpretada en playback por un efebo al principio mismo de su metraje. La película deslumbra por la fluidez con la que ese tránsito tiene lugar.
«He querido hacer una película del Oeste centrada en el deseo sexual compartido entre dos vaqueros; estamos en 2023 y hasta ahora no se había hecho algo así», aseguró el director durante un coloquio posterior a la proyección de la película, dando a entender que a su juicio Brokeback Mountain (2005) –película que él rechazó dirigir, y en la que encontró parte de la inspiración para escribir Extraña forma de vida– técnicamente no es un western; por lo que respecta a El poder del perro (2021), que sí pertenece incuestionablemente a ese género, hablaba de homosexualidad latente pero «en ella ni se retrataba el deseo entre hombres ni se follaba».
A lo largo de sus 31 minutos, la película contempla el reencuentro entre dos hombres 25 años después de mantener una relación sentimental. Uno es ranchero (Pedro Pascal), y ha hecho un largo viaje en busca del otro, un sheriff (Ethan Hawke). El ranchero, queda claro desde el principio, está decidido a dejarse llevar por lo que le dictan sus instintos, y el sheriff se ha acostumbrado a reprimirlos. No tarda en quedar claro que el motivo de su reunión no es exclusivamente sentimental, porque también tiene que ver con un crimen y la sed de venganza, pero para cuando eso sucede los vaqueros ya han dado rienda suelta a los impulsos carnales. Almodóvar resuelve esa escena de sexo con una elipsis. «He preferido mostrar sus voces desnudas que sus cuerpos desnudos», explicó. «Lo que se dicen tiene más impacto que el que
habría logrado cualquier escena explícita de sexo». La elocuencia no solo recae en las palabras. Cada mirada derrocha pasión y ternura, cada gesto está preñado de melancolía y reproche. Extraña forma de
vida conmueve hasta por el colorido vestuario de los actores, cortesía de Saint Laurent; el director creativo de la firma, Anthony Vaccarello, es productor asociado de la película.
«Una de mis mayores prioridades ha sido asegurarme de no caer en anacronismos», confesó el director al respecto. «No quería que nadie me reprochara que en las películas el Oeste nadie viste como los personajes de mi película». Para cuando Extraña forma de vida llega a su descarnado punto final, resulta inevitable sentir que los acontecimientos se han desarrollado de forma algo precipitada, y que haría falta saber qué pasará ahora con el sheriff y el ranchero. De hecho, quizá sea ese el único pero que puede ponérsele a la película: el formato corto se le queda corto, y tal vez debería haber sido diseñada como un largometraje. Ayer, en Cannes, Almodóvar no descartó que acabe convirtiéndose en uno.
«He qerido hacer
un wéstern sobre deseo sexual entre dos vaqueros», dice el director
El único pero que
puede ponérsele a la película es que el formato corto se le queda corto