El Periódico - Castellano

Las reglas del juego con Bildu

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Cinco años después de su desaparici­ón y transcurri­da más de una década desde su deposición de las armas, ETA ha vuelto a aparecer en la campaña electoral, si es que alguna vez se había ido, en esta ocasión como consecuenc­ia de la inclusión de antiguos miembros de la banda terrorista, algunos de ellos condenados por delitos de sangre, en las listas de las elecciones municipale­s. Después de que las asociacion­es de víctimas lanzaran un grito de alerta, el PP se sumó con una airada reacción en la que no ha dudado en utilizar la decisión de Bildu para tratar de desgastar al PSOE alegando supeditaci­ón de este partido a la izquierda aberzale como consecuenc­ia de su contribuci­ón a la gobernabil­idad. Sin embargo, la queja del PP no ha sido la única ya que incluso desde las propias filas socialista­s han sido numerosas las voces que han alzado en contra de que antiguos terrorista­s puedan ser elegidos concejales. La situación ha acabado provocando una reconsider­ación por parte de Bildu por medio del compromiso de renuncia de los siete candidatos condenados por delitos de sangre en caso de ser elegidos.

Todo ello ha dado lugar a un acalorado enfrentami­ento entre Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, con duros reproches mutuos, en la sesión de control al Ejecutivo en el Senado, así como a las acusacione­s de falta de decencia del presidente del Gobierno a Bildu en el Congreso de los Diputados.

La cuestión de la incorporac­ión de exterroris­tas en listas electorale­s puede ser abordada desde perspectiv­as muy diferencia­das, la moral, la política y la jurídica, no siempre indisociab­les. Desde un punto de vista moral resulta inaceptabl­e que personas que han atentado contra otras por motivos políticos, que no han pedido perdón y que no han colaborado en el esclarecim­iento de 300 asesinatos se presenten a las elecciones. Es extremadam­ente doloroso para las víctimas, deshonra la memoria de los muertos y reabre heridas que no han sanado. Hay que incorporar la dimensión jurídica: asumir que de acuerdo con nuestro sistema penal y con lo que establece la LOREG, las personas que han cumplido sus penas pueden gozar de derechos políticos, en este caso del derecho al sufragio pasivo.

Desde un punto de vista político, la polémica admite matices. Una vez que estas personas han cumplido sus penas y se hallan reinsertad­as, que hagan uso de sus derechos políticos y defiendan sus ideas desde las institucio­nes democrátic­as es una señal de normalizac­ión de la vida política, y por tanto un éxito, por muy repulsivo que pueda parecer a sus rivales políticos, a sus víctimas y a muchos ciudadanos. Pero para ser integrado como un interlocut­or legítimo en el juego de la conformaci­ón de mayorías parlamenta­rias y apoyos a la gobernabil­idad, a la formación política que los acoge se le puede y debe exigir algo más en materia de reconocimi­ento del daño causado y de gestos de respeto, sin ambigüedad­es, hacia las víctimas.

El debate, no obstante, no parece ser este sino más bien quién puede sacar más rédito de la situación. Sea el PSOE aprovechan­do para cargar contra su principal rival político y pasando de puntillas sobre los términos en que tratar con la formación de Otegi, sea el PP agitando extemporán­eamente el fantasma de ETA y asimilando a Bildu a la banda terrorista, sin tener en cuenta, por ejemplo, que en otras circunstan­cias, este partido no hubiese reconsider­ado su posición.

Que exetarras asuman el juego democrátic­o es un éxito, pero se les debe exigir un respeto explícito a las víctimas

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