Un ajedrez lleno de peones
El domingo, en el archipiélago, se decidirán los gobiernos de tres ámbitos distintos: autonómico, insular y local. El sistema político de la comunidad exige pactos y alimenta la fragmentación.
La Comunidad de Madrid es una plaza segura para el PP. Lo ha sido durante los últimos 28 años, en los que la Puerta del Sol ha estado habitada por sucesivos presidentes populares, y la variedad de encuestas publicadas apuntan que seguirá siendo así. Los partidos que se enfrentan a Isabel Díaz Ayuso desde la izquierda, Más Madrid, PSOE y Podemos, tienen cada uno de ellos su propia batalla y la suma de sus votos no parece que sea suficiente para destronar a la líder popular.
Pero incluso si llegaran a sumar, al PP le quedaría el comodín de Vox, cuyo apoyo puede tener un precio u otro, pero difícilmente será tan caro como para que el PP no pueda compensarlo si de eso depende un nuevo gobierno conservador. Para Vox, Madrid podría ser una plaza fuerte y con proyección de cara a las próximas generales si lograra doblar el brazo de Ayuso y entrar en el gobierno regional, pero la presidenta madrileña hará todo lo posible para evitarlo.
En 2021, en una cita en la que solo se votaba por el gobierno de la Comunidad y no por las municipales, el PP arrasó en toda la región, ganando en todos los municipios salvo en dos, pero venía de haber perdido las elecciones en 2019. La coalición con Ciudadanos salvó entonces a los populares y ahí empezó a gestarse la figura actual de Isabel Díaz Ayuso.
Los partidos de la izquierda pelean por recuperar los votos de los feudos socialistas que en 2021 cruzaron el camino hacia el PP. Mónica García situó a Más Madrid por primera vez como principal fuerza progresista y su objetivo el 28 de mayo es consolidar ese liderazgo. Pero con las elecciones municipales de por medio, el riesgo es que los alcaldes socialistas arrastren el voto hacia su candidato autonómico, Juan Lobato. La candidata de Podemos, IU y Alianza Verde, Alejandra
Conscientes de que en la batalla nacional Ayuso se crece, la izquierda intenta devolver el debate a la región. «Madrid, Madrid, Madrid», repiten tanto Mónica García como Juan Lobato. Pero ni el incremento de las listas de espera en la sanidad pública, que han pasado de 619.302 personas en mayo de 2019 a 882.878 ahora, según datos de la Comunidad, ni las polémicas en torno a las condiciones de los centros de mayores ni el precio de la vivienda, aspectos en los que insiste la oposición, parecen perjudicar las previsiones electorales de Ayuso.
En el Ayuntamiento de Madrid las encuestas señalan que el candidato popular, José Luis Martínez Almeida, también será el más votado; sin embargo, los mismos sondeos marcan que la batalla aquí está más reñida porque la diferencia entre la suma de los partidos de izquierda y los de derecha está más ajustada.
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Más de 1.720.000 canarios están llamados a las urnas el domingo. Unas elecciones que decidirán en tres ámbitos distintos: local, insular y autonómico. El sistema institucional y electoral de Canarias presenta rasgos propios que explican la complejidad de su dinámica política, la imperiosa necesidad de equilibrios, la obligatoriedad de los pactos y el gusto por la fragmentación tribal, isloteñista y localista. Entre 1983 y 2019 el Parlamento canario estuvo compuesto por 60 diputados elegidos por el método de la triple paridad, ocurrente ingeniería consensuada en el Estatuto de 1982. Primera paridad: las islas capitalinas (Gran Canaria y Tenerife) tenían el mismo número de escaños cada una: 15. Segunda paridad: cada provincia (Tenerife, La Palma, La Gomera y El Hierro por un lado y Gran Canaria, Lanzarote y Fuerteventura por otro) elegía 30 diputados. Tercera paridad: las islas no capitalinas sumaban 15 escaños en cada provincia. La triple paridad quedó afectada por la reforma electoral del Estatuto de 2018. Fuerteventura pasó a tener ocho diputados. Y se instituyó una lista electoral de nueve diputados, votados en todas las islas. Por eso, el domingo, se votarán dos listas: la de la circunscripción insular y la regional. En todo caso, la irrupción de la lista regional no ha supuesto ni la superación de tentaciones insularistas ni el chantaje de pequeños partidos sobre el Gobierno autónomo, como ha ocurrido en esta legislatura con la Agrupación Socialista Gomera. El juego de cajas chinas de la triple paridad se nutría (y se nutre) de razones políticas con raíces históricas que obligan a contar con la misma representación en Gran Canaria y Tenerife, al igual que la suma de sus respectivos satélites insulares.
Pero la desconfiaban de las islas periféricas en la férula de las islas capitalinas y su mayor peso demográfico, económico, político e ideológico llevó a dotar a cada isla de un órgano propio de gestión administrativa: los Cabildos Insulares, órganos político-administrativos de gran potencia y que han asumido competencias e incrementado sus presupuestos en los últimos 30 años. El Cabildo de Tenerife dispone de un presupuesto de 948 millones de euros; el de Gran Canaria, por su parte, gastará este año 847 millones de euros. El primero tiene unos 1.500 empleados y el segundo, unos 1.800. Se comprenderá la extraordinaria relevancia electoral de unas instituciones que han gozado tradicionalmente de la simpatía de los ciudadanos (gastan, invierten y contratan pero no cobran impuestos) y cuyo control –como el de las capitales insulares– deviene además indispensable para obtener buenos resultados al Parlamento de Canarias.
88 municipios
Por último, quedan los ayuntamientos. Canarias tiene una extensión de 7.447 kilómetros cuadrados, pero más de un 35% son parques naturales y espacios y parajes protegidos. En el otro 65% se asienta la población en nada menos que 88 municipios. Aunque hace décadas que se debate sobre el exceso injustificable de municipios, en 2007 se creó uno nuevo, el Pinar, en la isla más pequeña, El Hierro.
El sentido común indica que ordenar y simplificar el mapa municipal debería asumirse como un objetivo estratégico. Pero ninguna fuerza política está dispuesta a asumir el desgaste. Dialogar, pactar y conseguir gobernar en Canarias supone un esfuerzo ímprobo de equilibrios, contraprestaciones y contenciones.
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